Duda existencial.

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El aire se colaba por la ventana donde Becca veía el paisaje hacia Wolf Trap. No solía poner atención a lo que veía, más bien parecía disfrutar de agregar o quitar cosas del paisaje, o simplemente pensaba en otras cosas, ahora no podía parar de pensar en que pasaría al llegar a la escuela en lo que ahora era menos de una semana. ¿Las personas se alejarían con miedo de ella así como sus pesadillas? ¿La rechazarían? ¿Se darían cuenta que es otra persona?

Sentía que en cualquier momento su reflejo cambiaría y que no sería ella, aunque no entendía bien a que se refería ella misma con eso. La gente suele decir que una persona nunca conoce a otra persona, pero entonces ¿qué aseguraba conocerse uno mismo a la perfección?.

-¿Se siente bien?- preguntó el chófer sin quitar la vista del camino. Peter estaba tan acostumbrado a la presencia de la voz de la joven que sabía perfectamente que si esa voz no se escuchaba era porque algo no estaba bien o porque se había cansado de hablar, pero Becca no había siquiera saludado como era su costumbre.

-Para nada...-dijo con un tono casi normal, para Peter parecía más un suspiro.- ¿Sabes? aún no entiendo porque sigues trayéndome de aquí para haya... tengo suficiente edad para tomar un taxi o conducir...

-Ya ha hablado con sus padres y sabe la respuesta.

-Si, si, se preocupan por lo que me pueda pasar fuera de casa.- Su tono era de cansancio, burlón, ella se sentía bastante asfixiada por sus padres sobreprotectores. Tan sobreprotectores que no habían permitido que la expulsaran de la escuela aún cuando ella había apuñalado a un chico en el ojo- Podrías chocar, podrían chocarte, el auto podría tener una falla y volcarse por alguna extraña razón, quedarse sin frenos... no entiendo qué les preocupa.

- Más que preocuparse, creo que así podrían culpar a alguien que no sea a ellos mismos o a usted.

- Eso si tiene sentido.

Peter trabajaba con ellos desde al menos cinco años, para Becca no solo era un chofer, era casi un amigo, casi, porque no eran realmente cercanos, no hablaban mutuamente, ella no lo conocía, era más como alguien quien escucha y luego solo dice algo que es obvio.

- ¿Le apetece ir a algún lado antes de llegar a casa?

- ¿Tengo cara de querer estar fuera de casa?

- Tiene cara de querer matar a alguien. ¿No le sirvió ir con el conde?

- ¿Le conoces? Apuesto a que si te escucha alguien decirle así te cortaran la cabeza. Estoy casi segura que el mismísimo doctor Lecter sería el verdugo.

Peter rió, lo que hizo sonreír a Becca.

- Sólo lo conozco de vista. A diferencia de usted, mi trabajo me obliga a acompañar a sus padres a los eventos de música, caridad o donde quieran. Ese hombre tiene un porte único, de la realeza.

- ¿Eso te llevó a llamarlo "conde"?

- Para nada, ha sido su madre quien le bautizó de esa manera. Creí que sabría y por eso utilicé el seudónimo.

La joven sonrió y puso los ojos en blanco. Claro, ¿Quien si no su madre pondría ese tipo de sobrenombres? O quizá lo había escuchado en alguna reunión, la gente que se juntaba con sus padres eran a veces muy habladores, demasiado para su gusto y eso ya era demasiado, pues ella misma solía hablar hasta cansarse. Pero esa gente, hablando de otros, sobre sus aspectos, y eso de "Conde Lecter" seguro se le había escapado a alguna de tantas mujeres que seguro tenían un interés romántico en el que ahora era su psiquiatra.

- El apellido le ayuda bastante. ¿Le ves mucho?

- Señorita, suelo aparcar el auto de inmediato, si llego a verlo es demasiado. Lo que sé es gracias a sus padres.

Hannibal Lecter es mi psiquiatra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora