Capítulo 14. Tienes novia

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—¡He descubierto el grupo de amigos de Vicente y dónde encontrarlos!—. Comentó Blair de manera exagerada a través del celular. Intenté suavizar el tono de habla de Blair, pero estaba exactamente igual que ella, temblando de excitación hasta los huesos.

Me tumbé el el sofá mientras sujetaba el móvil entre mis manos temblorosas y sudadas.

—Habla—. Decreté con impaciencia.

Transcurrieron unos minutos de silencio, que se disiparon con la voz de Blair.

—¿Recuerdas el antiguo psiquiátrico que ahora está en las ruinas?... Tu novio está loco. De todos modos, ese es su encuentro de reunión. Aparentemente ha ido recurrentes veces a ese lugar—. Terminó de concretar Blair, luego dedicó unos segundos a resoplar angustiada—. Sé que vas a ir, así que ten cuidado... No sé cómo será su grupo de amigos.

Esbocé una sonrisa ignorando plenamente lo que Blair había dicho.

—Lo sé abuela, iré con cuidado—. Corté antes de que Blair modulara una palabra. 

Abrí la puerta de mi cuarto y caminé hasta la sala. Abi estaba tirada en el sofá como un gato gordo viendo Crepúsculo.

—¿Por qué todas las chicas quieren ser mordidas? Eso duele, ¿acaso las chicas de hoy son masoquistas?—. Abi estaba gritándole a la televisión, otra vez. Signos de la tercera edad.

—Saldré—. Comenté mientras arreglaba mis zapatos. Abi asintió sin quitar la vista de la televisión.

—Trae comida.

No respondí, simplemente cerré la puerta y salí del edificio.

(...) 

Había llamado a Blair unas dieciséis veces, y seguía sin responder. 

Estaba frente al edificio lúgubre y vacío. No habían rastros de vida ahí desde hace mucho tiempo.

—¿Hola?—. Vociferé con temor. El grito de los pájaros me tensó aún más, estúpidos.

Nadie había respondido a mi llamado. Posteriormente me dediqué a merodear el lugar, sin adentrarme mucho.

Mi celular empezó a vibrar con la canción de Dora la exploradora. 

Sal de ahí, extrañamente me confundí y te envíe a un lugar nada que ver , ahora sal de ahí y vuelve  a casa o algún espíritu te va a violar.

Blair-

—¿Dónde diablos me metió? De todos modos, si dice que se equivocó le haré caso. No quiero terminar vendido en el mercado negro, o mercado libre, o peor... la Deep Web—. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda al pronunciar la última palabra. 

Me encogí de hombros y me resigné a salir. Estaba insatisfecho, no pude ver a los amigos, ni tampoco a Vicente. Malgasté mi día caminando hasta aquí.

(...)

Rondé un rato la heladería. Hice memoria de la última vez que estuve aquí y en el lío que había ocasionado. 

—La primera vez que lo besé—. Musité con un severo enrojecimiento. Respiré hondo, y volví a la normalidad. 

No me tomé la molestia de seguir por la calle habitual al departamento, y tomé un atajo. Dicen que no es bueno seguir la rutina diaria, o eso leí en wikipedia.

—Ojalá me hubiese casado con un empresario, así tendría cosas lindas, y un auto.

Empecé a incomodarme por el turbio ambiente en el que estaba sumido. Había gente en los rincones fumando, y mirándome con desprecio.

Una muchacha de poca ropa se me acercó, y se aferró fuertemente a mi brazo.

—Vaya, qué tenemos aquí. ¿No quieres pasar un buen rato, lindo?—. Hizo mención la chica, dejando mostrar su escote, y una sonrisa. 

¿Cómo llegué a parar a un prostíbulo? 

—Oh no, gracias. Estoy bien... si me disculpas—. Dije. Intenté salir de ese lugar espeluznante, pero ella seguía insistiendo.

—No te hagas el difícil cariño—. Insistió ella de manera brusca mientras llevaba su mano a mi entrepierna. Mi estómago se revolvía.

Llegué a tal punto de querer gritarle, pero me contuve... O eso creí.

—¡No, basta, no quiero estar con una chica! ¡Y menos con una fácil!—. Solté de manera exaltada. Procesé luego lo que acababa de decir, y entré en pánico.

Ésta se me quedó mirando de manera desagradable, como si su fanatismo por mí se hubiese disipado, y en vez de eso me odiara.

—Que poco gentil con una dama, ¿¡Qué te crees!?— Otras damas de compañía empezaron a juntarse en un gran círculo. Estaban atónitas, mientras que yo sólo quería escapar. Odio las ideas de wikipedia de salir de tu rutina, la rutina es buena, muy buena.

—¡Seguridad!—. Gritó la muchacha de antes. Dos hombres de fornidos cuerpos salieron al rescate. En estos momentos no desearía estar vivo.

La mujer apuntó a mi dirección, no sin antes susurrar algo a su oído. ¿Voy a terminar golpeado otra vez, o desmayado?

Tronaron sus dedos de manera que ocasionara un escalofrío en mí. Iba a morir, y no de una forma bonita.

—Vaya, ¿les ocasionó algún problema este sujeto?—. La mano de alguien se aferró en mi hombro derecho. Pude reconocer la voz de Vicente inmediatamente. ¿Cómo hace para aparecer justo cuando estoy en problemas? ¿Sexto sentido?

Lo miré de reojo, estaba sudando terriblemente. Él por mientras tomaba la mano de la prostituta y la besaba, acto seguido se disculpaba.

—Siento las molestias que ocasionó—. Dijo de una manera totalmente sumisa y tranquila. ¿Cómo podía estar tan tranquilo en esta situación?

La muchacha se cruzó de brazos, no totalmente resignada.

—Me debe dinero, él dijo que quería servicio—. Aclaró. Maldita mentirosa.

Vicente sacó su billetera con intenciones de pagar.

—¡Rayos! Dejé mi dinero en el auto, iré a buscarlo y lo traeré enseguida. 

—Vicente, tú no tienes au-

Él cubrió mi boca.

—¡Atrápenlos!

Vicente tomó mi mano, y corrimos hasta salir de ese desagradable lugar. Pasamos desapercibidos por entre toda esa gente, hasta que finalmente nos perdieron el rastro.

—¿Por qué haces esto si tienes novia?

—Espera... ¿Qué?





Mi querido acosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora