Revisó nuevamente los documentos que se encontraban en su mesa. Estaban correctos. Repitió su acción anterior. Sí, estaba todo en orden. Cada palabra bien escrita, ni una más ni una menos, cada cuadro milimetrado y cada número redondo y claro. No podía permitirse ni un solo fallo, y mucho menos ahora.
Ebba puede oír perfectamente sus voces, nombrando su nombre junto a palabras malsonantes, diciendo claramente que ella no llegaría lejos, que estaba mejor callándose la boca y sirviéndoles café, y por encima de todo, que si ella consiguiese el puesto de jefa, la empresa caerá en banca rota, sólo por ser mujer.
Se estaba empezando a cansar de sus constantes comentarios, ni bien en todo momento se lo decían, seguían siendo hirientes, por mucho que se acostumbrase. Arrugó suavemente las hojas que estaban entre sus dedos, y con un paso decidido y firme, soltó la carpeta con fuerza sobre un escritorio, haciéndolos callar con el repentino ruido.
-Aquí tenéis vuestro trabajo, en menor tiempo y mayor calidad.- Aún enfadada, marchó a su puesto, haciendo oídos sordos a sus comentarios. No iba a quedarse con los brazos cruzados, sólo porque odiase ese mundo, sólo porque la realidad apestase; de todas maneras, lo tiene a él.
-Son unos idiotas. – Lo escucha quejarse al lado suyo, cruzándose los brazos y apoyándose en la esquina de su mesa. Lo llamaría escritorio, pero era tan pequeña que ni se merecía esa categoría. – Ebba, no le hagas caso. Tú eres mejor que ellos.
Una suave curva parecida a una sonrisa surcó los labios de la muchacha, mientras toma otros papeles amontonados en su mesa y los revisa atentamente. No hace falta decir nada. Sólo necesitaba que él estuviese ahí, a su lado. Que no la dejase, y sobretodo, que la ayudase a seguir el día a día, para acabar con ese sueño que parece más una pesadilla.
--···--
Estiró el cuerpo completamente y bostezó mientras terminaba al fin todo su trabajo. Ya era de noche, y era la única que quedaba en la oficina. Se había vuelto a quedar última. Recogió las cosas y volvió a casa caminando. Habría querido coger el autobús, pero ya no había a esas horas, y no tenía suficiente para el tren.
-De verdad, parece que te tienes que quebrar los huesos para sentirte viva. Tienes un trabajo de mierda, ganas una mierda, y te hacen la vida mierda, y aún así trabajas mejor y muchas más horas que todos los hombres que hay ahí. Y cuando finalmente tienes la oportunidad de conseguir un buen puesto, te intentan hacer la vida imposible. Quieres cosas grandes, y ellos te hacen pequeña. ¿No te cansas?
Ebba le miró, sin quitar la sonrisa de su boca.
-No sé, yo supongo que es como una voz en mi corazón, recordándome que no hay nada que temer en las cosas que me aterran.
Tove la miró por unos momentos, y se contagió de su sonrisa, acelerando un poco el paso, tomando la gélida mano de Ebba, y sintiéndose dichoso, al menos por esos momentos.
--···--
Metió la llave en la cerradura, y la giró lentamente, evitando hacer mucho ruido, en vano, ya que, enl cuanto entró, pudo ver a su madre cruzando el pasillo, con ese típico rostro que tenía cuando tenía algo que decirle, y no sabía cómo.
-Ebba... ¿Puedes sentarte en el sofá? Tu padre y yo tenemos que decirte algo importante.- jugueteaba con sus dedos, y no se atrevía mirarla a los ojos, mucho menos girarse para ver si la seguía al salón o no. Se sentó al lado de su marido, enfrente de su primogénita.
Tenía vagas ideas de qué podrían decirle, pero eso no quitaba el hecho de que seguía estando nerviosa ante lo que podría ser.
Su padre, un hombre tan viejo como correcto y sabio, carraspeó un poco, miró a los ojos de su mujer, lleno de duda, y dio un suspiro antes de dejar la bomba caer.
-Tu madre y yo... hemos pensado que deberías dejar ir la oportunidad de llevar la empresa.
Hacen chocar mi corazón, eso me destroza.
-Que... ¿A qué te refieres?
Odio este mundo porque la realidad apesta.
-Ebba, pensamos que tu compañero puede hacer mejor, y que tú ya deberías de dejar ese puesto trabajos, casarte, cuidar de tus futuros retoños... Ya estás en esa edad, y, ¿no crees que ya has perdido mucho tiempo en ese cuchitril?
Los siento dudar, los pongo a callar.
-No me puedo creer que me estéis diciendo esto... Se supone que sois mis padres, que me tenéis que apoyar, no... No estar infravalorándome.- Decepcionada, tomó sus cosas y se fue de la habitación, aguantándose las ganas de llorar.
Ellos no lo sienten
Tove la siguió de cerca, y pasó justo antes de que Ebba cerrase la puerta abrutadamente. Ella se tiró en la cama bocabajo y aguantó los sollozos. El chico sólo atinó a pasar lentamente su mano por su espalda, sintiendo en cada parte de su cuerpo el sufrimiento de su amiga.
Lloró por varias horas, sintiéndose desdichada por ser mujer, porque el mundo sea tan horrible, porque sus propios padres la obliguen a hacer algo como perder la oportunidad más grande de su vida.
-Tove, prométeme que estarás para mí por siempre.
-Lo prometo.
-Nunca rompas esa promesa, después de todo...- Sus labios se movieron lentamente, pronunciando sus palabras lentamente, antes de caer dormida en un profundo sueño, lejos de aquella horrible realidad.
-Yo siempre, estaré aquí para ti, haciéndote soñar.- le besó la frente, y se acostó a su lado, junto a una sonrisa, que ella no podrá admirar.
--···--
-Amigo imaginario, quédate conmigo hasta el final ahora, haciendo que continúe soñando
Dedicado a mi madre.
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Imaginary friend #CloudAwards
Short StoryEbba sólo es una chica común y corriente que no se va a dejar pisotear por nadie. Y por mucho que el mundo sea una mierda, lo tiene a él, que la hará soñar, por siempre. -No sé, yo supongo que es como una voz en mi corazón, recordándome que no hay n...