Constelaciones

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[La canción sólo la dejo porque la escuché mientras escribía este capítulo, e igual ambienta chido].

Solían separarse a la mitad del camino para, cada quién, ir caminando a su respectivo hogar, pero esa noche no fue el caso. Ambos iban caminando de la mano a casa de Tsukishima Kei.

—Tsukki, hace mucho frío, ¿seguro que es buena idea ir a tu azotea ésta noche? — Cuestionó el más bajo, llevándose su mano libre, en puño, a la boca para soplar un poco de su aliento tibio en ésta.
—No te preocupes por eso, Yamaguchi. — Se limitó en palabras y, aunque Tadashi quería preguntar más, se reservó sus dudas para cuando llegaran a casa.

Pasaron unos cuantos minutos antes de que ambos jugadores de Karasuno llegaran a la residencia Tsukishima. Los dos pasaron y dejaron sus zapatos en la entrada.
Yamaguchi ya había ido a casa de su amigo innumerables veces, pero siempre se sentía nervioso al encontrarse en aquel lugar rodeado, impregnado, de lo que hacía y era Tsukki desde pequeño.
Tsukishima anunció su llegada y se dirigió a su habitación con Yamaguchi casi pisándole los talones. Dejó que entrara el más bajo primero y cerró la puerta a sus espaldas, dejó su mochila y se sentó en la orilla de la cama. Yamaguchi también dejó sus cosas a lado de las de Tsukki y caminó hasta estar frente a él, mirando por sobre su hombro la ventana del mayor donde podía admirar el cielo nocturno. Kei aprovechó la distracción y tomó cuidadosamente ambas manos del joven con pecas mientras alzaba la cabeza para poder apreciar su rostro. Este contacto hizo que Yamaguchi voltease casi al instante y mirara aquellos ojos dorados tan profundos tras los cristales de las gafas; ojos que no podía dejar de apreciar y que lo llenaban de dudas, de incertidumbre. Se sentía atrapado en esa mirada y, nuevamente, sintió que un calor inundaba sus pequeñas pecas sobre las mejillas y la nariz. Yamaguchi se había quedado congelado. El rubio de ojos claros, por supuesto, notó que la situación se estaba convirtiendo un poco tensa para el menor.

Era extraño que Tsukishima diera el primer paso con Tadashi, hasta a él mismo le sorprendía. Pero debía ser el brillo de la luna sobre el rostro de Tadashi lo que había motivado al más alto a pasar esa noche juntos. Quizá siempre lo desea, y esa sólo era una excusa.

Kei dejó las manos de Tadashi para llevar las propias a la espalda baja de éste, y atraerlo lentamente hacía sí. Recargó su frente en el abdomen de Yamaguchi mientras éste colocaba sus manos en la cabeza ajena, acariciándola, enredando sus dedos en el cabello suave y claro de Tsukki.

—Tsukki...—Susurró Tadashi sin dejar de acariciar la cabeza del rubio. — Vamos a ver las estrellas, Tsukki.
— Quiero verlas en ti. — Respondió el más alto, también en un susurro.
— ¿Cómo?, ¿qué dijiste, Tsukki? — Yamaguchi no había escuchado bien, o pretendió no haberlo escuchado bien. No le gustaba que sus oídos le jugaran bromas así, porque hacían que el corazón se le quisiera salir del pecho.
— Quiero ver todas tus estrellas, Tadashi... — Tsukishima raramente le llamaba así, se sentía todo más íntimo, más cálido. Todo era tan especial cuando lo llamaba así.
Ya a estas alturas, por supuesto, Yamaguchi sabía a qué se refería Tsukki, pero no podía responder tan fácilmente a ello. No sabía qué hacer ni qué decir. Y no hizo falta que hiciera o dijera algo, pues fueron las manos de Kei las que, desde la posición donde las tenía, comenzó a deslizarlas hacía el frente de la sudadera del menor. Se puso de pie, imponiendo su enorme estatura ante Tadashi, quien había dejado caer las manos a los costados. La diestra del más alto había comenzado a subir hasta el cierre de la sudadera para deslizarlo lentamente, mientras su mirada se mantenía en aquellos ojos oscuros (y nerviosos, sobre todo) que oscilaban entre su rostro y el piso, aunque poco tardó en distraerse por culpa de esas bellas pecas que adornaban las mejillas de su mejor amigo.
Tsukishima había terminado de quitarle la sudadera a Tadashi, por lo que continuó con despojarse de la propia rápidamente.

Yamaguchi tenía los brazos un poco delgados, y donde terminaba la manga de su playera se comenzaban a asomar un par de manchitas que, sabía muy bien Tsukki, marcaban el inicio de varias constelaciones en su espalda.
Kei no pretendía perder el tiempo en contar las estrellas del cielo, para él, lo más conveniente, era llegar a un número aproximado de las que Yamaguchi podría tener en su cuerpo. Comenzó por tocar aquellas pequeñas pecas en los brazos de Tadashi, mientras éste último se estremecía al contacto, pero sus manos también querían sentir la calidez del más alto, así que llevó ambas al rostro de Tsukishima.
— Tsukki... — Susurró para finalmente cerrar suavemente sus ojos y llevar sus labios al encuentro con los de Tsukishima. Beso que fue bien recibido, pero haciendo que las acciones del mayor cambiaran de ritmo. Pues la distancia ahora era mínima y sus brazos largos habían impedido que sus manos siguieran tocando las pecas que comenzaba a contar. Pero no era un impedimento para él. Lo solucionó velozmente: había rodeado la cintura del más bajo, comenzando a meter lentamente las manos debajo de la playera de Tadashi, acariciando su espalda.
Yamaguchi no podía evitar estremecerse por las caricias de su amigo que, por instinto, hacían que acortará más la distancia que había entre ambos cuerpos.
Mientras tanto, el beso se intensificaba. Ambos ladeaban la cabeza y Yamaguchi había dejado entreabrir sus labios por la lengua de Kei, dejándole entrar libremente en su boca, donde comenzó a juguetear un poco con la de él.

El calor de ambos no hacía más que aumentar a medida que las caricias en el rostro de Tsukki y en la espalda de Yamaguchi, y aquel beso, se intensificaban. Al poco tiempo, la necesidad de aire se hizo presente y deshicieron el beso, acción que Tsukishima aprovechó para sacarle la playera a Tadashi.
— Amo esta vista... — Dejó expuesto, ante él, esas constelaciones que tanto le fascinaban. Sobre los hombros de Yamaguchi, un poco sobre su pecho. Pero sabía que no era la mejor vista que podía tener de esa galaxia, sabía que aún podía descubrir más.
—... Tsukki, eso es... —comenzó a decir el menor, completamente sonrojado. —...vergonzoso. Deja de verme tanto... — En realidad, disfrutaba que lo viera, disfrutaba el hecho de que el más alto amara esas pecas que no siempre a él mismo le habían gustado. Pero que sólo lo viera hacía que se sintiera distante y quería acabar con eso, y con un ágil movimiento se encargó de deshacerse también de la playera que diferenciaba el estado de ambos, entonces volvió a romper la distancia y abrazó con fuerza al rubio, haciendo que su piel entrara en contacto directo con el tibio cuerpo del otro. Tadashi retomó el beso, no sin antes susurrar suavemente un "—Te quiero, Tsukki..." sobre los labios suaves que pretendía comer esa noche. 

Tsukishima y las Estrellas en YamaguchiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora