Capítulo 2
Madison y yo nos encontrábamos muy a gusto en la pista bailando, no éramos las únicas, habían chicas que bailaban juntas pero no estaba segura que fueran heterosexuales. Habíamos pasado por allí de media hora bailando, a causa de los zapatos nos fuimos a descansar, nos sentamos en una mesa cerca de la barra, pedimos una piña colada y nos quedamos platicando en lo que nos traían nuestro pedido.
-¿Viste algún guapetón que te haya gustado? –me preguntó.
-No –sonreí –y sabes que no habrá alguien a quien conquistar por mi parte.
-Vamos Janice –me pegó el hombro –en algún momento vendrá el indicado.
-Sí, pero no en un bar de mala muerte –le afirmé.
-Al parecer quieres morir sola –me dijo.
-No puedo morir –la miré seria, me levanté para irme al baño –no tardo iré al tocador.
Caminé entre toda la gente que brincaba y se movía, cuando llegue al baño me mojé las manos y las lleve a mi cabello, le unté un poco de agua para que no se esponjara. Estaba por irme cuando un grupo de chicas entró y me miró desafiante.
-Contigo queríamos hablar –me miró la que al parecer era la “líder”.
-¿Perdón? –las miré un poco desconcertada, eran cuatro chicas, cada una diferente.
-El Diablo te ha estado viendo –dijo una de ellas, una pelirroja.
-¿El Diablo? – ¿Quién carajos era?
-Sí, y te procuramos que no te metas con él porque es de Chelsea –dijo una castaña apuntando a la rubia, a la tal Chelsea.
-Ustedes no me pueden obligar a nada –mi paciencia era poca, así que si seguían así no saldrían ilesas del baño.
-Mira cariño, te advertimos que si te metes con él, no saldrás viva –me amenazó una morena de cabello negro.
-No me amenaces –dije fría, sentía mi cuerpo como ardía poco a poco, sentía un dolor en el estómago, era de coraje.
-¿Cuál es tu nombre? –me preguntó Chelsea.
-No tienes por qué saber mi nombre –cerré los ojos, sentía un dolor por todo el pecho.
-Dímelo o te haré decirlo –me agarró fuertemente del cabello jalándolo hacía ella.
-Suéltame –le dije, ella me alzó una ceja provocándome.
-No lo haré –estaba seria.
-¡Basta! –la agarré de la muñeca y lo apreté con fuerza haciendo que se retorciera.
-¡Ustedes! –Miré a las tres chicas que estaban un poco sorprendidas –salgan y no permitan que entré alguien o ustedes serán las siguientes –las amenacé.
-Oh dios mío –salieron hechas como un rayo.
-¿En qué estaba? –Miré a la chica que se retorcía frente a mí -¡Oh sí! Estaba contigo –la agarré más fuerte de ambas muñecas –debes saber de qué conmigo nadie me provoca, porque si me busca, me encuentra –la miré a los ojos, sentía ese ardor que tanto odiaba.
-Tus ojos –dijo temerosa –brillan y cambian de color –estaba entrando en pánico.
-Si te vuelves a meter conmigo, saldrás mucho peor –ignoré sus palabras y la solté. Casi en ese momento la puerta del baño se abrió y apareció el de seguridad.
-¡Tú! ¡Fuera de aquí no quiero volver a verte a ti y a tu amiga! –me amenazó. ¿Acaso todos me tenían que amenazar?
Lentamente me acerqué a él, lo agarré de los hombros y le susurré: “Qué lástima, la próxima vez que iba a venir te iba a dar el doble que el de hoy” prácticamente no dijo nada solo me contestó con un: “Haz lo que quieras pequeña.” Estaba por darme un beso en la mejilla pero me alejé y salí del baño. Caminé entre toda la gente y me senté en la mesa que tenía con Madison.
-¿Qué paso? –me preguntó –tartaste demasiado solo para ir al tocador –me miró con una sonrisa.
-Me topé con unas estúpidas que creyeron que podían amenazarme –reí.
-Todas se creen así –alzó su copa –pero tranquila, no son más que unas fresitas –rio.
-Disculpe –nos giramos para encontrarnos con el barban que traía una copa –se lo mandan a usted señorita –se dirigió hacia mí.
-¿Perdón, a mí? -¿Quién me lo había mandado?
-Si señorita –lo asentó e n la mesa –es un Martini.
-¿Quién me lo ha mandado? –le pregunté.
-El Diablo –dicho esto dio media vuelta y se fue a la barra.
¿El Diablo? Esto no podría ser peor.