Capítulo 9

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Había muchas personas en el Liverpool ONE. Solía tardar entre media a una hora en llegar hasta el centro comercial, pero hoy se había gastado más de dos horas debido al tráfico.

Su papá levantó el brazo entre la multitud, su cuerpo recostado en una columna; sobre su cabeza colgaba un letrero de Forever 21.

–¿Cómo está la cosa? –preguntó Kai, quien se había paseado por la tienda en busca del regalo perfecto para su mamá, que cumplía sus preciosos 39 años hoy.

–He encontrado un vestido verde en el tercer piso.

Su padre no paraba de mirar la hora en su reloj de oro; vestía un traje negro e iba con el semblante serio.

Kai, en cambio, se había puesto un jean roto.

–Papá, prometiste que tendrías el día libre para buscarle a mamá el regalo que se merece.

–Lo he hecho, tienes razón –Noah sacudió la cabeza, intentando despejar su mente. Era algo que Kaidmel también solía hacer–. Me ha llamado Carla y me ha informado de una reunión sorpresa... a la que no podré asistir –añadió al ver la mirada oscurecida de su hijo.

–Carla es...

–Mi secretaria.

–Bien.

Tenía nombre de mujer alegre, pensó Kai.

Sin darle más vueltas al asunto, los dos se encaminaron al tercer piso.

Kaidmel iba distraído, pensando en todo lo que le había pasado en el mes: desde la llegada de los gemelos Wood y su prima Madison, hasta el ataque del elfo oscuro. A pesar de haberlos visto antes (según sus recuerdos), no lograba acostumbrarse a llamarlos así. Sonaba irreal, igual que Tatum.

Ay, pobre de él, que quería besar y correr a los brazos de su Meilužis. No podía hacerlo, sin embargo. Era más fácil pretender ser un chico normal al que le asustaba el tema místico, a ser él mismo y desear pertenecer a todo aquello. Porque Kai sentía que ya era parte de eso, desde el año 1948, para ser más específicos.

Aún se estremecía al admitir que había vivido durante mucho más tiempo del que debía.

Noah veía a su hijo desde el otro escalón de las escaleras eléctricas. No quiso hablar sobre ello (no era bueno haciéndolo), pero notaba cierta tensión en su hijo. De repente, lo veía desde otra perspectiva. Su hijo, quien al sonreír le brillaban los ojos, ahora lucía unas preocupantes y oscuras ojeras. Ya no sonreía, se le observaba absorto en sus pensamientos todo el tiempo.

Podría ser que Kaidmel pensara que él no le prestaba la suficiente atención que como hijo se merecía, pero Noah lo había percibido. Algo le sucedía a su hijo. Tal vez era su mirada dura, sus hombros tensos y la postura alerta que mantenía la mayor parte del tiempo, lo que le advertía de que algo malo estaba ocurriendo.

Tal vez debía de darse unos meses de descanso para poder pasar más tiempo con su adorada familia.

En el pasado, cuando no estaba tan ocupado en el trabajo, solían irse de excursión a los bosques o a las montañas. Recordaba a la pequeña Kaylee, que amaba el montañismo, liderar el grupo con una sonrisa exaltada. A Kaidmel, en cambio, no le gustaban los pasatiempos extraños de su melliza, por lo que se quedaba en la tienda de acampar junto a su madre y su hermano Keegan. Ellos preparaban la fogata, las actividades y la comida.

La pesca, otra cosa que Noah amaba hacer, era el hobbie favorito de Kendal y Kaidmel. Keegan, por otro lado, se iba más por la caza de animales grandes y peligrosos. Nia y Keegan salían temprano en la mañana a conseguir la comida de la noche.

Get ugly, la maldición comienzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora