Todos hemos sentido esa vez en la que vemos a alguien en la calle y bajamos la mirada por sentir que hay algo demasiado lindo en ella.
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Joaquín Bondoni llevaba tres horas en el carro de su madre junto a su hermana melliza que dormía plácidamente en la parte de atrás del automóvil, él estaba sentado en el asiento del copiloto mirando por la ventana. Todo se sentía algo raro en el ambiente que se había generado desde que salieron de la casa donde vivían.
Su madre hacía una llamada mientras fumaba un cigarrillo, era un vicio de familia y muy lastimosamente él lo había heredado, pero nunca se lo diría a su madre y más con lo que acababa de pasar en su anterior cuidad.
¿Qué si se sentía culpable?, demasiado. El tener que hacer que toda su vida cambiara por él, cuando hablaba de su vida no era sólo era él. Su hermana tuvo que hacer sus maletas después de que llegara de sus clases de ballet, su madre, de su madre no quería ni pensar en lo que tuvo que hacer para salir de ahí y prefería no enterarse por el momento.
Tomó su celular y se percató que no había ningún mensaje escrito por el momento, pensó que igual todavía no se había difundido la noticia de su escape pero sabía que tarde o temprano pasaría. Tenía miedo de leer los mensajes que le dejaran pero sus ganas de saber lo que pasaba con las otras personas lo carcomía.
Su madre apagó el cigarrillo unos segundos después de que colgara la llamada que hacía, vio como tomaba una bocanada de aire antes de empezar su camino de regreso al carro.
Miró al otro lado de la carretera evitando la mirada de su madre que permanecía aún sobre él, sólo quería evitar la conversación que se avecinaba por los gestos de molestia de su madre trataba de contener de alguna forma.
-Sólo dilo, madre.
Su madre soltó un suspiro y empezó a encender el coche.
-El departamento está listo, sólo hay que llegar a acomodar nuestras cosas.
Sin más que decir el coche avanzó ingresando a la carretera para continuar su camino, donde pesaba si podría ser feliz ahí pero no podía engañar algo que era transparente por donde se viera.
Tenía miedo de haber nacido así y no pesaba enfrentarlo, no ahora, no después, nunca.
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Emilio Osorio dormía plácidamente en su cama llena de cobertores azules con franjas rojos en los costados, era temprano en la mañana y no tenía que hacer nada ese día, sus clases estaban suspendidas indefinidamente por sus faltas en casi todas las materias en este mes. No era algo raro tener que explicarle a sus padres que había faltado al 80% de sus clases en este mes y por eso no podría ir dos días a ésta.
Su padre, Juan Osorio no tenía tiempo para resolver los problemas que había en la escuela por sus producciones de telenovelas, comerciales y programas de televisión. Sólo tomaba el dinero suficiente para que comiera en el día y subía a su auto negro para tomar camino para el trabajo dándole la mirada más desaprobatoria que sus orbitas oculares le permitían.
Su madre, Niurka Marcos no era informada la mayoría de las veces que esto pasaba, su padre era consiente de esto y conocía las consecuencias que la decisión conllevaba pero lo que menos necesitaba ahora era un escandalo por parte de su ex esposa por su paternidad.
Él era consiente de todo lo que sus padres hacían cada día por él y se sentía demasiado culpable por no asistir, pero no podría regresar a ese lugar donde era un enfermo, una persona rota para los demás, un raro para otros.
Era su destino, ser juzgado por la manera que vía a ese profesor de música, rubio, ojos azules y cuerpo de ensueño. Todas las niñas lo hacían igual que él, ver con esa luz en sus ojos los del contrario que igual no tenía el mismo brillo para él y eso dolía.
Tomó parte del dinero que había en la mesa del centro de la sala y salió junto a su balón de baloncesto, pensaba ir a comprar unos cigarrillos y después tomar un tiempo para practicar sus tiros de tres puntos.
Corrió a una velocidad imprudente por las escaleras encontrándose de frente con una chica de su misma edad, que casi se lleva con él, tenía en sus manos unos cojines con fundas grises y su cara era de pocos amigos. Pensó por un momento que era por el choque que se había dado contra él, pero después de ver que su cara estaba marcada con pequeñas manchas rojas por haber hecho presión en ésta supo que no era así.
-Joaquín, quiero dormir otro rato para esperar a mamá. ¿Podrías mover tu estúpido trasero?
La niña subió con prisa las escaleras dejando a Emilio sorprendido por su actitud que no concordaba mucho con su apariencia. Podría ser que se viera algo tierna por su cara hinchada y como cargaba sus cojines, pero por más linda que pareciera y sus ojos verdosos hicieran que su piel pálida resaltar más, no podría compara eso con lo que veía ahora.
Sus ojos cafés lo vieron por unos segundos y con eso tuvo para examinarlo.
Sus ojos café estaban cubiertos por unas largas pestañas que los hacían ver más lindos, su cabello era sostenido por un paliacate amarrado a su frete y sus chinos se veían muy lindos, su boca estaba demasiado perfecta para él, esos labios que estaban entre abiertos los hacían ver más lindos, Dios, era demasiado lindo.
Él tomó su caja que venía etiquetada como una caja de películas e hizo que regresará su vista a sus ojos cafés.
-Lo siento por lo de mi hermana, no le cayó bien la mudanza.
Cuando sonrió Emilio pensó que en ese momento morir por lo linda que era su sonrisa, era la más pura que había visto y no sabía el por qué el también lo había hecho.
-No te preocupes.
Así de simple fueron sus palabras para el chico que también lo miraba con cierta actitud analítica y no le incomodaba sentir su mirada.
Joaquín no encontraba que era lo que más le gustaba de él, si su sonrisa o su cabello, pensaba que los dos eran hermosos y no dudaba en que las otras partes de él lo fueran. Pero sólo se quería concentrar en esos dos, pues eran los que más le había llamado la atención en lo pocos segundos que lo vio.
Ninguno de los dos habló después de eso y no se movían de su lugar. Cual quiera que los hubiera visto hubiera sentido como es que los dos experimentaban cada vez más emoción cuando se analizaban
Cualquiera, cualquiera podría pasar y decirles que son enfermos y que son rotos.
Joaquín fue el primero en avanzar tratando de desconectar la vista del chico, pero cuando Emilio hizo lo mismo que él. Los dos estaban nerviosos a cada paso que daban, sus respiraciones controladas estaban apunto de estallar y su corazón parecía una bomba apunto de colapsar.
Cruzaron por ultima vez sus miradas cuando los dos estaban en sus direcciones opuestas y siguieron sus camino a sus actividades.
Eso había sido raro.
Los dos al no sentir la presencia del otro soltaron un leve suspiro, se sentían bien después de verse, pero el problema fe cuando cayeron en una realidad, no sabían sus nombres.
Eso les rompió un poco el corazón por ser tan estúpidos y no preguntar si quiera su nombre, pero había un pequeño cosquilleo en la boca del estomago que los hacían sentir que esto no era el fin de un encuentro casual en las escaleras.
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Take me to church
FanfictionNo sé que pasó cuando lo vi entrar por la puerta de mi edificio, sólo lo vi cargando una caja que decía: "caja de películas", acompañado de su hermana gritándole que se apurara en subir todas las cajas. Ese día fue mi condena. Para: Joaquín Bondoni...