《Error》

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Esos apetecibles labios temblaban como nunca antes lo habían hecho, nunca antes había sentido como cada poro de su perfecta piel se erizaba de aquella forma tan exagerada. Un escalofrío recorrió toda su columna y, poco a poco, bajó su cabeza. Estaba pisando una bota de estilo militar negra y algo desgastada, y no fue capaz de retirar su pie porque su cuerpo, aunque quería, no respondía.

–Quítate.—pronunció una voz a sus espaldas, tan dura, tan varonil, tan ronca que Noah se puso aún más nervioso. Y el dueño de aquella voz, al ver que ese chico no reaccionaba, lo empujó desde detrás haciendo que cayera de boca.
El pequeño chico apoyo las manos antes de golpearse su delicado rostro y se giró, temeroso e inseguro, hacia aquel que lo había agredido.
Frente a él se alzaba un chico enorme, como mínimo media metro noventa, con unos músculos muy trabajados y marcados. Una constitución simplemente imponente que, a su parecer, era la perfecta definición de hombre. Sus ojos eran azules eléctricos, oscuros y con un brillo peligroso, amenazantes. Su cabello era negro como el carbón y estaba peinado ligeramente hacia un lado, como en forma de cresta. Sus facciones eran duras y varoniles y, Dios mío, era atractivo, demasiado atractivo, pero no como lo era Noah o incluso Taylor, quien también poseía unos rasgos delicados. Era un chico capaz de conquistar chicas con tan sólo un chasquido ya que cualquiera suspiraría por él, no como el sentimiento que provocaba Noah en las mujeres, el de cuidar a un hermanito pequeño. Lo observó más detalladamente, tenía un piercing en el labio inferior que relucía con brillo metálico, y llevaba varios tatuajes; algunos en el cuello, en los brazos e incluso en las manos. Contempló, aún tirado en el suelo, como se quitaba un cigarro de entre sus labios, y soltaba una gran bocanada de humo.

–Límpialo.—exigió duro, haciendo un movimiento con la cabeza hacia su manchada bota.

Noah dudó varios segundos qué hacer, no quería meterse en más problemas. Giró su rostro un instante para ver a Taylor, quien con la cara aún algo manchada le susurraba que lo hiciera, que era lo mejor que podía hacer en esos momentos. Porque si no lo hacía, lo iban a destrozar en un cerrar y abrir de ojos.
Taylor quería ayudarlo, quería levantarse y limpiárselo él si hacía falta, pero unos manos, más fuertes y grandes que las suyas, lo agarraban de los hombros impidiendo que lo hiciera.

–Quédate quieto.—susurró Drake en su oído, agarrándolo aún más fuertemente.

Noah se acercó temerosa y lentamente a sus pies, como si fuera un esclavo, como si se encontrara postrado ante él. Sintió ganas de vomitar de sólo pensarlo, pues el chico tenía su orgullo aunque no lo pareciera. Aproximó su manga del uniforme y volvió a dudar, realmente no quería dar esa imagen tan penosa.

–¡Vamos!—exigió otro de los componentes de la banda. Un chico de cabeza rapada y ojos de psicópata, tan oscuros como la noche. Caminó hacia Noah y le dio una patada en el costado, haciendo que emitiera un gemido de dolor.

El líder, Wesley , gesticuló con la mano indicando que Swann no prosiguiera. Era él mismo el que debía dejar claro quién mandaba allí. Se agachó y lo cogió por la melena él mismo, le levantó el rostro y lo observó a pocos centímetros de este. Noah abrió los ojos poco a poco encontrándose con el mismísimo océano, y sus preciosos ojos claros consiguieron aguantar la mirada unos instantes.

–Hazlo.—ordenó Wes echando su aliento en la cara del otro, una mezcla de tabaco y dentífrico.

Noah, entonces, llevó su manga a la bota y comenzó a restregarla, mientras fruncía su ceño, irritado y humillado. Enfadado con su padrastro, con esos chicos y con él mismo por haber nacido tan frágil y débil, sin opciones de levantarse y propinarle un buen puñetazo.
Wes, al ver como el chico lo miraba directamente a los ojos, aunque sólo fuera por segundos, y mostraba una pizca de rabia, sonrió con altanería.

–Bien hecho, pequeño.—susurró en su oído provocándole un escalofrío y haciéndolo sentir impotente, con lágrimas en los ojos que luchaban por no salir.

El pelinegro volvió a colocar el cigarrillo en sus labios y se sentó sobre la mesa, haciendo que las dos bandejas temblaran.

–¿Cómo te llamas?— preguntó dirigiéndose al chico que aún reposaba en el suelo—Contesta.—exigió.

–N-Noah.—respondió con su suave y tímida voz.

–Noah...—susurró dejando escapar el humo de entre sus labios mientras una sonrisa traviesa se formaba en ellos — Te van a comer vivo Noah,—río—yo te voy a comer vivo.—añadió serio— A menos que te portes bien.

El pequeño asintió lentamente, pero no pudo retener más las lágrimas y estas comenzaron a resbalarse por sus mejillas.

–¡Está llorando!—se mofó Swann, abriendo los ojos como el trastornado que era— ¡Un pequeño maricón!— río aún más alto, con esa característica risa de chiflado.

Noah comenzó a secarse las lágrimas con las mangas mientras se mordía el labio inferior con nerviosismo, todo bajo la atenta mirada de aquel intimidante individuo.

–Dejadlo ya.—dijo Taylor con desesperación, intentando ignorar como Drake le clavaba los dedos tan fuertemente que tendría marcas durante días.
Wes miró entonces a aquel rubio de cabellos largos y se dirigió a él. Le agarro un mechón de cabello y lo enredó entre sus dedos.

–O sino... ¿Qué?—preguntó con chulería—¿Eres su compañero?

Taylor sentía, extrañado, como Drake lo empujaba ligeramente hacia él, y como aumentaba el agarre.

–Sí.—dijo serio, mirándolo directamente a los ojos.

–Pues acostúmbrate a verme rubio, porque iré a visitarlo cuando me dé la gana.—sonrió de lado y se alejó de él— Vamos chicos, tenemos asuntos que resolver.

Él y sus secuaces salieron del comedor en dirección al patio, dejando a un lloroso Noah y a un impotente Taylor.

Mientras volvían a su habitación, el rubio le explicó quienes eran aquellos chicos, y lo que hacían, y Noah supo perfectamente que había empezado mal, que todo iba a ir mal y que, desafortunadamente, no podía hacer nada para evitarlo.

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