Jaulas

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"He sobrevivido otra noche, que suerte que tengo. Despierto en otro lecho, en otra zona. Al menos tengo a mi familia conmigo y eso me consuela un poco"

Comienzo a alistarme para volver a casa, mamá continúa dormida, parece que le tocó trasnocharse. Me coloco las gomas y me abalanzo a ella besándola en la sien.

—Ya es hora de levantarse mamá —susurro a su oído—. Debemos irnos o la dueña nos cobrará el doble.

Saltó de un disparo e inmediatamente comenzó a vestirse, parecía no agradarle la idea de seguir perdiendo dinero en este modo de vida. A diario debíamos alquilar un apartamento en el quinto piso de un edificio que quedaba a una hora de casa, para ese entonces todos los edificios se encontraban saturados de inquilinos y conseguir uno cerca de casa era una utopía.  Era un apartamento pequeño donde solo había una habitación que podría decirse era acogedora. Al entrar a ella lo primero que veías era un gran ventanal que te entregaba una vista panorámica de la ciudad, desde esta altura las personas parecían hormigas. A mano derecha estaba una litera donde dormía con mi hermana Summer, a mano izquierda la cama de mi madre y en medio, una mesita que utilizábamos para la hora de la cena, también de vez en cuando para jugar unos cuantos partidos de ajedrez cuando nos tocaba pasar la noche en vela. Me gustaba mucho el amarillo mostaza que decoraba las paredes del cuarto, me daba una sensación de tranquilidad.

Cuando terminamos de alistarnos bajamos hasta la recepción. Allí la dueña del edificio sentada en su mostrador, tachaba con su pluma aquellos nombres que habían cancelado la noche, algunos nombres como el de mi madre que eran clientes fijos estaban en una lista especial, no se nos podía llamar residentes, cuando solo pasábamos la noche allá. Desde el quinto piso hasta el último los departamentos no estaban a la venta. A diario la gente de Maracaibo solicitaba específicamente estos pisos y venderlos seria reducirle las ganancias a la dueña. El costo variaba dependiendo la altura a la que quisieras estar, pero mientras más alto, menor era la posibilidad de que murieras. Los más adinerados Vivian en los pisos debajo del quinto y pasaban la noche en el pent-house del mismo. El dinero lo movía todo y para ese entonces ser dueño de un edificio era tener la vida asegurada.

La recepción era una aglomeración de caras largas con lágrimas que nunca caían. La ciudad estaba acostumbrada a no encariñarse con nadie porque jamás sabias cuando sería la última vez que los verías o que te verían. Nunca entraba a aquella habitación, no soportaba ver a los adultos quejarse del día a día. Al principio mamá nos mantenía lejos de todo para no ponernos en peligro pero le resultó imposible evitar que nos pusiéramos al tanto de la situación. Aprovecho que la puerta es de vidrio y observo a mi hermana junto con mi madre haciendo fila para pagar. Estando afuera veía llegar a los oficiales de policía, su llegada  indicaba la muerte de alguien en los adentros de esta granja.

Los pobres se refugiaban en los primeros pisos por las noches puesto que no tenían dinero con que cubrir su estadía allá y de tenerlo, conseguir un espacio vacío no sería sencillo.

La gente humilde caía de a poco, eran como los granos de un reloj de arena.

Algunas personas se pasaban de listas e intentaban sobrevivir dentro de sus hogares. Adornaban a estas con la mejor seguridad jamás vista, sensores infrarrojos, portones que cubrían ventanas y puertas. Y cámaras que detectaban hasta el aleteo de una mosca. Aunque parecía ingenioso aquellas cosas solo lograban llamarles la atención y cuando ellos te fichaban como objetivo, tu muerte estaba anunciada. Nadie sabía cuántos eran, nunca quedaban sobrevivientes que pudiesen identificar a alguno, la policía solo seguía la marea escondiéndose en los pisos más altos y se levantaban temprano para recoger los cuerpos. Los rumores decían que siempre estaban observándote aunque no pudieses verlos y que a las 10:10 tendrías un arma de ellos agujereándote. Las discotecas dejaron de existir cuando era un crio, todas las entidades nocturnas terminaron quebrando. Los locales terminaron por ser cementerios,  eran estos los sitios más frecuentes para encontrarse con cadáveres. Aquellas imágenes de gente descuartizada dejaron de revolverme el estomago hace mucho, pero seguía asustado de que un día fuese yo, quien estuviera ahí en el suelo.  En cuanto mama salió junto con summer, nos dirigimos a la avenida a coger el primer taxi que pasara. La ciudad estaba llena de frases cómo: "¿Cuántas lunas mas continuará la ciudad con vida?" "¿Quiénes son ellos?"  "los pecados matan al pecador" "¿Por qué no atacan a los pisos altos?" "hoy por ti, mañana por mí". Veía por doquier las mismas palabras, no recuerdo exactamente cuando fue, pero un día aquellas palabras dejaron de tener sabor. Esperando nuestro medio de transporte un mendigo quizá con seis años más que yo, se acercó pidiéndole dinero a mi madre pero ella aburrida de los mismos diálogos le ignoró. Esta gente acostumbraba a pedir limosna para poder tener dinero con que costearse una noche en los pisos más altos, al menos así, podrían vivir por un día más. Justo cuando pensé mirar a otro lado para no tener que darle cara a aquel mendigo recordé esa frase de "hoy por ti, mañana por mí" lo que por inercia me hizo meditar y saqué un billete que tenía en mi bolsillo.

—Para usted —dije entregándole el billete—. Espero continúe con vida.

Me miró agradecido y con pasos lentos comenzó a alejarse, vi cuando volteó y clavó sus ojos en la espalda de mi madre, esos ojos le dijeron "te odio" en demasiados idiomas.

Nos detuvo un taxi finalmente que nos llevó a casa donde podríamos prepararnos para esta noche y de algún modo ser libres sin temor a que pudiésemos morir. En el camino vi mas frases que mentalmente se encontraban archivadas en mi cabeza, mi frase favorita era: "Si los muertos hablaran, ellos ya estarían en la tumba". Era una frase muy amplia que no era del todo cierta, por eso me encantaba, a diferencia de las otras que tenían un significado claro y conciso, esta era más para tomarse un café y discutirla. Yo no creía que la información fuese un arma, pero si creía que podía darnos una idea de donde conseguir una.

10:10Donde viven las historias. Descúbrelo ahora