I

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Girando y girando en el creciente círculo
El halcón no puede oír al halconero;
Todo se deshace; el centro no puede sostenerse;
Mera anarquía es desatada sobre el mundo,
La oscurecida marea de sangre es desatada, y en todas partes
La ceremonia de la inocencia es ahogada;
Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores
Están llenos de apasionada intensidad.

"La Segunda Venida", de William Butler Yeats

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Se suponía que debería de sentir calor. Se suponía que debía de sentir el agua ardiendo contra su piel, gota por gota, como si el mismo sol se estuviera derramando contra su espalda. Se suponía que debía de sentir algo pero Lydia Martin ya no sentía nada. Por eso había sido ingresada a Eichen House.

—Ya fue suficiente, andando —le dijo la enfermera que la supervisaba. Probablemente tenían a una vigilándola por si intentaba suicidarse. Cómo si tuviera las fuerzas suficientes para hacerlo—. No te creo lo de tu estado catatónico, no creas que voy a bajar la guardia. Sé que puedes oírme —Perdida, perdida, perdida—. Mírame cuando te hablo. ¡Dije que me mires!

La enfermera fue hasta Lydia, quien se estaba duchando. Gotas caían. No importaba. Perdida. Rota.

—¡Lydia! —la enfermera la obligó a verla, tomándola de la cara pero la mirada de Lydia estaba completamente perdida.

Caminaba, caminaba, caminaba. ¿A dónde iba? ¿Acaso importaba? El cabello húmedo le caía por los hombros. Tendría que tener frío pero no tenía nada.

—¿Está bien? —le preguntó un enfermero a la mujer que cuidaba de Lydia. Sonaba preocupado.

—Está bien. Es parte de un acto. Solo es una actriz dedicada —enfatizó ella. No sabían que dentro de esa escultura rota que tenía el nombre de Lydia estaba la verdadera Lydia, ansiosa por salir pero al mismo tiempo paralizada—. Sube la dosis a tres mililitros. ¿Quiere catatonia? La tendrá.

—Perdón por esto, Lydia —le dijo el enfermero una vez que la otra se había ido—. Ella no es la enfermera más gentil. Pero yo puedo ser gentil —Qué raro. Podía sentir sus dedos subiendo por su brazo, sugiriendo un toque que le revolvía el estómago y la hacía querer devolverlo todo. Sin embargo, al mismo tiempo, no sentía nada—. Prometo ser gentil.

La aguja se clavó en su piel.

—Estás bien, Lydia. Perdón por eso, no podía encontrar la vena —sacó la jeringa del brazo de la chica—. Lo haré otra vez —La aguja volvió a clavarse. Lydia no se movió. La quitó—. Yo tendré... tendré que buscar una vena más grande.

Lydia no parpadeó siquiera cuando el enfermero volteó su cara y mostró intenciones de volvérsela a clavar. Dentro de su cabeza, estaba gritando. En medio de ese grito permanente, escuchó una voz hablándole, "Grita más fuerte". Así que lo hizo. Porque esa voz, era la de Hannah.

Claro que un grito de Lydia no era un grito común y corriente. Era el grito de una Banshee.

Fue tan fuerte su grito que hizo que todo su cuerpo se enderezara y los focos estallaran. Incluso mandó volando al chico unos cuantos metros.

"Ahora corre", dijo la voz. Así que Lydia lo hizo.

Lydia abrió la puerta y salió corriendo al pasillo, donde dos guardias la acorralaron.

"Pelea. Me has visto haciéndolo. Parrish te ha enseñado. Pelea", le ordenó Hannah en su cabeza. Así que Lydia lo hizo.

Como si algo se hubiera apoderado de ella, pateó al primer guardia y lo tiró al suelo, luego con el siguiente soltó un grito mientras lo empujaba, haciendo que su fuerza se incrementara aún más, lanzándolo por los aires.

Breaking /Teen Wolf |running#4|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora