«¡Por el amor a la comida!»

25 1 0
                                    

Lo bueno de vivir independizada era no tener que preocuparme por la resaca. Lo malo era que al día siguiente tenía que llevar una presentación sobre el último éxito en ventas de libros eróticos en Londres.
El tema suena apasionante, pero no tener que calcular cuantas diapositivas tendría que hacer como mínimo para que no me despidiesen.
Era como estar en el instituto, solo que ahora me jugaba el piso cada vez que no hacía los deberes a tiempo.
Mientras intentaba recomponerme de la noche anterior, sentía un leve cosquilleo en mis ingles. Como si unos labios me rozasen suavemente.
Me estremecí al empezar a sentir que no solo los labios estaban realizando un sendero, si no que la lengua también estaba dando guerra.
Apoyé mi cabeza suavemente contra la almohada y de golpe, Josh se incorporó y comenzó a rozar su lengua contra mi clítoris.
Bendita sea la independencia.
Otra de las cosas que adoraba era el sexo matutino y sobretodo acompañado de un buen besayuno.
Empecé a sentir oleadas de calor que me recorrían de los pies a la cabeza y a excitarme como una loca.
Los espamos estaban siendo acompañados de gemidos sutiles, cada vez más y más intensos.
Entonces lo siento. Siento su mano, o más bien, su dedo índice penetrarme lentamente y mi cuerpo reacciona de forma automática, primero con un fuerte gemido y luego cerrando la boca acto seguido.
Dios mío, no quiero que pare.
Ni siquiera sé dónde han quedado los condones, pero como siga así...
Acto seguido, como si hubiese leído mi mente, sube por dentro de las sábanas, me da un beso de buenos días, sonríe y se coloca mientras está a punto de penetrarme.
Joder, esa puta sonrisa algún día provocará un accidente a alguien.
Empiezo a excitarme de sobremanera, a juguetear con él y cuando decido que ya es suficiente y le suplico que me penetre...
-¡Cassie! Cassie ayúdame, no puedo conducir hasta casa, todavía sigo ciego.
El estúpido de mi mejor amigo me acaba de joder un polvo.
Empezamos bien el día.
Y Josh no ayuda mucho. Se está desternillando en la cama.
Me visto rápidamente ante el espejo de pared que tenemos colgado al lado de la cómoda.
He tardado casi cinco minutos en encontrar mis bragas perdidas entre las sábanas, pero una vez halladas, me  he vestido rápidamente con la sudadera negra de los domingos y los vaqueros desgastados que uso cuando no me apetece arreglarme ni un poco.
Me miro al espejo y me atuso el pelo castaño claro y liso tabla que tanto maldigo, me retiro el exceso de maquillaje que se me había olvidado quitar de la noche anterior, cojo mis zapatillas deportivas y me las ato hasta con una ligera parsimonia.
Encima tendré que ser considerada con Aiden después de haberme jodido la mañana.
-¿Tengo que llevarte de vuelta a Nothing Hill? Son casi cuarenta minutos en coche, podrías coger el metro. No me apetece cruzar el tamesis el domingo antes de la presentación.
-No es culpa mía que hayas dejado el curro para última hora.
-Y tampoco mía que hayas decidido pillarte tal ciego como para acabar durmiendo en mi sofá y encima fastidiarme un polvo.- Aiden cuando quiere tiene malas pulgas y hoy parecía que tuviese más bien, garrapatas.
-Venga Cassie, te prometo que si me llevas esta vez, la próxima fiesta será en mi piso y con mi hierba. Te invito yo.
-No quiero más hierba Aiden. Vivo con un arquitecto naturista, por el amor a la comida, veo plantas de marihuana hasta cuándo voy al baño.
Supongo que soné graciosa con mi expresión atea, pero Aiden se rió y eso me despejó el día y los malos humos.-Esta bien, te llevo. Pero por el camino paramos en un Donkin Donuts y me compras el desayuno. Me lo debes.
Y dicho esto, cogí las llaves de mi viejo Mustang del 67, el cual me había pasado casi cuatro años ahorrando para tenerlo y reparando para que fuese el coche de mis sueños.
Le di un beso en la frente a Josh y me marché.
Ahora que recreo está escena, creo que debería haber frenado en seco y haber seguido lo que tenía a medias en la cama. Me hubiese sido más sencillo que asimilar lo que se me venía encima.

Seven Essences.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora