CAPÍTULO TRES

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-No le hable así a mi hijo - decía la madre consolando a su hijo

-¡No voy a aceptar a un enclenque durmiendo en mi clase! - refunfuñó el profesor

-¡Y yo no voy a aceptar que un salvaje grite así a mi hijo! - gritó la madre al profesor

Tiró una bofetada al hombre dejándolo indignado al director.

-Ya te dije varias veces que no te duermas en clases, anda, sujeta tus cosas, y ve a dormir esta noche- exclamó la madre a Joe mientras le peinaba su torcido cabello.

Joe tenía otra vez aquel temor de encontrarse con aquel miedo de cada sueño, que conforme las noches pasaban, aquel espectro tomaba vida...

Aquella noche, el silencio era casi eterno, Joe no aguantaba la soledad de aquel cuarto, ni menos el sueño forzado que le ofrecían aquellas pastillas;  Aquel pequeño escuálido no aguantaba una noche más, se postró ante la cama y cerró los ojos rápidamente.

Entonces en aquella misma roca, el mismo ser apareció, pero esta vez su mirada se dirigía a los 85° y cada vez sus ojos estaban más luminosos, como aquella historia de terror que le contaba su padre desde que era un pequeño chaval que apenas aprendió a leer.

Sudó frío por todo su cuerpo, comenzó a oír voces macabras por todas partes y una risa implacable le destruía la cabeza, no aguantaba más. De repente despertó en medio de un calor sofocante, sintió un pequeño alivio y respiró. Una sombra irreconocible atravesó las paredes hasta alejarse por la ventana.

-Ya es hora de que vayas, los exámenes finales no son cosa de juego - habló la madre mientras cocinaba el desayuno.

-Me siento mal - dijo Joe con aquella cara pálida que tenía siempre

-Vas y punto, no vas a reprobar ningún curso, menos matemática - refunfuñó la madre mientras servía la comida

Joe terminó siendo botado a palizas de su casa con su hermana, pues ya era tarde y ninguno se quería ir.

Comenzaron las clases, inmediatamente con el examen de Álgebra, el profesor estaba sentado en una butaca, mirando enérgicamente a Joe. Las hojas fueron entregadas al mismo tiempo que el profesor se levantaba. Un chirrido del ventilador oxidado del aula, los crujidos de los zapatos del profesor que se iban haciendo cada vez más fuerte, un soplido siniestro de las ventanas, una barrida muy frenética del conserje y un examen casi imposible atormentaban la mente de Joe, el profesor lo miró frente a frente y comenzó a rebuznar:

-¿QUÉ LE PASA, ESTUDIANTE? ¿ACASO NO VA A RESOLVER EL EXAMEN? - preguntó en tono grave aquel tirano profesor

Ahora el profesor de matemáticas comenzó a gritar a los cuatro vientos, todo se combinó y comenzó un atasco en su cerebro, comenzó a marearse y a perderse en el espacio, hasta que de un tiro quedó tendido en el piso, todos miraron el cuerpo de Joe, mientras la cara siniestra del profesor comenzó a convertirse en una horrenda cara de depresión.

Ahora Joe se encontraba en el mismo lugar de siempre, pero esta vez la sirena estaba otra vez de espalda, en un retorcer rápido miró con los ojos cerrados al chico y con un grito y abrir de boca, le miró fijamente, con unos ojos luminosos. La sirena corrió hacia el, Joe se mandó al suelo y cayó a un pequeño bosque que reemplazaba aquel pueblo donde él vivía.

Corrió y corrió hasta no mirar la sombra de la sirena, saltó rocas y troncos, hasta llegar a una zona sin árboles, donde estaba sentado su padre con medio cuerpo herido.

-Debemos huir de ella, antes que te haga lo mismo que a mí - habló su padre con mirada cabizbaja

-Párate rápido papá, la sirena está cerca - habló apresurado Joe mientras lo levantaba.

LA SIRENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora