Capítulo 1
No podía contra Madison, ella quería que actuara normal y ser normal, pero ambas sabíamos que no lo era, quería ayudarme pero no había forma.
-Por favor Janice –suplicaba.
-Madison, sabes que nunca me han gustado los bares de mala muerte –acomodé el teléfono entre mi hombro y mi oreja mientras acomodaba algunas cosas en mi departamento.
-¿Qué te cuesta acompañarme un rato? Sabes que no me gusta ir sola –ella esperaba convencerme, cosa que ya había hecho pero quería molestarla.
-No iré y punto –mordí mi labio inferior tratando de aguantar la risa.
-¡Deja de engañarme! Ahora deja de morderte el labio y entra a la ducha –quedé callada.
-¿Cómo…?
-Te conozco como la palma de mi mano Janice Heyden –colgó.
Reí entre dientes, entré a mi habitación, abrí el armario y busque algún conjunto que se vería bien esta noche, después entre al baño y me di una refrescante ducha.
Salí envuelta en una toalla alrededor de mi cuerpo y me acerqué al espejo. Arreglé mi cabello dejándolo suelto junto con un poco de ondulación en las puntas para ya después vestirme, decidí por ponerme un vestido rojo oscuro, era pegado al cuerpo y tenía un escote no muy grande, me llegaba un poco más arriba de las rodillas, era cómodo.
Agarré mi bolso y metí en el mis llaves, un poco de dinero y mi celular, baje las escaleras y fui a la cocina por un vaso de agua, poco después escuche una bocina y un grito.
-¡Vamos Janice, no tengo todo tu tiempo!
Reí y salí de mi departamento, allí se encontraba ella, en su celular, apoyada en su auto azul metálico, con un vestido negro que tenía la espalda descubierta y muy corta.
Me acerque y la salude con un beso en la mejilla y nos adentramos al auto.
-presiento que será una buena noche –se mordió el labio y arrancó a nuestro destino.
-Tranquila, en un bar de mala muerte todo puede pasar –dio una carcajada.
-En eso estoy de acuerdo –se mordió nuevamente el labio.
-Espero que en tus planes no me vayas a dejar sola –había la posibilidad de que me abandonara por un chico.
-¿Qué te puede pasar si estás sola? –Me miró de reojo –eres cinco veces más fuerte que yo Janice –suspiro.
-Odio serlo y lo sabes –suspiré – odio ser lo que soy y no puedo hacer nada para dejar de serlo. Lo único que podría hacer es… matarme –susurré.
-Ni pienses hacerlo –me reclamó.
-Madison… –me interrumpió.
-Nos escapamos de nuestras familias y sólo somos nosotras. ¿Cómo crees que estaré si te vas? –su respiración de aceleraba y noté como sus ojos de cristalizaban.
-Nunca voy a abandonarte –le prometí, freno en un semáforo y yo aproveche ese momento para darle un cariñoso abrazo.
-Janice. Me harás llorar –reímos y seguimos a nuestra noche.
Llegamos a un lugar que era iluminado por luces de color neón, una fila de gente se encontraba en la entrada, aún estábamos un poco lejos y todo temblaba por el volumen de la música que se encontraba dentro del lugar, no me imaginaba como estaría por dentro.
Baje junto con Madison y nos acercamos a la entrada, iba del lado contrario de donde se encontraba la gente maldiciendo y obligándonos a ir hasta el final de la fila. Mire a Madison y sólo me guiño el ojo, se acercó al de seguridad que tenía una pequeña tabla junto a unas hojas en sus grandes manos, nos miró frio y serio.
-¿Qué desean? –preguntó de la misma manera que su gesto.
-Entrar y divertirnos –contestó mi amiga.
-¿Nombre? –miró su lista.
-¿Seguro que quieres saber mi nombre? –miré a Madison un poco desconcertada por la pregunta y me fije que tenía un faje de billetes, la mire asombrada, la había visto sobornar a alguien.
El tipo nos miró con una sonrisa, disimuladamente agarró el dinero y nos dejó pasar, Madison se aguantaba una carcajada, podía notarlo, al entrar no escuche nada más que música a un volumen tan alto que sentía mis tímpanos a punto de explotar, sabía que al día siguiente amanecería con un dolor de oído. Nos acercamos a la barra y le pedimos al barman algo suave. Empezaríamos la noche y de muy buena manera.
