–¿Qué?
Su respuesta me llenó de sorpresa.
–Lo que oyó. No creo en Navidad y por eso no voy a celebrar la Nochebuena.
Tragué saliva antes de volver la vista a mi banca. Esta estaba tan fría como mis piernas forradas con medias. Lamentaba haber tenido que vestir con falda, pero era parte de mi uniforme y ahora me estaba congelando.
Escondí mis manos en mi chaleco mientras la nieve caía a mi alrededor. El ambiente estaba hermoso. Carros viajando de un lado a otro con la nieve cayendo sobre ellos. Ya casi no quedaba pasto al rededor y los pocos árboles de la ciudad habían perdido el verde de ellos. Las altas torres añadían al descolorido paisaje un toque de elegancia. Pero sentía que algo más faltaba.
Era lo mismo que ocurría con Christopher. Era un hombre apuesto, guapo y muy inteligente. Sin embargo, algo andaba vacío en él. Sentía que algo faltaba para que tanto él como el ambiente, fuera perfecto.
–¿Qué pasa?–preguntó–. Te quedaste callada por un momento.
–No pasa nada es solo que me cuesta creer lo que acaba de decir.
–Primero que todo, hagamos esto más fácil. Quiero que me tutees. Estoy harto de que me traten de usted cuando ni si quiera estoy en el trabajo. Llámame Chris. Segundo, no tienes por qué sorprenderte de esto y tercero, no trates de interrogarme para saber por qué no me gusta la Navidad.
–Así que quieres que te tutee...
–Te apuesto a que todos me tratan de usted solo porque llevo un fino gabán de marca. Y no sabes cuánto odio la hipocresía.
Me pareció que al menos, estábamos de acuerdo en algo.
–Entonces... Chris, no quieres decirme por qué no te gusta Navidad.
–No es de tu incumbencia.
–Oh bueno, siendo así tampoco debí decirte lo que haría esta noche. Porque tampoco te incumbe.
Chris se quedó callado. Nuevamente, le había ganado en algo.
Yo no lo conocía del todo. De hecho, nunca había hablado con él. Simplemente lo había visto debatir contra mí en aquella tarde. Aún así podía sentir lo mucho que le molestaba perder contra mí.
–Bueno, creo que si un taxi no llega en los próximos minutos me iré caminando.
–¿No me soportas, cierto?
–Así es–contestó frunciendo sus finos labios–. Pero me quedo porque aún tengo esperanza de que llegue un taxi.
–Te recuerdo que yo llegué primero. Quiero decir, el primer taxi es mío.
Era divertido cada vez que hacía enojar al Señor Lowell. En esta ocasión, él había levantado sus cejas de una forma un tanto chistosa. Luego había levantado su dedo índice y había comenzado a hablar.
–Mire, Señora Douglas--
–Uno, soy señorita. Y dos, ¿no habíamos quedado en tutearnos?
–De acuerdo. Mira, Señorita Vanessa, no estoy de muy buen humor como para llegar tarde a mi casa. Le recomiendo que sea tan gentil de cederme el primer taxi que venga porque, aunque no voy a celebrar noche buena como tú, tengo cosas muy importantes que hacer.
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El verdadero significado {Completada}
Historia CortaHistoria hecha para el concurso Serendipia... #863 en Historia Corta el 23/dic/2016. #906 en Historia Corta el 26/dic/2016. #832 en Historia Corta el 27/dic/2016.