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Maggie vivía en una de las pocas casas del callejón Diagon. Tenía once años y esperaba impaciente con la cara pegada al buzón de casa para ver si llegaba la carta, la carta que todo mago y bruja joven desearía, la carta de admisión en la escuela de Magia y Hechicería más famosa, Hogwarts.

Su padre, un hombre delgado y alto con un fino vigote negro invadido por las canas primerizas, le acompañaba a observar la tienda de abajo su casa, la tienda especializada en Quiditch; un deporte de escoba voladora increíblemente emocionante y peligroso.

—¡Maggie! ¡A comer! —Gritó la madre de Maggie, una mujer de tez pálida y cabellos claros también invadidos un poco por las pocas canas primerizas.

Maggie, abrió la puerta de golpe con el fin de encontrar una carta en la entrada, pero el rostro le cambió de emocionada, a excitada. Había cinco cartas en el suelo de la entrada, una de ellas con el sello de Hogwarts.

—Ma... Mamá...—Comenzó a decir Maggie. —¡La carta de Hogwarts! —Gritó excitada.

Sin pensarlo dos veces su padre se levantó de la silla de la cocina, agarró fuertemente su cartera y bajaron abajo a comprar las cosas.

—Vale, que pone en la carta...—Dijo su padre sin mirar a su hija, manteniendo la sonrisa y mirando al frente.

—Lo primero...¡Lechuza!

Pararon en la tienda de animales mágicos de compañía, en ella había gatos de cola erizada, ratas blancas como la nieve, pájaros hermosos como una joya, lechuzas más esponjosas que una nube... animales preciosos.

Compraron una hermosa lechuza color canela oscuro y los ojos azules mar. Rebosaba personalidad, una personalidad diferente a las demás.

—Ahora la varita.

Caminaron hasta la otra punta del callejón para comprar la varita junto a la túnica.

El tilín de la campanita de la entrada sonó avisando al dependiente que tenía clientes esperando.

-Oh, hola... buscas varita? -Dijo amablemente el dependiente, un hombre alto, barbudo y un tanto mayor.

-Busco la varita perfecta para mi, una que no me de problemas. -Maggie hablaba como si estuviera en su casa, sin vergüenza ni temor.

El dependiente, hizo un gesto con la mano para que le siguieran, ellos, lo hicieron, le siguieron hasta un pequeño rincón de su tienda, en el cual había varias cajas nuevas, de un grueso cartón granate. Más tarde, pasaron al otro rincón de la tienda, el dependiente, parado y extrañado, miró a Maggie como un bicho raro y luego le sonrió, caminaron esta vez mas deprisa hasta el piso de arriba de la tienda, y el dependiente, ya desesperado, agarró a Maggie de los hombros y le miró a los ojos murmurando algo como "por que no pasa nada". El hombre, se levantó de repente, le cogió del brazo a la niña y la llevó rápidamente a una escotilla que había en el suelo del final de la tienda. Acercó a Maggie a las polvorientas cajas verdes y las cajas brillaron. 

Maggie, asustada, se levantó de repente.

-¿Qué está pasando, qué es esto? -Dijo asustada.

-Ni yo me lo creo..- Dijo el dependiente sin hacerle caso. en la etiqueta del hombre, ponía Mike, así se debería llamar.

Mike, sacó una caja de un cartón fino y verde oscuro con abajo color escarlata, abrió la caja, había una varita grande, de 28 cm máximo que brillaba sin parar. El dependiente, se la ofreció, y la niña, ya mas tranquila la cogió, una pequeña explosión, tan pequeña como que duraba medio segundo, sobresaltó a Maggie casi tirándola al suelo. 

-Ahora, te pertenece, recuerda, un mago de verdad no escoge su varita, su varita le elige a él. -Dijo el dependiente orgulloso de poder pronunciar esas palabras por fin. -Pero escúchame, esa varita es fuerte y peligrosa, eres a la tercera persona que se la doy en toda mi vida, deberás tener cuidado.

-Va...vale. -Maggie, le cogió la mano a su padre, que esperaba en la entrada a la tienda.

En frente de la tienda de varitas, se encontraba la tienda de las túnicas. Maggie, pensando un poco por lo que le habían contado días antes de recibir la carta, se paró en seco frenando a su padre. 

-¿Qué ocurre, hija?- Preguntó con expresión extrañada en la cara.

-Papá, si me compro ahora la túnica, ¿cómo voy a saber de qué casa soy? -Preguntó Maggie parada mirando al papel.

-Tranquila, tu irás a Griffindor, lo estoy viendo...- Su padre hizo un gesto con la mano como un arcoíris. 

La niña negó con la cabeza con rostro inseguro y desdobló el papel de los materiales. 

-Papá, yo tenía razón, ¿cómo voy a comprarme una túnica si no se a que casa voy a ir? -Dijo enseñándole el papel. -El papel lo debieron imprimir para todos igual, y luego han añadido cosas, pues mira esto, está a lápiz.

Su padre, le miró sonriente y avergonzado. 

Después de comprarlo todo, se fueron yendo a comer a su casa, pasado mañana el expreso de Hogwarts le esperaría. Maggie saltaba de emoción por la calle, sus mechones rubios y ondulados recogidos en una gran coleta, revoloteaban por el aire como mariposas en primavera cada vez que ésta daba un salto.

Abrieron la puerta de casa, Maggie, se sentó en la silla de la cocina, pues era hora de comer y no había probado bocado. La comida estaba mas buena que de costumbre, su madre había utilizado métodos muggles para hacerla, y eso le sabía mejor a ella, y a toda la familia.

-Oye mamá, ¿y para Ronald que hay de comer? -Preguntó Maggie.

-¿Ronald? ¿Quién es Ronald?- El padre de Maggie, Andrew, se reía. -Andrew, dime quien es. -DIjo su madre frunciendo el entrecejo.

Maggie, sin nada que decir, se levantó de la mesa, se fue a la entrada y cogió la jaula de su lechuza. 

-Mamá, este es Ronald. -Su madre se levantó con una cara totalmente distinta a la de antes, y alegremente soltó las puertecitas de la jaula, haciendo que Ronald se subiera encima de los hombros de Maggie.

-¡Que bonito! ¡Pero que cosita mas bonita! -Dijo su madre dándole en el pico a Ronald con la yema del dedo.

Ronald salió volando y se volvió a meter en su jaula con acto de timidez.

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BUENO, EL PRIMER CAP, EN EL PRÓXIMO YA SE IRÁ A HOGWARTS, ESTE CAPÍTULO ERA PARA QUE VIESEIS LA PREPARACIÓN... Y TODO ESO. BUENO, ADIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOSSSSSSS.

sakura_17_rubius



NADIE VIO LO QUE YO VEÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora