La mejor vista del universo

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Kei acopló perfectamente su cuerpo al del menor, continuando aquel beso lento, tierno; que al igual despertar el deseo, despertaba todo el cariño que en ellos se acumulaba cada día.
El rubio comenzó a retroceder un paso, sin dejar de besar a Yamaguchi, quedando más cerca de su cama. Se sentó lentamente, atrayendo al otro hacía su cuerpo. Terminó por echarse de espaldas a la cama, quedando con el menor encima, sin haber deshecho el beso ni un solo segundo.
Todo el cuerpo de Tadashi estaba impaciente, demasiado exaltado; comenzaba a gemir un poco entre el beso, sintiendo su corazón al borde del colapso. Sentía que cada milímetro de su ser era encendido por el sólo hecho estar con Tsukki, de poder besarlo, tocarlo; su aroma, su calor, la suavidad de su piel, los latidos de su corazón. Estar entre los brazos de Tsukki se sentía como estar en el cielo.
Una pausa en el beso trajo a Yamaguchi de vuelta a la realidad, miró confundido al más alto alzando ambas cejas.

—Yamaguchi... recuéstate boca abajo, por favor. — Era una orden y una petición, de esas cosas que sólo Kei le decía a Tadashi.
El joven de mejillas salpicadas por tiernas pecas se quedó confundido, pero al sentir a Tsukishima moverse para ayudarlo a bajarse de su cuerpo, accedió. Para esto Tsukki debió bajarse de la cama, dejando a Yamaguchi recostarse solo en su cama boca abajo, usando sus brazos para atrapar una almohada entre ellos y dejar descansar su cabeza en ella. Aún tenía demasiada vergüenza, aun así se volteó para mirar al mayor de pie ante la cama. Y si no lo hubiera hecho, no habría testigo de los ojos más brillantes que había mostrado Kei hasta ese entonces.
Yamaguchi había quedado mil veces más enamorado de esos ojos dorados que brillaban bajo la tenue luz de la habitación. Mientras, Tsukishima había quedado incluso cien mil veces más enamorado de la espalda de Yamaguchi. Sí, esa era la mejor vista para él; allí estaba la vista perfecta de su cielo nocturno. Podía ver casi por completo todas las estrellas, estrellas que iluminaban su mirada.
El rubio de gafas no pudo evitar sonreír ante ese paisaje tan hermoso, incluso había un pequeño color rojo sobre sus mejillas, que su piel pálida no podía ocultar. Tsukishima se posicionó sobre el menor, sobre sus piernas, y se inclinó lentamente para ir acercando el rostro a la espalda de Yamaguchi, éste último sintió como si una descarga eléctrica le recorriera toda la espalda con sólo el aliento que le rozaba la piel y, cuando los labios de Tsukki llegaron por completo a besar aquellas estrellas, no pudo evitar arquear un poco la espalda y cerrar los ojos fuertemente.
Kei había colocado las manos en la cintura de Tadashi, mientras seguía besando las pecas que adornaban sus omoplatos y sus hombros, besos que, de a poco, se transformaban en pequeñas mordiditas alternadas con lamidas. Yamaguchi ya no podía contenerse, los gemidos se le escapaban de la boca sin permiso, quería voltearse y besar nuevamente a Tsukki, pero al mismo tiempo deseaba sentir esos labios besándole toda la espalda.
El más alto se encontraba ya en el cuello de Yamaguchi, besando esta zona lentamente, subiendo de a poco para llegar detrás de la oreja del menor.

—Tsu...Tsukki...— Consiguió decir Tadashi, entre gemidos, ladeando un poco más la cabeza para brindarle mayor espacio al rubio.
— ¿Qué sucede? —Cuestionó el más alto sin dejar de besar detrás de la oreja y el cuello del menor. No recibió respuesta, pero las acciones del chico que tenía debajo hablaban por sí mismas; estaba llevando sus manos a la cremallera de su pantalón mientras alzaba su cadera para conseguir bajarla.
Tsukishima no tardó en reaccionar y dejó de aprisionar demasiado al más bajo para ayudarle a bajar sus pantalones lentamente, y aprovechó el paso para acariciar sus piernas. Tadashi no soportaba estar sin hacer nada, así que se giró sin más dejando a Tsukki entre sus piernas quedando frente a este. Rodeo su cuello con sus brazos y lo atrajo directamente a un beso apasionado que fue bien recibido.
Las gafas del rubio comenzaban a ser un estorbo para Yamaguchi, por lo que se alejó brevemente de los labios de Tsukki para retirárselos rápidamente y volver a lo suyo. Kei estaba un poco sorprendido, pero ni de chiste iba a renegar; correspondió como era debido mientras comenzaba a quitarse su propio pantalón. Una vez logrado esto, bajó su cadera completamente haciendo que su entrepierna rozara con la ajena causando que ambos se estremecieran. Yamaguchi había comenzado a morder suavemente el labio inferior del dueño de los ojos dorados y a gemir entre el beso, lo que encendía de sobremanera al rubio provocando que moviera la cadera con mayor precisión para conseguir contacto entre ambos cuerpos.

Kei había comenzado a descender lentamente sobre el cuerpo de Tadashi, repartiendo besos por su cuello, sus hombros y clavículas hasta llegar a sus pezones, comenzando a lamer uno de ellos, mientras una de sus manos descendía más hasta llegar a la entrepierna del menor, comenzando a tocar sobre la tela de su ropa interior. Yamaguchi no dejaba de jadear y estremecerse bajo Tsukishima.

—Ah~ Tsukki... no muerdas. —Tsukki había recibido esta respuesta porque había comenzado a morder un poco fuerte uno de los pezones de Yamaguchi, causando que el pelinegro llevara una mano hasta su rubia cabellera y tirara un poco de éste.
— ¿No te gusta?
— S...sí. Pero no tan... fuerte. — Yamaguchi había logrado contestar entre los gemidos que eran provocados por la mano del rubio, la cual había sacado su ropa interior de un solo movimiento, comenzando a masturbarlo lentamente.
Tsukki hizo caso y dejó los pezones del menor por la paz, volviendo a sus labios, ahogando los gemidos que salían de su boca.
Yamaguchi ya no podía soportar esa lenta tortura, quería tocar a Tsukki, quería sentir más y más a Tsukki.

Tsukishima y las Estrellas en YamaguchiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora