Carta 1

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Historia autopublicada el 24/08/2018




El pasar de los carros, el murmullar de la gente y la guitarra electroacústica de Manuel era todo lo que Ágata podía escuchar en el agradable ambiente del centro de San Luis, Argentina. Ella se dejó seducir por la tenue voz de un joven parado en una esquina haciendo música, quien intentaba ganarse la vida y recolectar dinero para su próximo viaje.

Varias monedas sonaron juntas al caer en el estuche de aquella guitarra, el joven hizo una pequeña venia agradeciendo a la mujer que las había depositado y, por primera vez, sus miradas se cruzaron levemente haciendo interferencia tan solo por un par de segundos antes de que la mujer siguiera su camino.

Manuel llevó sus ojos hasta el estuche y notó una novedad: una pequeña hoja doblada que se asomaba en medio de las monedas y los billetes arrugados.

Finalizando el día, Manuel recogió todas sus pertenencias, abrió el papel y lo leyó:

«Admiro tu trabajo, tienes talento. Ánimo, sigue así y alcanzarás tus sueños.»

Había sido un largo día para él, no fue mucho el dinero que reunió. Pero aquella nota logró subir su estado anímico en cuestión de segundos, haciendo que esbozara una sonrisita y pensara que de alguna forma valdría la pena seguir intentando, en todo caso llevaba tan solo dos días en la ciudad.

El hostal en el que se estaba quedando, era familiar y atractivo, no pagaba mucho, pero a su opinión, la atención era excelente; la habitación tenía un baño, una cama sencilla, una mesita de noche con una lámpara y un aromatizante de canela, era lo único que detestaba de aquel lugar; el olor le recordaba su alergia. De todas formas escogió esa habitación porque desde la ventana podía observar con claridad a la luna, su mayor obsesión.

En la noche, cuando llegó a su cuarto, encendió la luz, cerró la puerta, descargó en el piso la guitarra; y sólo entonces se sentó en la cama, sacó su libreta, y con la cabeza casi llena de preocupaciones comenzó a escribir:

Noviembre 2, Gibosa creciente.

Mi querida Luna:

Hoy fue un día bastante complicado aquí en San Luis. Mis ahorros se están acabando y lo que reuní haciendo música, apenas me alcanzó para la comida del día. Si las cosas siguen así, creo que pronto voy a tener que buscar otras alternativas; con eso me refiero a que tal vez trate de encontrar empleo lavando platos en algún restaurante o hasta podría trabajar recogiendo basura y aseando las calles de la ciudad. No importa que me toque quedarme aquí más tiempo del planeado.

Al medio día una mujer me oyó tocar la guitarra y se acercó para darme algunas monedas, pero no fue el dinero lo que me alegró, sino la nota que me dejó. Ella era joven, de piel trigueña y cabello crespo. No digo que sea algo extraño, pero tampoco es usual, porque desde que salí de Colombia, nadie nunca había hecho algo parecido y eso me llamó la atención, su mirada era muy diferente a la de las demás.

Sinceramente, algunas veces extraño la comodidad de mi casa en Colombia. Aun así, no me arrepiento de haber salido, sólo espero que mañana sea un mejor día. Por favor, deséame suerte.

P.D: Hoy estás hermosa, igual que siempre.

Por siempre tuyo,

Manuel.

Al cerrar su libreta, se asomó por la ventana. Dentro de él deseaba ver árboles en vez de edificios; deseaba escuchar el arrullador sonido de una quebrada, en lugar de autos andando y pitando; pero mirando a la luna, más que nada, deseaba verla de cerca y no de lejos.

Así terminó su largo día, deseando lo que no tenía y echando de menos lo que tuvo alguna vez.

Cartas a la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora