Un taxista hacia su rondín como de costumbre. De repente una monja le hace la parada y se sube al taxi. Durante el camino hacia la dirección que la monja le había indicado, esta podría darse cuenta que el taxista no dejaba de mirarla.
Ella al sentirse intimidada y un poco incomoda, cuestiona al taxista sobre su insistencia por mirarla, a lo que él le dice: tengo una pregunta para usted pero mi intención no es ofenderla.
¨Hijo mío, creo que ya nada puede parecerme ofensivo, te sorprenderías de todo lo que he escuchado y visto, así que puedes estar tranquilo pues te aseguro que no habré de ofenderme con tu cuestionamiento. Puedes hacerlo¨. Dijo la monja.
¨La realidad es que más que pregunta es una confesión, siempre he tenido la fantasía de besar a una monja y saber que se siente¨.Perfecto, dijo la monja. Pero para cumplirte dicha propuesta tengo dos peticiones, si estás de acuerdo con ambas y las cumples en su totalidad, tendrás un beso. La primera es que debes ser soltero y la segunda es que debes creer en Dios.
El taxista muy emocionado porque si cumplía las peticiones le gritó, ¡claro! Estoy soltero y por supuesto creo en Dios.
En vista de ello, le sugiero que doble en algún callejón, dijo la monja y el taxista obedeció.
La monja beso apasionadamente al taxista, cumpliéndole así su fantasía.
Cuando el taxista ya se dirigía al lugar al que iba la monja, este se echó a llorar y la monja le preguntó que si porque lo hacía, a lo que el taxista reveló que había pecado pues había mentido, era casado y además judío .
La monja con una sonrisa le dijo que no se preocupara pues ella también había mentido, su nombre en realidad era Kevin e iba a una fiesta de disfraces.