CAPÍTULO DOS

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Por un momento miró a su amigo. Brayden era alguien muy importante para él, le trataba bien, como una persona normal, no como lo hacía el resto. Cuando el padre de Joe murió, fue el único que no se paró a preguntarle nada relacionado con ello. Él solo seguía jugando con Joe como lo hacían antes, y eso había conseguido ayudarle mucho más que cualquier charla con su madre o con psicólogos. Al pensar en todo aquello, por primera vez en mucho tiempo, le dedicó una sonrisa sincera a alguien. Pero duro poco porque detrás de él, Joe vio algo que le llamó demasiado la atención.Desde la cima de la montaña Katzú se observaban un monton de pequeños montículos, uno en concreto llamaba expectacularmente su atención. A cualquiera le hubiera parecido un simple montículo de tierra, pues eso es lo que era realmente, pero para él significaba algo más. Le resultaba demasiado familiar y demasiado siniestro. Mordió la galleta que sujetaba en la mano y mientras las pepitas de chocolate se fundían en su boca, recordó aquella montaña, recordó otra vez su pesadilla, recordó a aquella extraña sirena. En cuanto el paquete de galletas se acabó, junto a su amigo bajó poco a poco de la montaña, algo que ha Joe se le hacía terrible. Le había encantado estar ahí arriba, se sentía fuerte, se sentía acompañado y sentía que al estar expuesto a la belleza del mundo, se encontraba un poco más cerca de su padre. Pero aquella maldita sirena... Parecía atormentarle no solo en su sueño, sino en la vida real, y eso le ponía los pelos de punta. Decidió que tenían que ir a aquella montaña, que debía verlo por si mismo para olvidarse de la sirena, porque Joe era muy imaginativo, pero su mente le impedía creer en algo así, no en seres fantásticos que llevaba amando desde que era un simple mozuelo porque su padre le había hecho creer tanto en ellos como en la hermosura de las palabras, no, no era nada eso. La mente le impedía creer que algo que le daba miedo pudiera pasar porque él no quería que pasara, porque él pensaba que si no lo creía, jamás le podría suceder nada malo. O eso quería creer. Así le pidió a su amigo poder acercarse a la montaña por la cual desde el lugar donde se encontraba ahora, veía que detrás se encontraba un riachuelo que daba paso a un magnífico bosque.—¿Pretendes qué vayamos ahí ahora? Se está haciendo de noche y mi madre está a punto de volver con el coche, no podemos ir ahí —le respondió amablemente su amigo. Pero Joe quería hacerlo, así que poco a poco se fue mentalizando, porque mentir no se le daba para nada bien. — Emm... creo que me he dejado algo... ¡voy a ir a buscarlo! Y sin más palabra, Joe desapareció corriendo a toda prisa antes de que su amigo le pudiera decir algo. Cuando llego al montículo de tierra, la primera idea que se le ocurrió fue rodearlo, mirar tras él y observar un poco el agua y los arboles, no solo porque buscaba una excusa para dejar de tener miedo a su sueño, sino porque simplemente, la naturaleza le parecía maravillosa. Y entonces, simplemente paso; mientras miraba atento un nido de pequeños pájaros de un árbol vio entre las rocas a una muchacha que hizo que se le erizara el cabello de la nuca. Únicamente consiguió verla de espaldas, tan solo su cabello cobrizo y ni si quiera sus piernas, o donde deberían estar las piernas. Pero había algo extraño... algo inexplicable... Era ella, reconocería ese cabello y esa forma en cualquier parte, pero apenas se podía ver. Su forma era casi irreconocible, parecía más un fantasma, un ser casi etéreo. Joe no podía estar más asustado, era algo tan extraño que su mente salió de aquella singular sensación y se alejo de él, dejando solo en esa oscura situación que era incapaz de comprender. Así de vacío, sin pensamiento alguno de lo que estaba ocurriendo; corrió y corrió lo máximo que pudo hasta que se choco contra la espalda de su amigo. — Joe tío, ¿Qué te pasa?Quizás fue del golpe, aunque creo que es imposible saber si era o bien por el choque contra su amigo o bien contra la realidad de las formas corpóreas y opacas. La cuestión es que la razón del chico volvió enseguida, como en un abrir y cerrar de ojos notó como su mente volvía a él sin rastro de razón que pudiera explicar qué narices acaba de ver.—No...No lo sé —consiguió mustiar—. Solo quería correr un poco, no te preocupes.A pesar de que a su amigo le parecía completamente inverosímil la excusa que le había dado, no le dio demasiada importancia pues pensó que habría escuchado algún ruido, simplemente se había asustado y él no era nadie para juzgarle. Mientras volvían en el coche, Joe no pudo evitar estar incluso más distante que antes, pues tenía un increíble miedo. Sus pesadillas le atormentaban, no podía ser real, seguro que era algún efecto secundario de las pastillas. Y entonces se vio metido en un debate moral consigo mismo ¿Qué debía hacer? No quería dormir, tenía miedo de hacerlo, de verla a ella, de que ella le viera a él. Si no dormía las posibilidades de volver a dormir en clase eran demasiado altas, pero entonces el profesor de matemáticas se enfadaría y a él también le tenía miedo. Por fin tomó una decisión, no dormiría ni esta noche ni en el colegio así que antes de pasar por casa, paró a comprar grandes cantidades de café. Cuando se fue a dormir, su madre y su hermana quisieron comprobar que el pobre Joe se tomaba la medicación, por lo que mientras sentía el sabor de la horrible pastilla, tuvo que guardarla debajo de la lengua para que no llegase a su estomago, pero lleno toda su boca de ese insoportable sabor a enfermo y posteriormente, escupirla lo más rápido que pudo. Pasó toda la noche dándole pequeños sorbos al gran bote de café que tenía. Cuando se le acaba tenía que ir a la cocina a por más agua, porque únicamente se tomaba el café solo con agua, eso le despejaba más. Además, estaba lleno de miedo, pues no podía parar de pensar en aquello que había visto, ¿podía ser real? ¿sería alguna criatura extraña de la que su padre no le había hablado? "Algún tipo de entidad de que se movía a través de los sueños de la gente" pensaba JoeCuando se hizo de día había estado haciendo toda clase de cosas diferentes, había estado pensando mucho, sobre todas las cosas que podían suceder al día siguiente, uno de esos tan esperados exámenes sorpresa que le ponían la piel de gallina. Una bronca de aquel hombre con el que desgraciadamente sufría todos los días lectivos pues, además de su profesor de matemáticas, también era su tutor. También pensó en su familia, pensó en su hermana menor, y en lo fuerte que era la pequeña. Era verdad que ella no había pasado tanto tiempo junto a su padre como lo había hecho él, pero ella le vio en su último momento ¿Cómo podía parecer estar mejor qué Joe? ¿es que acaso ya lo estaba asumiendo? ¿se podía sumir una cosa así? También pensó en su madre. Ella sí que lo estaba asumiendo.Sabía que su madre se veía con un hombre todos los sábados por la noche, cuando su hermana menor estaba con sus amigas y él fingía no enterarse de nada con su música a todo volumen y su puerta cerrada. Pero oía cómo todos los días su madre se dirigía silenciosamente a su habitación y en un susurro le pedía perdón, entonces simplemente salía de casa. Hasta aquí todo puede parecer normal, no es demasiado corriente, pero podría haber un montón de cosas que le hicieran comportarse de esa manera, así que Joe decidió un día seguirla sin que se diera cuenta. Su madre dio un par de vueltas extrañas al barrio, todo para evitar pasar por la calle a la que daba tanto la ventana del baño, como la de la cocina, como la del cuarto de su hijo mayor. Y cuando por fin paró llego a la casa de un extraño hombre, que no hizo más juntar sus labios calurosamente con los de su madre para que el niño se echara inmediatamente a llorar. —¿Todo eso a cambio de un perdón antes de irse? ¿Qué pasaba con Papá?―se preguntaba a sí mismo en susurros—. ¿Es que acaso ya no estaba enamorada de él?Se sentía un cero a la izquierda, pensaba que era el único que contaba con su padre, que era el único que se acordaba de él pero no era así. Todo el mundo quería a aquel hombre, todo el mundo lo llevaba en su corazón, en sus recuerdos. Mientras siguiera en el recuerdo de sus amigos, de sus vecinos, de su familia Mientras la gente de todo el planeta siguiera viva; él también estaría vivo. En el clase las cosas no le fueron mejor ni nada menos, cada vez que un profesor se giraba se veía obligado a tomar un sorbo de café para no dormirse. Pues había conseguido pasar toda la noche en vela. Pero todo aquello tenía un precio y Joe estaba a punto de descubrirlo.Se comenzó a sentirse mareado, se le iba a cabeza. Era incapaz de mantenerse concentrado en una sola cosa. Y en matemáticas fue horrible, él profesor le despreciaba profundamente, no podía sacar el recipiente de café al que poco a poco se estaba volviendo adicto. Y el profesor le comenzó a mirar fijamente, cabreado porque era incapaz de mantenerse concentrado.En ese momento, aquella mirada que en una situación normal le hubiera puesto los pelos de punta. No hizo otra cosa que sentir un cosquilleo en su mente, en su razón de cómo debía comportarse y solo, lo más tonto posible, se comenzó a reír sin tener casi la posibilidad de respirar. Todo el mundo le miraba asombrado y asustado, todos temían al profesor, pero esa situación era increíble y nadie pudo evitar soltar una pequeña sonrisa al notar como poco a poco las venas de la frente de su temido y ahora cómico profesor, se hinchaban consiguiendo un aspecto más ridículo que la propia escena grotesca. En vista de esta situación, el profesor sin creérselo se levanto malhumorado y con su dedo índice, aquel con el cual podría haber tumbado a su alumno con tan solo tocarlo, señalo hacia la puerta y con él grito más fuerte que le había escuchado nadie, vocifero:― ¡AL DESPACHO DEL DIRECTOR INMEDIATAMENTE!―Joe se fué a dirección, y minutos más tarde llegó el profesor de matemáticas. Quien no pudo hacer otra cosa que ponerse a gritar como un extraño ser al que le habían arrancado toda la cordura de cuajo. Hasta el director se escurría de su silla temblando del miedo que sentía hacía tal charla, ni si quiera él era capaz de entender cómo una persona se podía haber enfadado tanto. Pero lo que más le sorprendió al director fue cuando vio que a pesar de todo el griterío que había montado el director por lo que había sido una estúpida risa de niño tonto. El joven comenzó a cerrar poco a poco los ojos, pues no era capaz de entenderlo, pero se estaba quedando dormido ¿¡Cómo se podía haber estado quedando dormido!? Aquellos gritos eran descomunales, estaba seguro de que toda la ciudad podía escuchar los chillidos de aquella bestia a la que hasta sus enormes venas de la frente temían. Así que tampoco hizo falta mucho tiempo para qué la madre del muchacho llegara escandalizada por semejantes aullidos. ¿¡Qué se supone que había hecho está vez su hijo!? Era imposible que se hubiese dormido. ¡Ella misma había comprobado que se tomase la medicación! Nada tenía sentido cuando llegó y lo primero que vio fue a un gran hombre gritando a todo pulmón a un pequeño niño que tranquilamente descansaba en la silla de la dirección del centro. Pero era su madre y no podía evitar sentir ternura al verle tan mono, tan callado, tan quieto, le recordaba a aquellos hermosos momentos cuando se quedaba dormido en el sofá entre su padre y ella, porque él decía que era un niño grande y no se iba a dormir, insistía en que él quería estar más tiempo a su lado. Le recordó a cuando parecía tan... Feliz

LA SIRENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora