Capitulo 22

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Capítulo veintidós

— Creo que ahora es nuestro turno—susurró Piero en mi oído apenas salimos de la cocina.

Él estaba sentado en el sofá, mientras Sean estaba muy concentrado jugando tenis en el Wii. En cuanto se dio cuenta de que estábamos ahí, dejó el mando de la consola en la mesa de centro. Me dedicó una sonrisa de oreja a oreja y me abrazó, apartando a Piero.

—Siempre he querido tener una sobrina. Y debido a lo amargado que es mi hermano, pensé que no iba a existir mujer lo suficientemente valiente como para tener algo más con él que un acostón de una sola noche. Sin ofender, hermano. —dijo esto último sonriéndole burlonamente a Jordan.

—Como sea, ellos realmente no quieren pasar tiempo contigo, Sean. —dijo Jordan sentándose en el enorme sofá negro de la sala. —Dudo que alguien quiera.

—Eso es bullying, Jordan. Le voy a decir a mamá. —Jordan le viró los ojos y lo ignoró.

Piero volvió a posar su mano sobre mi cintura, atrayéndome más a su cuerpo. Aun teníamos cosas que hablar él y yo, a solas. Entrelacé mis dedos con los de él, y le di un fuerte apretón.

—Gracias por traernos, Jordan. Tenemos que irnos. —dije.

—De acuerdo. —se levantó del sofá dejando el periódico que tenía en la mesa de centro. —Vamos.

Salimos de su mansión, llamó al hombre gigante que iba vestido de negro, solo con una seña con la mano. Le indicó que nos debía llevar de vuelta a la escuela a mí y a Piero, para que recogiéramos nuestro auto, y que se asegurará de que lleguemos sanos y salvos a nuestro departamento.

El musculoso hombre asintió con la cabeza y abrió la puerta del Range Rover negro, permitiéndonos entrar. Manejaba a una velocidad prudente, ni muy lento como una abuela, ni tan rápido como Jordan.

Esta vez me dio tiempo de memorizar y apreciar el camino, estaba muy alejado de la ciudad. Ahora entiendo porque tomamos una de las carreteras. Estábamos tan lejos, que podía oler el olor a mar que probablemente estaba a pocos kilómetros de donde estábamos.

A Jordan aun le faltaba contarme a qué se había referido con la "verdad completa" ya que aún no lo había hecho. Y la curiosidad me estaba matando, porque tenía muchísimas versiones que creaba antes de irme a la cama durante estos últimos días.

—Estamos aquí, estamos en casa. Nuestra casa. —susurró Piero en mi oído.

{...}

Realmente estaba fuera de forma.

Me di cuenta de eso cuando terminé exhausta después de haber dado la quinta vuelta alrededor del campo de futbol. Bueno, en realidad fueron solo tres. Las otras dos comencé a caminar y movía los brazos para que el profesor pensara que estaba corriendo, cosa que hacía en cada clase.

Me arrepentía totalmente de no haber seguido a Kendall a las inscripciones al club de animadoras. A pesar de que la molestaba todo el tiempo diciéndole que dar piruetas en el aire no era un verdadero deporte—aunque pensaba todo lo contrario, ya que yo ni en un millón de años iba a poder hacer eso—seguro era menos agotador que correr con los rayos de sol en tu cara.

Piero me dedicó una sonrisa de oreja a oreja, cada vez que se encontraba con mi mirada, mientras hacía abdominales en el campo de futbol.

Le había prometido no ocultarle nada, por más malo y bueno que sea, tenía que decirle. Y realmente él tenía razón. No sé cómo me sentiría si él aun siguiese viendo con una de sus ex, pero estoy segura que no me gustaría para nada.

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