Un Giro de 180º

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Emilio
El parpadear de los ojos dura menos de un segundo, un accidente solo tarda un instante, un instante que separa a la vida de la muerte...

Suena la campana anunciando el final de las clases, me siento feliz, en el examen de matemáticas obtuve un 9.5 y eso que solo le di unas hojeadas a mis apuntes, claro que siempre presto atención a la clase y eso me ayuda muchísimo, sé que puedo aprobar las materias teóricas como Historia y Biología sin ninguna dificultad debido a que poseo de una memoria fotográfica, esta enfermedad o don como muchos lo llaman es genética, mi padre lo tiene, yo lo tengo y por supuesto mi hermano el perfecto también lo posee, al principio los profesores pensaban que mi hermano y yo hacíamos trampa, que era imposible que pudiéramos memorizar cosas imposibles de ser memorizadas en tan poco tiempo, incluso creyeron que habíamos sobornado a los profesores para ayudarnos, hasta llamaron a nuestros padres y se armó un gran escándalo por ello, pero conforme el tiempo paso se fueron acostumbrando.

En las demás materias este don también ayuda, aunque en menor parte, porque que aunque no quiera debo de practicar y la verdad es que no lo soporto, se me hacen muy tediosas, algo que no le sucede a mi hermano el "perfecto" como suele llamarle mi madre, él siempre ha sido bueno en todo, en su vida social, los estudios e incluso los deportes, en cambio yo soy un desastre para eso y para lo único que soy bueno en cuanto a los deportes se refiere es levantar pesas, también tengo el segundo mejor promedio del colegio, solo por debajo de claro que si..mi hermano el perfecto.

Salgo del colegio y me encamino al estacionamiento, siempre he sido una persona tímida, no es que sea antisocial, sino que no me disgusta la soledad, sigo caminando, hasta llegar al mar de coches, la mayoría de ellos sino es que todos de lujo, me sumerjo en mis pensamientos hasta que alzó la cabeza y ahí está, el flamante Audi R8 que mis padres le regalaron a mi hermano por haber cumplido 20 y junto a él mi hermano recargado hablando tranquilamente con unas porristas sobre una fiesta que habrá más tarde y a la cual por supuesto no estoy invitado, antes de subirme al coche alcanzo a escuchar que mi hermano se quedara de ver con sus amigos antes de la fiesta, pero la verdad dudo mucho que en verdad sean sus amigos, a leguas se ven cuales son sus verdaderas intenciones.

Pongo música mientras espero a que mi hermano termine de parlotear, aunque no quiera admitirlo a veces siento un poco de envidia por el.

De pronto se abre la puerta y entra mi hermano quien me dirije la palabra, pero decido ignorarlo, y mientras el conduce yo miro el paisaje y antes de que me de cuenta ya hemos llegado a casa.

Al estacionar el coche, Antonio, nuestro mayordomo nos abre las puertas, una vez fuera del auto camino hacia la casa y rápidamente subo a mi cuarto esperando no encontrarme a mí madre, porque sé que me restregará los logros de mi hermano y más ahora con el regalo que le han hecho.

Voy subiendo las escaleras  y justo antes de que pueda entrar a mi cuarto escucho una voz que me llama desde abajo, me hago el sordo esperando a que no haya otra llamada, pero inesperadamente cuando estoy apunto de cerrar la puerta de mi habitación escucho los pasos inconfundibles de mi madre subiendo las escaleras a toda prisa, suspiro y pongo los ojos en blanco; decido no darle importancia y antes de que pueda ponerme cómodo en mi cama mi madre irrumpe bruscamente diciendo —¿Qué no me has escuchado Emiliano?.

Odio que me llame de esa forma, así que contesto—La verdad si te he escuchado pero tengo mejores cosas que hacer que oírte y verte elogiar a mi hermano, es una actividad que para mí gusto se ha vuelto demasiado irrelevante.

—¡Tal vez si tu hicieras las cosas mejor estaríamos hablando de ti en vez de el!—dice mi madre en tono indignado

Cierro mi puño y me muerdo un labio antes de gritarle—¡Y tal vez si no lo idolatraras tanto el no sería un creído de mierda!

Espléndida TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora