Carta 2

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Noviembre 3, Gibosa creciente.

Querida Luna:

Hoy fue un día maravilloso. La mujer trigueña que vi ayer en la calle, volvió para verme tocar, pero esta vez se me acercó y me dijo que le encantaba mi voz y que soy realmente bueno con la guitarra. Quizás tú hubieras dicho lo mismo.

También me dijo que tiene un bar y que le gustaría que mañana tocara ahí, lo cual me pareció muy amable de su parte. Creo que será una buena oportunidad para darme a conocer de una mejor forma y conseguir más dinero, pues dijo que me pagaría. Aunque habla muy bien el español, noto que tiene un acento que pareciera que fuese de Brasil. Estoy seguro de que, como yo, tampoco es de por acá.

Por otra parte, hoy vi un Volkswagen de viajeros que tenía un hermoso dibujo de montañas y un camping en medio de un bosque que estaba en un semáforo. A veces desearía tener algo así, de seguro no gastaría tanto en hospedaje, pero es que aquí en la ciudad es muy difícil encontrar una buena zona dónde acampar.

Y hablando de dinero, hoy conseguí mucho más que ayer, lo cual fue bueno, pues podré ahorrar más para el pasaje a mi próximo destino.

Me siento emocionado por el día de mañana, hace bastante no toco en un bar. Por supuesto, los nervios nunca faltan, pero es algo que me encanta. Yo sólo espero, y me encantaría, que estés ahí arriba viéndome tocar en ese pequeño escenario. Sé que el mundo es enorme y yo soy muy pequeño e insignificante como para que te fijes en mí, aun así sabes que soy tu mayor admirador.

PD: Estás casi llena, lo que me fascina, por el hecho de que te ves bellísima. Sé que mañana será una noche genial.

Por siempre tuyo,

Manuel.

Al terminar su carta, se sintió vacío. Sintió un agujero negro en su interior que le succionaba lo esencial de su vida. De repente se dio cuenta de que lo que tenía ya no le bastaba y que desde hacía un tiempo sólo se la pasaba anhelando lo imposible: tener a la luna cerca.




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