Y yo le pienso a diario, como si fuese rutina, antes y después de una buena comida, antes y despues de un buen sueño.
Suspiro en cada acto, mientras idealizo cada una de sus facciones. A veces su sonrisa, a veces sus ojos. Siempre, sin excepción alguna, buscando degustar euforicamente el melifluo de sus labios.