Mundo Erlysrat, enero de 1988.
Gusso se dirige con cautela hacia la gran sala, lugar donde se encuentra su padre; Meth le ha avisado que éste último le necesita con urgencia y el joven ha decidido suspender las labores para ir en busca de su padre. Al llegar a la entrada golpea la puerta con los nudillos y una voz grave, proveniente del interior, lo invita a pasar. Él abre la puerta, entra y cierra con cuidado.
—Hijo, me alegra que hayas venido tan rápido —dice su padre, además hace una seña para que el joven se acerque y tome asiento.
Gusso atiende la indicación y toma asiento frente al escritorio de Niphos, quien se encuentra reclinado sobre una gran silla y rasca su muñeca derecha cada, aproximadamente, dos minutos.
—Me ha dicho Meth que era algo urgente.
—Lo es, hijo. Sé que hoy es tu cumpleaños número veinte y sabes lo que pasa cuando los Lyrat de nuestro tipo cumplen esa edad...
—Padre, sabes muy bien que no me interesa mezclarme entre aquellas criaturas, ¡no entiendo por qué les das protección! —grita Gusso con fiereza.
—¡No voy a soportar ni una insolencia más, Gusso! Guarda silencio y déjame hablar. -Niphos mira a su hijo, quien se ha hundido en el asiento al escuchar a su padre tan enojado—. Muy bien. Hijo, sabes que debes ir al mundo humano para cumplir con el mandato Lyrat, tu obligación es proteger Erlysrat y al mundo humano.
—Pero, padre... —suplica su hijo.
—No, Gusso. Debes bajar hoy mismo, te he dado toda la mañana, pero debes partir cuanto antes. —Se levanta y camina hacia el joven.
—No, padre. Por favor a mí no me interesa suplirte cuando mueras, ¿no puedes dejarme aquí? —pregunta, mirando a los ojos a su padre, después agrega—: Aquí soy feliz.
—Gusso, para odiar a los humanos... te pareces tanto a ellos. —Ubica su palma izquierda sobre la cabeza del joven—. Perdón, hijo.
Gusso desaparece dejando, como única evidencia de su estadía, la ropa que llevaba puesta. Niphos toma las prendas, las aprieta con fuerza y unas cuantas lágrimas se le escapan, nunca pensó que sería tan difícil separarse de su hijo. Al final deja la ropa donde estuvo Gusso por última vez y vuelve a tomar asiento en la gran silla.
Permanece pensativo mientras analiza la marca de su palma izquierda, sus pensamientos lo absorben de tal manera que, cuando su querida Aine entra a la sala, no se da cuenta, hasta que la dama deposita un suave beso en su frente para después sentarse en la mesa frente a él.
—Querida, no te he oído llegar, ¿has venido por algo especial? —pregunta, aunque ya conoce la respuesta.
—¿Ya se ha ido? —pregunta Aine a la vez que un velo de tristeza cubre sus ojos.
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Alaia
FantasyUna guerra planeada desde siglos atrás dará comienzo cuando Alaia despierte, los Lyrat y Eris, criaturas con el poder de la creación y destrucción, lamentarán su llegada y tendrán que utilizar sus mejores armas para acabar con ella. Una guerra e...