Capitulo 6

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Capítulo seis.

—Te amo—dijo Piero alargando demasiado las palabras.

—Yo también, ¿puedes ayudar y entrar en el auto por favor?—insistí.

Llevábamos mucho tiempo intentando que Piero entrara a su propio auto, pero cada vez que estábamos casi cerca, cambiaba de idea.

—¿Qué esta haciendo este idiota aquí?—dijo mientras se reía y observaba a Zack.

—Él nos esta ayudando a llevarte a casa, por favor Piero, entra en el auto.

—No necesito ayuda, y menos de él. Bro, vas a tener que retroceder.—dijo acercándose a él.—Tuviste tu oportunidad, ahora ella es mía. Siempre lo fue.

—¿Por qué no entras en el auto?—pregunté.

Piero me robo un beso fugaz de los labios y se tiro en el asiento trasero de su auto. Cuando cerramos la puerta, él ya se había quedado dormido.

—Yo conduciré—técnicamente grité. Zack me miro confundido, y asintió con la cabeza únicamente.

Piero me mataría si al día siguiente se enteraba que Zack había conducido su auto, Holly era algo sagrado para él. Dejar que Zack condujera de seguro lo iba a enfurecer, y cuando se enterase iba a tener un ataque de pánico. Los hombres y sus autos. Encendí el auto. Zack y yo nos hubiéramos ido contra el parabrisas si no hubiéramos traído puestos los cinturones de seguridad. Había pisado el freno en lugar del acelerador. ¿Por qué demonios Piero tenía que tener un auto mecánico y no uno automático? ¿Y por que todas las marchas se habían esfumado de mi cabeza? Solo había tomado dos tragos que Kendall me había dado mientras bailaba con ella. No estaba ebria, pero tenían un dolor horrible de cabeza.

—¿Segura que quieres conducir tu?—preguntó Zack calmadamente.

—Cambio.—dije bajándome del asiento del conductor y pasándome al del piloto.

Zack encendió el auto y acelero. Debido al trafico que había en la ciudad, llegamos a nuestro departamento una hora después de lo normal. Piero no se había despertado en todo el camino. Y el silencio había sido absoluto entre Zack y yo todo el camino.

Cuando Zack estaciono el auto en el estacionamiento subterráneo del edificio, bajé del auto y abrí la puerta trasera del auto.

—Piero, estamos en casa. Vamos, levántate.—dije moviéndolo. Pero no reaccionaba. Volví a intentar pero Piero no se movía.—Por favor, Piero. Vamos.

Su pecho subía y bajaba lentamente, no como cuando dormías. Acerqué mi oreja a su pecho, su corazón estaba latiendo demasiado lento.

—Llama a 911, Zack. Por favor.—le dije a Zack, mientras intentaba que Piero reaccionara. Zack no pregunto, sacó el teléfono de su bolsillo y se alejo para hablar.

Minutos después una ambulancia llego al sótano del edificio. Entre tres paramédicos sacaron a Piero del asiento trasero del auto y lo subieron a la ambulancia.

—¿A que hospital lo están llevando? ¿Puedo ir con ustedes?—pregunté a uno de los paramédicos.

—Es mejor que vaya con su amigo, tenemos que hacerlo reaccionar antes de que suceda algo más grave. Es el Santa Mónica el que esta por la octava avenida. Tranquilícese, todo va a estar bien.—subió a la ambulancia y se alejaron.

No se en que momento había comenzado a llorar, pero mis mejillas estaban húmedas y podía sentir las lagrimas cayendo. Zack tomo mi mano y me dio un fuerte apretón.

—¿Puedes llevarme al hospital, por favor?—pregunté.

—Seguro.—dijo envolviéndome en sus brazos.

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