37. En peligro

4.6K 471 94
                                    


—¿Qué tal te encuentras? —le pregunto a Alexandria.

—Bastante bien. Estoy recuperando fuerzas, creo que dentro de poco ya podré hacerme invisible. Necesito un poco más, entre las drogas y la transferencia, me está costando volver a un estado alto de energía.

—Claro.

Llevamos dos días caminando por el bosque, seguimos sin ver ningún punto de referencia. Influye mucho que caminamos como humanas, así que nuestro avance es muy lento. A pesar de todo, no hemos descansado ni un solo momento, eso nos da cierta ventaja, pero hasta que Alexandria no se recupere del todo no podremos desplazarnos con agilidad.

Nuestros amigos del Consejo siguen sin saber dónde estamos. Están investigando por todos los medios, incluso les he dado acceso a mis sentidos varias veces, pero no consiguen distinguir este bosque de los otros bosques del país. Estamos perdidas por completo.

De repente veo a lo lejos, entre la maleza, dos bultos grandes del tamaño de una persona. Me quedo quieta mirando a medida se mueven hasta que alcanzan un punto en el que puedo verlos de nuevo. Son dos hombres con escopetas en las manos. Por delante de ellos la vegetación se mueve a un nivel más bajo. Llevan un perro con ellos.

—¡Alexandria! Mira hacia allí —le indico mentalmente.

Alexandria mira alrededor y enseguida localiza lo que le dije.

—No puede ser, ¿tú crees que están cazando animales?

—Lo dudo bastante. Estoy segura que vienen a por nosotras.

—Eso me temía yo —confirma Alexandria—, estamos demasiado lejos de ninguna parte. Si hubieran venido a cazar, traerían más medios: tiendas de campaña o cosas así. Sin mochilas con alimentos, agua y cobijo, morirían pronto de hambre y sed, necesitan más medios para adentrarse tanto en un bosque.

—Pienso lo mismo. Pero todavía no podemos estar seguras por completo. ¿Puedes hacerte invisible?

—Apenas... como mucho podría volverme translúcida, eso no evitaría del todo que pudiesen verme, con la desventaja añadida de cansarme mucho en un momento como éste. Todavía necesito recuperarme más.

—Aprovechemos la ventaja táctica —le digo con prisa—, creo que lo mejor es que me haga invisible y te proteja desde la oscuridad, aunque no me gustaría dejarte sola.

—¡Claro! Ser visible sería un acto de solidaridad estúpido. Escóndete y aléjate de mí, rápido.

Activo mi mecanismo biológico de invisibilidad y salto fuerte hacia el tronco de un árbol, agarrándome a él a una altura de unos veinte metros. Alexandria tiene razón. Dos personas son más fáciles de ver juntas que una y, permanecer al lado de ella siendo invisible, tampoco es inteligente.

—Alexandria —le digo preocupada—, hay más gente..., veo varios grupos de hombres caminando en todas direcciones.

—¡Mierda! ¡Esto es una batida! Están de caza y nosotras somos sus presas.

—Esta vez saldremos de aquí o saldremos muertas —aseguro haciéndole entender que la protegeré. No quiero que se sienta indefensa.

—¿Por dónde los ves? —pregunta Alexia alterada.

—Tuerce como quince grados a tu derecha, camina en esa dirección, agachada.

Alexandria desvía su ruta un poco y camina en la dirección indicada.

—Perfecto.

Salto de árbol en árbol para coger perspectiva. Cada vez subo más alto para ver mejor y para que no puedan apreciar ningún movimiento de vegetación. Debo estar como a treinta metros de altura. Alexandria está siendo rodeada, sin darse cuenta, por varios conjuntos de hombres y mujeres. No saben dónde está, pues algunos caminan en dirección contraria a su posición, pero aun mirando en distintas direcciones, está casi rodeada. La única manera que tiene de quedarse sola, es intentar aprovechar un hueco que se está formando entre dos de los grupos de humanos.

—Alexandria, intenta apurar el paso sin mover la vegetación.

—Sí.

Noto en su forma de contestar que se está poniendo muy nerviosa. Yo también lo estoy. Una mala pisada de Alexandria sobre una rama, provoca la mirada en su dirección de uno de los cazadores. ¡La ha visto! El hombre levanta la escopeta en silencio, intentando que Alexandria no la oiga. Ya no hay duda: han venido a cazarnos.

Mientras el hombre está intentando asegurar el tiro siguiendo a Alexandria con el cañón de su escopeta, yo me desplazo con velocidad de árbol en árbol hasta que llego a uno muy próximo a él. Calculo un último salto que me lleve del árbol al suelo, justo detrás de su espalda. Son casi más de treinta metros de caída y unos diez en desplazamiento horizontal, pero no me preocupa, mis piernas pueden resistir semejante caída sin problema.

Durante la caída noto la aceleración es muy intensa. El aire mueve mis prendas y sacude mi pelo a toda velocidad. La gravedad de este planeta es un poco mayor que la del mío así que, en este recorrido de distancia, puedo apreciar la diferencia. Contacto con el suelo doblando un poco las piernas para amortiguar la caída, aunque me ha sido imposible no producir un pequeño ruido que hace que el hombre se sobresalte.

Sin darle tiempo a reaccionar, lo cojo por el cuello y lo traigo contra mí con fuerza. Los humanos son algo más altos que nosotros de media. Yo soy un poquito más alta que una chica en la media, por lo que los hombres de esta especie suelen ser más altos que las hembras de mi especie. Un pequeño salto y un movimiento rápido para agarrarlo del cuello y hacerle perder el equilibrio, han hecho que el hombre quede indefenso, sin poder moverse ni zafarse.

—Shhh —le susurro al oído.

El hombre capta el mensaje y no se mueve. El dolor que debe sentir por mi agarre también ayuda. Miro alrededor para ver si los demás se dan cuenta de mi presencia. Las cosas siguen igual. Alexandria parece que también está segura por el momento.

—Abre ese fusil.

El hombre, presa del pánico, tira de la palanca que abre la recámara del fusil. Lo cojo con mi mano izquierda y, utilizando los dedos, extraigo un dardo de ella.

—La próxima vez no seré tan buena —vuelvo a susurrar—. Que tengas dulces sueños.

Después le clavo del dardo en el cuello sin cariño ninguno. Me quedo con él agarrado por el cuello unos breves segundos hasta que noto cómo se empieza a aflojar.

—Cazador cazado.

Unos pocos instantes abro y abro mi mano. El cuerpo del hombre se desploma inconsciente en el suelo.

La Extraterrestre - Infiltrada en el InstitutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora