La mente brillante

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Hacía un frío demoníaco aquella mañana, el viento se arremolinaba suavemente en las esquinas de las calles y entre las ramas de los árboles mientras la leyenda del patinaje sobre hielo, Victor Nikiforov, imaginaba las posibilidades que tenía para la próxima temporada de competencias.
Por alguna razón, en su mente, siempre se había imaginado las presentaciones antes de siquiera ponerlas en papel, las rutinas y los saltos los sabía de memoria....tenía que saberlo todo para siempre impresionar al público. Y siempre se imaginaba a sí mismo, deleitando al público, haciendo que las personas sintieran lo que él quisiera, al expresar de manera artística todo lo que pasaba por su cabeza.
"Es casi como manipularlos", pensaba algunas veces cuando era joven, pues nadie se había podido resistir a sus encantos. Combinados, esa mente maquiavélicamente brillante y ese escultural cuerpo, eran una bomba para los ojos de cualquier espectador,  por más inexperto en el tema que fuera. Pero ahora, ya no se imaginaba a sí mismo, sino que un muchacho dulce de cabello oscuro y ojos de chocolate danzaba exquisitamente todo el día en su cabeza.
Allí sentado, solo en el patio de su casa, sonrió por millonésima vez al ver su anillo. Ese chico le había dado tantas cosas, y a pesar de que sin duda eran completamente diferentes, sabía que Yuri Katsuki le hacía falta. No por que lo necesitara, sino porque lo quería a su lado...porque había elegido necesitarlo para siempre a su lado, y al parecer, Yuri también lo había elegido a él.
"Aunque con algunas resistencias", comentó Victor en su cabeza, sonriendo ampliamente al recodar el esfuerzo que había tenido que hacer para por fin adentrarse en los sentimientos de Yuri, y todos los intentos fallidos que tuvo que pasar.
"Pero ahora dormimos siempre juntos. ¡Así que punto para Victor!", razonó él levantándose de golpe y dándose la vuelta para volver a la casa.
Justo en ese momento, Yuri bostezaba envuelto en un cobertor grueso color azul marino y en un aura dormilona, justo detrás de la banca en la que se encontraba Victor.
-¡Diablos, Yuri!- le dijo con la mano en el pecho, al verlo. Victor afinó aún más su mirada y logró darse cuenta de que su compañero andaba en ropa interior, y que Makkachin se encontraba también bajo la cobija.
Yuri sonrió tiernamente, pero su mirada cambió en milésimas de segundos para luego abalanzarse sobre Victor, cubriéndolo completamente con abrazos, Makkachin, cobertor y Yuri.
Victor suspiró, ese era su paraíso.
-¿No te vas a disculpar?- le dijo con su característica mirada retadora y juguetona
-No me arrepiento de nada- respondió Yuri, sonrojado, pero confidente. -A levantarse, que Yurio va a venir pronto- agregó, tomado a Victor por el brazo.
-¿Hay que hacer el desayuno o quedó algo de ayer?- preguntó Victor entrando por la puerta de la casa y dándose cuenta por el olor que salía de la cocina que Yuri había estado cocinando.
En el desayunador había frutas picadas, panqueques, también habían cereales y bollitos de pan caliente, listos para ser adornados con quesos y embutidos. Además de cuatro platos con sus tazas y cubiertos.
-Yuri, ¿no se suponía que te acababas de levantar?- comentó Victor, sintiendo un calor delicioso en el pecho, con una sonrisa fantástica.
-Lo siento- respondió el aludido suavemente, sonrojado otra vez, y con pena escondió sus manos tras la espalda.
-Yuri- le reprochó Victor, derritiendo el corazón del otro chico por la forma en la que lo pronunciaba, pues sabía que lo iba a regañar -No digas "Lo siento", porque no hay por qué sentirlo, sino prueba con decir "Gracias por apreciar mi esfuerzo" o algo parecido- dijo, amigablemente gesticulando con el tenedor el la mano y metiéndose un pedazo de panqueque a la boca.
-Yuri, ¡ésto es delicioso!- añadió, muy sorprendido y cautivado por el delicioso sabor del panqueque por sí solo.
-Oh, gracias- contestó, animado y sonriendo dulcemente Yuri.
-¿Dónde aprendiste a hacerlos?- inquirió Victor, echándose varios bocados a la boca.
-Detroit- respondió mientras sacaba del centro de la estufa una pila de esos mismos, que humeaban esparciendo su olor a cítrico y especias. -Claro que le agregé cosas, cómo cáscaras de limón y naranja ralladas finamente-
Yuri pasó con el plato en manos al lado del banquillo en el que Victor se sentaba. Este último, lo tomó por el torso y lo acercó a sí mismo, poniendo sus caras realmente cerca.
Sus respiraciones se mezclaban entre ellas, y el suave aroma a limón llenaba sus fosas nasales.
-Pero qué tentador- dijo Victor, mirando los suaves labios de Yuri, y entrecerrando sus azules ojos con destellos de deseo.
La mirada del chico de cabello oscuro cambió un poco, era más juguetona, atrevida, igual que cuando se ponía los patines para seducirlo. Acercó su mano al mentón de Yuri, acarició suavemente su cuello mientras este cerraba los ojos y se recostaba en su hombro.
El pobre chico de anteojos no tuvo más remedio que dejar pasar a los escalofríos a través de su cuerpo, relajando sus músculos.
Victor sonrió realmente complacido, mirando a Yuri, que estaba expectante, dispuesto... entonces tomó uno de los panqueques que tenía en el plato de la mano.
Yuri lo descubrió en medio de la acción y corrió el plato, pelearon por la comida sentándose Yuri en el regazo de Victor.
Ese era el momento del japonés, atrapó a Victor entre sus piernas y el banquillo, dejó los panqueques fuera de su alcance.
Se acercó lentamente a su cara, mirando a sus ojos con una única meta: seducirlo. Se libró de los panqueques y los anteojos, mientras Victor estaba a total merced de él.

Our Love!!! On IceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora