Tan hermoso como la luna

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Ante aquella lenta y tortuosa acción que cometía Kei sobre su miembro, Tadashi no podía hacer más que mover la cadera para tratar de marcar un ritmo más acelerado en la fricción. Tsukishima comprendió por completo aquel intento desesperado del menor por conseguir más atención en su cuerpo, y no tardó en complacerle, aumentando la velocidad en la masturbación.
—...Tsukki, yo también... quiero ha-... hacerte sentir... bien. — Susurró Tadashi entre gemidos, aun cerrando los ojos con fuerza.
Kei se había sorprendido un poco de esa respuesta. Claro que adoraba hacer sentir bien al menor, pero esa noche no tenía contemplado recibir alguna recompensa. No pudo evitar sonreír un poco.
Yamaguchi, con un poco de ayuda del rubio, había logrado quedar sobre éste. Deben conseguir una imagen certera de la mirada completamente iluminada de Tsukki, al estar acostado, mirando hacia arriba, logrando ver sus estrellas que, al no llevar puestos sus lentes, conseguían el efecto de brillar un poco más. Eran pocas las salpicaduras hermosas que Yamaguchi tenía sobre su pecho, pocas comparadas con las de su espalda; pero aquel cuadro que pintaba era el más hermoso, con sus mejillas totalmente encendidas y su mirada decidida, eso definitivamente, era una de las cosas que más apreciaría en la vida.
Fue entonces cuando Kei se atrevió a llevar ambas manos a la cintura del menor, subiéndolas lentamente por sus costados y terminó en su abdomen que acarició con delicadeza.
— Tadashi, eres perfecto. —Susurró suavemente y, por supuesto, como no estaba acostumbrado a decir aquella clase de cosas, rápidamente desvió la mirada hacia su costado.

Lo único que el mayor conseguía era hacer que el corazón de Yamaguchi casi se le reventara. Y aquellas palabras le habían servido para motivarse a hacer sentir de lo mejor a su amado Tsukki.
Lentamente, el joven de pecas, descendió entre besos y lamidas por el cuerpo de Kei hasta llegar al borde de su ropa interior donde, con sus dedos, jugueteó un poco con el resorte mientras lamía la línea que marcaba uno de sus oblicuos; acto que al rubio enloquecía, lo había hecho echar la cabeza hacia atrás y acariciar la obscura cabellera de Tadashi.
El menor consiguió despojar a Tsukki de su ropa interior y tomó con ambas manos el miembro que había dejado expuesto, acción que hizo estremecer al mayor. Yamaguchi acariciaba tímidamente aquel falo erecto entre sus manos y comenzó a probarlo desde la base, con la su lengua, lamiendo hasta la punta de la extremidad.
Tsukishima había comenzado a morderse el labio inferior para ocultar un par de gemidos provocados por el contacto húmedo de la lengua de Yamaguchi. También, aunque suave, había empezado a mover la cadera para conseguir mayor contacto; deseo que fue concedido por el menor al llevarse el miembro ajeno a la boca, cubriéndolo casi por completo, comenzando un vaivén y succionando un poco de vez en cuando. Kei ya no podía contenerse más, mordía su labio inferior con fuerza y movía cada vez más rápido su cadera.

—Ven acá... — Dijo Tsukki, jalando del brazo al más bajo, consiguiendo que se situara sobre su cuerpo, como inicialmente estaba para tomarlo de nueva cuenta por los costados; mientras tanto Yamaguchi se limpiaba un poco la boca con la diestra, pero el miembro de Tsukishima rozando su trasero lo distrajo por completo no pudiendo evitar echar su torso hacía adelante, provocando que Tsukki lo abrazara sin detener aquellos movimientos pélvicos, tan sensuales, que hacían casi gritar a Tadashi.
Un sutil "shh" salió de los labios del mayor para, posteriormente, atrapar el labio inferior del más bajo suavemente con los dientes. Yamaguchi, con esto, comenzó a reprimir un poco sus jadeos, pero eso sólo provocaba que su cuerpo quisiera más. No dejaba de mover la cadera para provocar más el roce entre su trasero y el miembro ajeno, también aprovechaba el movimiento para que su propio falo tuviera fricción con el vientre de Tsukki.
Al cabo de un par de minutos, que habían parecido eternos, Yamaguchi besó con ternura los labios de Tsukki para reincorporarse, quedando sentado sobre el vientre del rubio. Llevó una mano tras de sí para tomar el miembro ajeno y acariciarlo suavemente, mientras se llevaba dos de sus dedos a la boca para llenarlos de saliva. Posteriormente dirigió esos dos dedos a su entrada, metiéndolos lentamente, acto que Tsukishima contemplaba desde su posición relamiéndose los labios.

Kei tampoco podía más, amaba incondicionalmente al chico de pecas tierno y despistado, pero Dios, esa imagen tan sensual de Yamaguchi era completamente exquisita. Por esta y más razones, Tsukki no se contuvo de agarrar los glúteos del menor, apretándolos un poco en lo que se deleitaba con su preparación.
Una vez dilatado lo suficiente, Yamaguchi dirigió el miembro de Tsukki a su entrada, con cuidado, introduciendo lentamente la punta.
—Hmmg... Tsukki... Tsu-kki —Lograba pronunciar el nombre de su amigo entre jadeos mientras se introducía lentamente ese falo de tamaño considerable. Habiendo terminado de meterlo por completo, esperó unos momentos para acostumbrarse a la intromisión.
—Está... tan apretado. —Afirmó el chico rubio comenzando a moverse sin permiso del menor, por lo que éste último dejo escapar un gemido bastante fuerte y lleno de placer, al sentir como el miembro salía un poco para volver a tocar hasta su fondo.
Tadashi lo disfrutaba bastante así que comenzó a subir y bajar sobre la pelvis del rubio para seguir su ritmo, mientras Tsukki aprovechaba la concentración que tenía en su movimiento para llevar una mano a su miembro desatendido y comenzar a masturbarlo al ritmo de sus estocadas igualmente.

Al pasar poco tiempo la velocidad de ambos iba en aumento, al igual que sus jadeos y excitación. Con un repentino movimiento Kei salió del cuerpo de Tadashi para colocarlo bocabajo en la cama con la cadera alzada, lo tomó de ésta y volvió a penetrarlo rápidamente.
Yamaguchi mordía la almohada que tenía cerca y apretaba las sábanas con ambas manos. Tsukishima volvió a llevar sus manos a sus glúteos para apretarlos un poco y conseguir empujar el trasero del menor contra su pelvis, logrando penetrar más profundo.

— ¿Se siente bien, Tadashi? —Cuestionó el mayor ya con el sudor empapando a ambos. Yamaguchi ni siquiera podía lograr articular palabra alguna, pero asentía un par de veces y, entre sus fuertes gemidos, se distinguió algo parecido a un "ahám" dicho entre dientes y en la almohada.
El menor ya estaba en su límite. Llevó su mano a su propio miembro para estimularlo unas últimas veces, al cabo de unas cuantas estocadas más, Tadashi se corrió en su mano, dejando escapar un último gemido prolongado, que fue como música para los oídos de Tsukishima, quién, por la contracción en el interior del menor y su dulce voz resonando dentro de sus oídos, se corrió también terminando dentro.

Yamaguchi dejó caer por completo su cadera, con la respiración completamente agitada, los ojos cerrados y, en efecto, la cara completamente roja. Porque había vuelto en sí, y había regresado su vergüenza un tanto multiplicada por los hechos. Estaba infinitamente feliz, pero quería esconder su rostro bajo las almohadas.
Por otro lado, el más alto, salió con cuidado del interior de su amado con pecas y se recostó a su lado, quedando del costado al que Yamaguchi volteaba. Se quedó mirándolo y notó unas pequeñas lágrimas a punto de salir de los ojos del menor, lo que hizo que abriera un poco más los ojos de lo normal.
— ¿Qué pasa?... ¿por qué lloras? — ¿Qué había hecho mal?, ¿lo habría lastimado? Era lo que se preguntaba Kei en el momento, llevando una de sus manos a la mejilla de Tadashi, limpiando las lágrimas que comenzaban a caer hacía sus pecas.
El menor negó y cerró un momento los ojos. —Estoy muy feliz, Tsukki... —contestó en un susurro casi inaudible. Y la respuesta le sacó una gran sonrisa al rubio, de esas que casi no mostraba más que a Tadashi.
El menor abrió los ojos aún con lágrimas, alcanzando a ver aquella hermosa y brillante sonrisa, que incluso competía con la belleza de la luna de aquella noche.
Kei se acercó un poco más a su menor para acurrucarlo entre sus brazos y besar con el más sincero cariño su frente, su nariz y por último sus suaves labios.

—Te amo, Tadashi... —

Y eso fue lo último que se dijo aquella noche entre más sonrisas, más caricias llenas de ternura y besos, por supuesto.

Tsukishima y las Estrellas en YamaguchiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora