Tres

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MARZO 2014

Corro con prisa, porque se me ha hecho tarde para misa, y nunca falto. Es sábado por la noche y casi no hay gente en el templo. Sin embargo se escucha la música y los gritos del antro que está a una cuadra, aún es temprano para esos lugares y ya están formados para ser primero en entrar. La gente no tiene tiempo para Dios, pero si para fiestas. No estuvieran en algún aprieto... ¡Menudas cosas!

La misa no dura la hora y el padre nos mira con alegría a los que estamos, en su mayoría viejitos, siempre los mismos.

Camino a mi casa con tranquilidad por mi uniforme de protección civil. En las últimas semanas hay muchas muertes por peleas callejeras, más desde que abrieron ese antro. Así que la gente se ha organizado para vigilar y poner orden. Yo me apunté y aunque recelaban que fuera capaz, pronto demostré que sé controlar las situaciones. Bueno, mi experiencia en artes marciales sirve. Si alguien intenta detener que evite una pelea, termina peor. Dice el padre que tengo un semblante de liderazgo que da miedo, cosa que no creo.

Cuando llego al templo, que es dónde nos reunimos, ya uniformada, chaleco antibalas, comunicadores, un macana, gas y toda la cosa. Ya están todos reunidos y como casi nunca, me mandan a vigilar el antro. No les gusta la idea, pero no hay de otra. Yangchen, quien se encarga de ese lugar está enferma, y soy la única mujer que hay hoy, pues siempre deben de ir un hombre y mujer a ese sitio, por eso de que luego se quieren hacer las victimas si a alguna chica la quita de la pelea un hombre.

A mí nunca me quieren mandar a ese sitio, sólo porque soy joven y termino protagonizando más peleas de las que detengo. Bueno, no me gusta que me provoquen y a ellos les da gracia que alguien de su edad los vigile.

Estoy parada enfrente del lugar. Muy aburrido. Son casi las tres de la mañana cuando una vecina nos trae un café. Estoy dándole las gracias cuando escucho una risa que reconozco y a la cual quiero ignorar. Continúo de espaldas para ver si la dueña de esa risa que parece llanto se va. No lo hace.

-Así que ésta es la chica que prefiere jugar a la policía, -escucho la voz y me niego a voltear. -Vamos chica, ¿te gustaría pelear? -Y más risas idiotas junto con varias personas que le siguen.

-Vamos muchachos, compórtense, -escucho decir a don Oyajii, el vigía que me acompaña.

-No se meta anciano, no le estamos hablando a usted, -le responde entre más risas.

Y eso me hace enojar. No se les debe hablar así a los mayores. Además Oyajii me cae bien y no voy a permitir que le hablen así. Somos la autoridad.

-¿Qué quieres? -le grito volteando enojada.

Azula se queda callada con una "o" en su boca de estupefacción. Y emite una carcajada que nadie le sigue.

-¡Qué casualidad encontrarte aquí! ¿No deberías estar en tu habitación llorando a tu amiga muerta?

Ahora la que tiene el gesto de estupefacción soy yo. No dura mucho. Me le dejo ir y antes de alcanzarla un muchacho de gran tamaño me quita de su camino, me lleva con Oyajii. Pero no se va sin nada, le alcanzo a dar una patada en la pantorrilla, no se voltea y sigue caminando. Oyajii me toma del brazo y no se lo quito, me quedo en ese lugar. No tardan en llegar los demás vigiles. Busco a Azula con la mirada y ya no está, sólo alcanzo a ver la calva del chico que impidió golpearla.

No tardaron en llegar la policía. Oyajii había marcado. Me mandaron temprano a casa y no pude dormir.

Al lunes siguiente me preparé para enfrentarme con Azula. Pero esto no pasó, ella sólo me ignoró y yo lo agradecí, no dormí la noche pasada por lo que no me encontraba con ánimos de nada. Sólo quería que las clases terminaran para ir a dormir.

La semana pasó sin inconvenientes.

El sábado estaba vigilando cerca de la avenida cuando una moto se detuvo frente a mí. No la pude ignorar, primero porque la moto era hermosa, segundo Azula iba con un tipo con cabello rojo y pantalones de piel, todo de negro. Ahora que veía, ella también vestía de negro siempre. Ella manejaba.

-¿Vigilando? -me preguntó burlona. Me di la media vuelta, pero ella me siguió. –Vamos, lo dije de broma, -seguí caminando y ella junto a mí. –Habrá una fiesta privada en casa de un amigo, por si quieres ir. Estas invitada, -eso me detuvo. ¿Yo invitada?

-¿Qué?

-Pues que un amigo dará una fiesta privada y te estoy invitando, -puso cara amable, daba un poco de miedo.

-¿Por qué?

-Porque no quiero ser la única chica y tú eres mi mejor opción.

-Invita al loto, -lo dije en tono de burla y ella se enojó. "El Loto", se hacían llamar los tipos con los que ella se juntaba en la escuela.

-Ya no me hablan. ¿No lo has notado? -Negué con la cabeza. No me había fijado en mis compañeros mucho en los últimos tiempos. –Pues sí, se portan como idiotas y se meten en lo que no les incumbe, -me sorprendí y ella lo notó. No le creía. –No les parece que ande con Roku, -señaló al tipo que iba con ella y que al parecer no tenía gestos ni voz, permanecía sin expresiones. –No les voy a permitir que se metan en mis asuntos, -comentó más seria y no sé porque le creí. Ella y yo nunca nos llevamos bien, desde la primera vez que hablamos. Ahora me daba igual.

-No me gustan las fiestas, -respondí.

-Esta será diferente, es privada. No habrá mucha gente y si no quieres hablar no lo haces y ya. Es más si te quieres ir a los cinco minutos, te vas.

-No tengo ganas, además tengo que vigilar.

-Vi que vacilaste. Vas a ir. Ve a cambiarte. Te recojo en Omashu en una hora.

-¿Omashu?

-Así se llama el antro donde nos encontramos ayer.

Asentí y ella arrancó. Miré mi reloj, faltaban cinco minutos para que terminara mi turno de vigía. Caminé hacía mi casa. Cené un vaso de leche y me cambié. Mi papá se sorprendió cuando le dije que iría a una fiesta. No me detuvo.

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Ya vamos a la mitad del fic. Después de todo no es muy largo.
Gracias por leer y comentar.

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