De noche en casa

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"Viktor, ¿No crees que lleva Yurio mucho tiempo en el baño?", pregunto el pelinegro al sentarse junto a él en el amplio sofá.

"Dijiste que le diéramos privacidad ¿no?", respondió, al momento de pasar su brazo por los delgados hombros de su Yuuri, atrayéndolo a su pecho y depositando un tierno beso en el tope de su cabeza.

"No es lo mismo, deberíamos preguntarle si está bien", le dijo mirando en dirección al baño.

Dentro del baño se encontraba el joven Yurio, sus manos apoyadas en el lavamanos mientras el agua de la llave corría, se miraba reflejado en el espejo desde hace unos minutos, pero no lograba reconocerse, su cabello estaba alborotado, la trenza que con mucho esfuerzo se había hecho se deshacía, paso la mano cerca de su mejilla sintiendo lo áspera de esta, llegó hasta sus labios agrietados y resecos, le ardían y pasar su lengua para humedecerlos lo empeoraba. Tenía unas inmensas ojeras que no recordaba bajo sus cansados e inexpresivos ojos azules, estaba sudando y no sabía porque si hacia un frió de mierda, aun así la sudadera lo sofocaba, deshaciéndose de ella pudo apreciar mejor su silueta, comenzaba a ganar peso y eso no era noticia para celebrar. 

 Frente a él estaba frente a un extraño.

"¿Quién eres?, ¿Quién eres?, ¿Quién eres?", se repitió una y otra vez mentalmente.

"Este eres tú imbécil", se contestó, "eres tú... Yuratchka".

"¿Dónde está el chico guapo del que están enamoradas todas tus fans?, si el del espejo es un total perdedor" suspiro y cerro los ojos no soportaba verse, la realidad lo abofeteaba.                     

"¿Chico guapo...? pero si a veces te confunden con una... chica", pensó Yurio recordando un par de incidentes, la tristeza y angustia era remplazada por la furia y la impotencia.

Era la noche, algunas alteraban al joven patinador, era cuando sus problemas "mentales" salían a flote, dispuestos a hacerlo perder la cordura. De acuerdo al diagnóstico de la psiquiatra los tenia, pero el siempre pensó que era una zorra infeliz queriéndole quitar su dinero y el de Yakov. Aunque reconoció que algunas pastillas realmente funcionaban, las necesitaba como justo ahora, dos o tres, las que fueran necesarias, no le daría un espectáculo a Yuuri, ni motivos a Viktor.

"Yurio", llamó cautelosamente Yuuri a la puerta, pero no le contesto.

Algo no andaba bien el pelinegro podía sentirlo, pero no sacaría conclusiones precipitadamente, bien podría equivocarse, en realidad deseaba estarlo. Lamentablemente el sentimiento se hizo más grande, cuando intento abrir la puerta, y la encontró con seguro, no existía necesidad de hacer tal cosa, ellos sabían perfectamente que él estaría en el baño, no es como que fueran a abrir la puerta si estaba ocupado, sabían respetar.

El recuerdo del intento de suicidio de Yurio vino a su mente, haciendo que la preocupación que sentía creciera. Podía escuchar la llave del lavabo abierta, pero no al chico, provocando que comenzara a golpear la puerta más fuerte, logrando al fin que le abriera. Al abrirla Yurio se encontró con Yuuri quien le miraba preocupado porque lucia bastante mal, pálido, sudado y con la mirada perdida, el cliché del adolescente en drogas Yuuri lo reconocía.

"¿Ocurre algo?", le pregunto Yuuri dirigiendo su mano al brazo del chico, "estas helado".

Al sentir el contacto físico el adolescente reaccionó de inmediato sonriéndole de lado, pero aun con la mirada perdida.

"No pasa nada", respondió mirándolo a los ojos, sin más se alejó.

El menor se dirigió a la sala donde estaba Viktor mirando televisión, Yuuri lo siguió detrás. A pesar de haberle dicho que no pasa nada, era obvio que sí. Sabía que le había mentido y en cierto modo no lo culpaba, el aún era un extraño y Yurio también lo era para él.                                   

¿Somos una familia? (Yuri on ice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora