Maxine Remain
La fuerte brisa arremetía contra el cristal del ventanal, como si tratara de arrastrar consigo los vestigios de mi dulce sueño. La luz del amanecer se filtraba implacable a través de las cortinas, pintando la habitación con tonos dorados que contrastaban con el frío palpable que se apoderaba del espacio vacío a mi alrededor. En medio de ese pulcro silencio matutino, una pregunta surgió en mi mente: "¿Dónde está mi compañero de habitación?"
Al escudriñar la cama opuesta, noté que permanecía intacta, exactamente igual que el día anterior. Solo mis pertenencias se encontraban sobre el suelo, las de nadie más, lo cual resultaba extraño, pues estaba segura de que alguien más había compartido este cuarto conmigo la noche anterior.
Una oleada de escalofríos me sacudió al rememorar los eventos de la noche anterior. Decidida a enfrentar lo que aguardaba en mi primer día en la academia, me deslicé fuera de las cálidas cobijas y me dirigí hacia el armario, donde aguardaba mi uniforme impecablemente planchado. Una falda azul, acompañada por un chaleco del mismo tono, esperaban mi elección. Con cuidado, seleccioné una camisa blanca, asegurándome de que estuviera perfectamente alineada bajo el chaleco.
La corbata rosa añadía un toque de color y personalidad a mi uniforme. Con manos hábiles, anudé la tela suave alrededor de mi cuello, tratando de encontrar el equilibrio entre elegancia y comodidad. La corbata, con su tono suave y femenino, era un recordatorio sutil pero poderoso de que la fuerza y la determinación no estaban reñidas con la delicadeza y el estilo. Una vez vestida, me detuve frente al espejo, observando mi reflejo con atención. La joven que me devolvía la mirada irradiaba una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que el día no sería fácil de concluir.
Con un último suspiro, ajusté el uniforme una vez más, asegurándome de que cada detalle estuviera en su lugar, antes de tomar mi libreta de notas y salir de la habitación.
William Evans
La luz de la luna se reflejaba a través de la ventana del dormitorio, y el aire frío se acumulaba dentro de la habitación. No llevaba más de una hora en el dormitorio y ya casi se acercaba el amanecer, pero no lograba poner en paz mi conciencia. Decidí salir a tomar una caminata por el campus para dispersar mis pensamientos. La fresca brisa golpeaba mis mejillas, haciendo que un escalofrío me recorriera de pies a cabeza. Mis cabellos se encontraban despeinados, movidos a su antojo por el viento, al igual que mis mejillas y la punta de mi nariz, que ya se comenzaban a tornar rojizas por el frío. Comencé a acelerar mi paso, haciendo un poco de ejercicio sin llegar a estar exhausto.
Mi corazón empezó a palpitar rápidamente, mi mente se bloqueó y mi cuerpo comenzó a sudar frío. Al detenerme por completo, una melancolía inesperada se apoderó de mí. Recorría mi ser, paseando entre mis venas hasta llegar a mi corazón, provocando que lágrimas saladas llenas de dolor y tristeza brotaran de mis ojos y recorrieran lentamente mis sonrosadas y frías mejillas. No comprendía por qué, pero no lograba contener mi tristeza.
Deseando que mis pensamientos se alejaran, me recosté en el brillante césped y contemplé el amanecer. Fragmentos de recuerdos, una canción, una salida, y una persona en el anonimato, se entrelazaban en mi mente como si fueran una broma cruel de mi memoria.
Cuando el sol alcanzó su punto más alto, decidí regresar al dormitorio antes de mi rutina habitual. Los pasillos seguían solitarios y un poco oscuros, lo que me hizo sentirme como en casa.
Al llegar a mi habitación, me di cuenta de que ya no había rastro de mi nuevo compañero. Supuse que había madrugado. Decidí tomar una ducha rápida, atar mi cabello en una coleta y vestirme con el único uniforme que tenía por el momento. Me senté en mi escritorio, dándole la espalda al entorno. Conecté mi celular a unos auriculares y puse música aleatoria para aislarme del exterior. Tomé mi libreta para apuntes especiales. Mientras pasaban los minutos, sentí una presencia sobre mí, una respiración en mi nuca. Los vellos de mis brazos se pusieron de punta, una sensación incómoda que no había experimentado antes.
Minutos más tarde, tomé mi guitarra y me dirigí a la azotea de la institución. Me senté en una esquina y comencé a tocar melodías al azar, esperando que la inspiración llegara. La libreta que llevaba siempre conmigo contenía todas mis canciones y pensamientos, como un diario personal. Sumergido en mi música, no noté cuando alguien se detuvo a mi espalda hasta que escuché su voz.
—¿Qué haces aquí, Will? Deberías estar en clases —dijo una voz reconocible. Era mi hermano mayor, Alexis.
—Solo me divierto un poco antes de que comience la primera clase, aún quedan 20 minutos —respondí, dejando mi guitarra a un lado para verlo frente a frente. Su sonrisa juguetona me hizo pensar que tenía algo en mente que no me gustaría.
—Claro, solo no llegues tarde. Ya sabes lo que pasó la última vez.
Comentó mientras se dirigía hacia las escaleras. Aproveché para tomar mi guitarra nuevamente y dirigirme al salón de clases.
Mientras bajaba las escaleras, sentí que alguien caminaba detrás de mí. Juraba que sus pasos se acercaban cada vez más, como si su cálido cuerpo estuviera a mis espaldas. Giré de golpe, pero solo estaba yo en el lugar. Llevaba una semana lidiando con mi imaginación y estas sensaciones extrañas se volvían cada vez más desesperantes.
Aceleré el paso hasta llegar al salón, que estaba vacío, excepto por el profesor, quien ya estaba preparando los materiales. Tomé asiento en una de las mesas del centro y me recosté para descansar hasta que comenzara la clase. Mi mente estaba aturdida y deseaba tranquilidad.
Cuando me sentí cómodo, cerré los ojos para descansar. Sin embargo, mi mente seguía agitada. Diversas voces irreconocibles hablaban al mismo tiempo, confundiéndome.
Durante la clase, noté a una chica de aspecto intrigante sentándose junto a mí. Su mirada era penetrante, pero atractiva. Me sentí desconcertado por su repentina aparición, aunque traté de ocultar mi sorpresa con calma.
—Perdón, no quería despertarte —dijo con una voz suave y algo melódica, mostrando una leve sonrisa. Su disculpa me hizo sentir un poco menos tenso, pero estaba intrigado por su presencia. Debía ser nueva, no la conocía.
—No pasa nada —respondí, tratando de sonar despreocupado—. Estoy acostumbrado a dormir durante las clases de vez en cuando.
Ella asintió con comprensión, pero algo en su mirada me hizo preguntarme si había algo más detrás de sus palabras. Me sentí atraído por su aura enigmática, como si hubiera algo más en ella de lo que parecía a simple vista.
Cuando la campanada del mediodía sonó, todos salimos apresuradamente a almorzar. Caminé con un amigo en dirección opuesta, pero sentí una necesidad imperiosa de hablar con ella, devorando mi curiosidad.
Al volverme para buscarla, noté algo extraño: ya no estaba allí. Desapareció por completo. Mi corazón latía con rapidez mientras buscaba alguna señal de ella. ¿Dónde había ido tan repentinamente? La intriga y una ligera inquietud me envolvieron.
Decidido a resolver el misterio, dejé a mi amigo y me aventuré en los pasillos abarrotados del instituto. Cada rostro que pasaba parecía una pista, pero ninguno me conducía a la chica misteriosa.
Finalmente, me encontré en un rincón tranquilo, donde una suave brisa agitaba las cortinas de una ventana abierta. Justo cuando estaba a punto de darme por vencido, una sombra se deslizó por el borde de mi visión.
Con el corazón en la garganta, me volví para encontrarme cara a cara con ella. Su sonrisa era enigmática, sus ojos café brillaban con un brillo intrigante mientras me miraba con una mezcla de diversión y complicidad.
—¿Te has perdido? —preguntó, su voz envuelta en un misterio seductor.
—No exactamente —respondí, tratando de ocultar mi desconcierto tras una sonrisa—. Pero me parece que me he encontrado con algo mucho más fascinante aquí contigo.
Ella arqueó una ceja, sus ojos chispeaban con complicidad. —¿Es así? —preguntó, su voz envuelta en un aura maliciosa.
Asentí, cautivado por su presencia enigmática. —Definitivamente. Sin decir una palabra más, se alejó con un paso elegante, dejando un rastro de perfume dulce en el aire. Observé su figura desvanecerse, preguntándome qué secretos ocultaba detrás de esa sonrisa intrigante.
Con el corazón acelerado, me di cuenta de que había tropezado con algo mucho más grande que la simple curiosidad. Mientras el día se desvanecía, su imagen persistía en mi mente, prometiéndome un próximo encuentro lleno de nuevas emociones desconocidas.
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Susurros De Invierno ©
Mistero / ThrillerLibro entero disponible en Amazon.com. Disponible de forma mundial en la plataforma. Winter Whispers Maxine Remain ha estado lidiando con una vida llena de sombras y susurros incesantes que la persiguen constantemente. Mientras intenta mantener una...