[ 𝘾𝙐𝘼𝙏𝙍𝙊 ]

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Minho se hallaba recostado en la cama observando el techo de la habitación, no podía conciliar el sueño y se sentía algo nervioso, no sólo por las cosas que habían sucedido durante el día si no que también porque su mejor amigo se negó a creer lo que le habían contado. Seungmin lastimó al rubio e incluso Jeongin trató de dañar al peliazul en la cocina, pero su maldita terquedad no le dejaba ver la realidad. Se volteó para ver a su chico dormir plácidamente, le acarició la mejilla y lo vio sonreír, sabía que estaba fingiendo.

El castaño abrió los ojos y lo miró por un momento hasta que escucharon pisadas en el corredor, tomó el móvil rápidamente encendiendo la linterna para iluminar la habitación y soltó un grito al encontrarse con una sombra. El teléfono cayó al suelo.

—Mierda, maldito perchero —llevó una mano a su pecho.

Jisung rió arrojándole una almohada.

—Jamás escuché un grito tan masculino en mi vida —comentó sin dejar de reír—, fue como si estuvieras levantando pesas.

De repente tocaron la puerta provocando que los dos se tensaran, el castaño dejó de reír aferrándose al brazo de su novio y lo observó asustado mientras tomaba nuevamente el móvil. Aún no había electricidad por la tormenta que cayó unas horas antes de que se fueran a la cama, así que no podían encender las lámparas que se encontraban a un lado, pero de todas formas tomó una de ellas para usarla como un arma ante cualquier persona o cosa que estuviera detrás de la puerta.

—Puedes conseguir algo mejor —susurró.

—¿Quieres abrir tú? —el pelirrojo preguntó ladeando la cabeza.

—No, tú eres el mayor —se cubrió con las mantas.

Minho se acercó un poco más y volvieron a tocar dándole un nuevo susto, la lámpara se resbaló de sus manos y no tuvo más opción que abrir la puerta rápidamente levantando los brazos en posición de defensa.

—No, no me golpees —se escondió detrás de la manta que llevaba sobre los hombros—. Soy Jeongin.

—¿Qué diablos haces a esta hora rondando por los pasillos? —preguntó molesto— Nos asustaste, idiota.

—Lo siento —se disculpó apenado—, no quise asustarlos.

—¿Qué es lo que quieres? —dijo recogiendo la lámpara del suelo, por suerte no se había roto— Rápido que quiero volver a la cama.

—¿Qué pensabas hacer con eso? —el pelirosa señaló la luz de noche— Como sea, pensaba que tal vez si no es mucha molestía… Podría dormir con ustedes porque… Soy el único que está solo en una habitación y la tormenta no me deja dormir tranquilo.

El pelirrojo le entregó la lámpara y sonrió.

—Buenas noches —cerró la puerta negándole la entrada.

Regresó a la cama y se acurrucó junto a su novio mientras que escuchaban nuevamente los pasos en el corredor.

—Lo hubieras dejado entrar —el castaño rió por lo bajo—, él siempre le tiene miedo a las tormentas.

—Todavía tiene tres puertas más por tocar —suspiró tomándolo por la cintura—. Alguien más le abrirá, así que no te preocupes y duerme conmigo.

𝘿𝙄𝙀, 𝘿𝙀𝘼𝙍 𝙁𝙀𝙇𝙄𝙓 / 𝙎𝙆𝙕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora