Izan se estaba preparando para salir del hospital, después de todos los cuidados de los enfermeros y el tratamiento que le diagnosticaron, le dejaron un día en observación por si acaso algún golpe no detectado se manifestaba, pero estaba todo bien así que le dieron el alta.
El chico no paraba de darle vueltas al asunto del parecido de María con su novia fallecida, Laura, a veces pensaba que podían ser paranoias suyas, pero luego estaba muy seguro de lo que había visto y no era ninguna imaginación.
Por otro lado estaba pensando donde se quedaría durante el periodo de rehabilitación, no quería volver a Granada, por lo menos por ahora, todo le recordaría a ella. Su cabeza estaba hecha un rompecabezas y ninguna pieza encajaba.Después de unos minutos ya había acabado de recoger todo, y al coger el móvil recordó que tenía que avisar a los familiares de Laura lo sucedido, los médicos se habían ofrecido, pero quería hacerlo él mismo. No tenía palabras, estaba destrozado, había perdido a su novia, el amor de su vida, ahora nada iba a ser igual, había perdido una parte de su corazón, la parte alegre, la parte que le daba sentido a su vida.
Al final después de tanto discurso interior y de lamentaciones decidió ser valiente por una vez y llamar a los padres de Laura para darles la mala noticia. Cogió el móvil con manos temblorosas y buscó el número de sus suegros en la agenda del móvil, miró el número durante unos segundos hasta que decidió apretar el botón verde. Al segundo pitido su suegra descolgó.
-Buenas Izan, cariño, ¿dónde estáis? Nos estábamos preocupando, estáis tardando mucho en llegar.-saludó su suegra.
Izan no supo que contestar, se quedó en silencio, no sabía como decirle a su suegra que su hija había muerto, y lo peor de todo es que había sido su culpa, y no se lo perdonaría jamás.
-Izan, ¿sigues ahí?-habló la mujer interrumpiendo su lucha personal.- ¿ha pasado algo?
-Sí, sigo aquí doña Consuelo, pero hay algo muy importante que debo decirle.- Al decir eso le tembló la voz y se le ahogaron los ojos en lágrimas.
-Dime ahora mismo que está pasando Izan, ¿le ha pasado algo a mi hija?¿está bien? ¡Habla!- su suegra se comenzaba a poner nerviosa al otro lado del teléfono.
-Yo... No sé como decírtelo, pero hemos tenido un accidente, y Laura no... -no pudo acabar la frase sin derrumbarse y revivir todo aquel traumático suceso que le marcaría de por vida.
-Izan habla ya de una vez, ¿qué narices le ha pasado a mi hija? -su paciencia se estaba acabando.
-Laura a muerto, yo... Lo siento no pude hacer nada para salvarla, estábamos discutiendo y ella estaba muy enfadada, no entraba en razón, se quitó el cinturón de seguridad e intentó bajar del coche, yo al intentar detenerla se me escapó el control del volante, y... -No podía seguir contando, esto le estaba matando.
-No, mi niña, no...- Solo se escuchaban los sollozos de la mujer al otro lado de la línea, y con cada sollozo, el dolor y la culpa que carcomían a Izan por dentro, aumentaban.
-De verdad que lo siento, sé que no sirve de nada, pero yo también estoy destrozado, Laura era mi vida.
-Todo es por tu culpa, mi hija ahora no está... No vuelvas a aparecer por aquí, no quiero volver a verte la cara, cada vez que te vea recordaré que por tu culpa mi hija ya no está entre nosotros.- La mujer le gritó con todas sus fuerzas mientras lloraba.
-No, Consuelo, no me diga eso...- Izan no podía más, esto era lo peor.
-Olvídanos.- Y con esa palabra que le dolió a Izan más que nada, su suegra colgó, dejándole más dolido y roto de lo que antes estaba.
Aquel accidente le había destrozado la vida, no solo le había dejado heridas externas, sino que también internas y esas eran las peores, si no se las cura él, no se las cura nadie.
Intentaba ser fuerte y no derrumbarse, intentaba con todo su ser que no le cayese ninguna lágrima, pero como ya bien se sabe los hombres también sufren, los hombres también lloran e Izan en esos momentos era lo que más necesitaba, llorar como un niño de cinco años al que le han quitado su juguete favorito, llorar hasta que todo el dolor y la culpa que le estaban matando desapareciesen.Se sentó en la camilla que anteriormente había ocupado y se echó a llorar como nunca antes lo había hecho, lo necesitaba, necesitaba desahogarse.
Estaba tan sumido en si mismo que no se dio cuenta de que una mujer llevaba un rato observándole en silencio desde la puerta.-Buenas señor Torres, ¿se encuentra bien?- Preguntó amablemente la enfermera que llevaba un rato observándole.
-¿Eh? Sí, sí, estoy bien, ya me iba.- Izan se recompuso como pudo y se limpió las lágrimas.
-Le he visto llorar, sé lo difícil que es perder a alguien que te importa, no pasa nada por sacar tus sentimientos, a veces lo mejor es sentir el dolor hasta que se disipe. -la enfermera se atrevió a darle un consejo- lo siento si me he metido donde no me llaman, pero no pude evitarlo.
-Muchas gracias, lo tendré en cuenta. -Izan agradeció a la enfermera de todo corazón, en el fondo sabía que ella tenía razón.
-Bueno, a lo que venía, la doctora María quiere verle antes de que se marche. -La joven sonrió- le espera en su consulta, al fondo del pasillo a la derecha, que tenga un buen día.- y así como llegó se fue, dejando a Izan solo de nuevo en la habitación.
El muchacho no quería volver a ver a María, ver su rostro tan parecido a su novia no le hacía ningún bien, y sobre todo le provocaba una curiosidad inmensa, ¿por qué tanto parecido?
Cogió todas sus cosas y se dirigió a la consulta que anteriormente le indicó la enfermera. En cuanto llegó, llamó a la puerta, y entró después de escuchar un adelante femenino.-Buenos días Izan, ¿qué tal te encuentras?-saludó alegremente María-.
-Mejor, aunque me sigue doliendo el pecho.-y no se refería precisamente al dolor físico, y la doctora pareció notarlo-.
-Tranquilo, es normal, con el tiempo se va mejorando.- las palabras de la doctora, al igual que las de Izan, tenían doble sentido.- Ven, siéntate en la camilla, por favor, necesito hacerte una última revisión antes de que te vayas.
Izan obedeció y dejó a la doctora hacer su trabajo.
-Bueno Izan, esto ya está. ¿Puedo hacerte una pregunta?
-Sí claro.-Izan dudó un poco en su respuesta.
-¿Podría asistir al funeral de Laura? Ya sé que suena atrevido, pero me siento muy implicada en este suceso, y no sé porque, pero siento que debo ir, llevo días pensando en esto, pero es como si hubiese perdido a un familiar.-La doctora le confesó todo lo que había rondado en su cabeza desde que supo de este accidente, ni ella entendía que le pasaba.
Izan había enmudecido, se esperaba cualquier pregunta menos esa. Después de un silencio incómodo la doctora habló.
-Si te es incómodo o algo, solo tienes que decírmelo, no hay problema, de momento no me he comido a nadie-habló bromeando para romper la tensión.-
-Cla...Claro que puede venir-A Izan le costó decir ese par de palabras.-
-Muchísimas gracias, sólo dígame cuando y donde y me presentaré ahí. Me gustaría darles todas mis condolencias a sus padres.
-Bueno doctora, gracias por todo, si ya hemos acabado, ¿me puedo ir?- habló Izan incómodo.-
-Sí, claro, puedes marcharte, tenemos tu número de teléfono, cuando tengamos la fecha de rehabilitación, te lo comunicamos, que te vaya bien.
Izan se marchó directo al hotel, que horas atrás había reservado por teléfono, y lo primero que hizo fue conectarse a internet y poner María Hernández en el buscador.
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Otra vida.
عشوائيMaría Hernández es una mujer de 25 años que trabaja en un hospital de Madrid. Un día como otro cualquiera en urgencias le toca atender a un chico, Izan Torres, que ha tenido un accidente de camino a Granada, en el cual ha perdido a su novia. Izan ac...