Capítulo 6

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El olor a lavandina barata es tan intenso que siento su sabor amargo en el paladar. La enfermera está sentada de espaldas a mí, viendo el noticiero local de las veinte horas. No hay nadie más en la sala. Necesito encontrar una forma de escapar antes de que vuelva Fátima para llevarme al pabellón psiquiátrico.

Escucho al conductor del programa hablar de la noticia del titular del periódico que llamó mi atención: "Niño sanado milagrosamente de la peste negra luego del corte de luz en Aguas Claras".

Recuerdo el caso de ese niño, hace un mes que está en boca de todos los medios de comunicación del pueblo.

Cada año en Aguas Claras, por alguna extraña razón que nadie logra explicar, un niño, siempre de clase social baja, contrae la peste bubónica, también llamada peste negra, desconociéndose la causa de su origen.

Es por ello que en el pueblo, de manera periódica, se realizan campañas de prevención y controles médicos en los barrios más humildes.

Los síntomas de la peste son múltiples: fiebre, vómitos, deshidratación, nauseas, malestar físico y mental generalizado. Además, si no se trata a tiempo la enfermedad, empiezan a aparecer unos asquerosos chichones, como ampollas negras, que se extienden a lo largo de todo el cuerpo.

Sin embargo, nunca escuché que en el pueblo alguien haya muerto a causa de la peste negra. Tan es así que todos los niños que la han contraído, fueron curados al cabo de unos días de tratamiento en el Hospital, aunque según el Padre Esteban siempre ha sido gracias a las cadenas de oración de la Iglesia de Aguas Claras.

Más allá de todo, este último caso fue muy distinto al resto. Pese al tratamiento médico brindado al niño, la peste avanzó hasta su torrente sanguíneo, provocándole manchas negras en ambas manos. Parecía como si las hubiese metido en un tarro de pintura negra.

Todos saben que cuando se llega a ese estadio de enfermedad la probabilidad de muerte es muy alta. De hecho, nadie en el pueblo pensaba que el niño podía salvarse, lo cual afectaba a la Iglesia ya que ponía en duda el tan aclamado poder "sanador" de las oraciones de sus fieles.

Otra noticia —escuché decir al conductor del noticiero—. En la madrugada de ayer la policía encontró a un hombre alcoholizado durmiendo en la puerta de ingreso al "Bar de Boris". El dueño del local asegura que la noche anterior el sujeto en cuestión había estado bebiendo, un poco de más de la cuenta. Incluso, agregó el Sr. Boris, el hombre fue el último en retirarse del bar.

— Ya eres famoso Sebastian —rió burlonamente la enfermera sin voltear para mirarme.

Por su parte —continuó el noticiero—el Jefe de Policía Nicanor afirma que no es la primera vez que encuentran a este sujeto durmiendo alcoholizado en la vía pública. Respecto a la herida que presenta en la cabeza, el funcionario explica que debió haber caído desmayado contra el cordón de la vereda, siendo común este tipo de lesiones en los borrachos.

La enfermera sube el volumen del televisor.

Por último, el Jefe Nicanor, quiere dar tranquilidad a todos los pobladores de Aguas Claras, informando que ya habló con la Jefa Médica del Hospital, su esposa Fátima, quien dispondrá de inmediato la internación psiquiátrica del sujeto por constituir un riesgo para si mismo y para la comunidad.

¡Que diablos!. Eso no fue lo que ocurrió. No entiendo porque dicen eso. Nadie habla del asesinato de Susan. ¿Cómo puede ser que me hayan encontrado durmiendo en la vereda si lo último que recuerdo es haber perdido el conocimiento en el cuarto frigorífico de la carnicería?.

Esto es mucho más grave de lo que me temía, debo escapar ahora mismo, antes de terminar como esos locos medicados de psiquiatría que repiten una y otra vez una misma historia que nadie cree.

Los Verdugos de la Peste ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora