6. La noche que murieron las estrellas

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Imagen de Naori Bower

Cerca de las diez de la noche los ruidos de las protestas y el rumoreo de las personas que vivían por los alrededores cesó por completo, las madres abrazaban a sus hijos e intentaban consolarles de todo lo malo que se imaginaban y eran cosas que hasta me hacían temblar de tan solo pensar en un llamado forzoso para servir en las fuerzas militares, nos harían un llamado sin importar nuestra edad, solo los que posean sangre superior o tengan trabajos demasiado elementales se salvarán, los demás nos iremos a la guerra. 

El profeta nos mandará a sacrificar a Hispania, nos mandará a pelear en contra de la insurección y ellos nos tacharán de vende patria, nos asesinarán sin piedad, caeremos para mantener nuestra privación de libertad, para mantener nuestra forma de vida que aunque sea nos mantiene vivos hasta el día de hoy. Mañana iré hacia mi escondite, espero no haya sido destruido por los disturbios que ha habido cerca de los mercados y la ciudad dorada. Niara volvió hace cerca de media hora, como me lo esperaba no fue a trabajar y salió a los campos que hay a las afueras de la ciudad, son tranquilos y hermosos aunque peligrosos, se dice que ahí habitan varios seres que te pueden perder en el bosque, solo los cazadores se aventuran a entrar a esos lares tan peligrosos, a pesar de que aún quedan los vestigios de un antiguo camino de asfalto y cemento que el tiempo se ha encargado se ir borrando con el nacimiento de árboles gigantes. 

A pesar de eso, gracias a ellos podemos obtener carnes para comer, son las más baratas que se pueden conseguir, las carnes vacunas que se exportan de otras provincias son demasiadas costosas para una familia pecadora, las carnes porcinas, ovinas o de cualquier animal criado en las granjas de las ciudades se obtienen a un precio demasiado alto, por lo que la mayoría de pecadores se alimenta de carnes obtenidas de cazadores, ya sean estos legales o no. Ellos dicen que adentro de los bosques aún hay personas que practican ritos antiguos, personas que la rezan a la luna y las estrellas, cosas que estoy más que segura son imaginación de una mala indigestión. ¿Qué persona proveniente de estas provincias adoraría a otro dios que no fuese Dalal? Mucho más en los bosques y de noche, donde las bestias y demás seres sobrenaturales salen para jugar bromas o llevarte hasta el infierno donde arderás en hielo frente a Kiasaela. 

Hubo una vez que mi hermano y yo nos metimos a ese bosque para jugar a las escondidas, era verano y hacía mucho calor dentro de la ciudad, recordaba que la madre de una vecina había fallecido recientemente y como dictaba la ley, todos los presentes para su sepelio debían de vestir de negro, se velaba el cuerpo durante tres días y tres noches para que en el cuarto se llevase al cementerio, se le llevaba al cuerpo para que el sacerdote diera la última despedida en la que el alma descendía a los palacios de Dalal o ascendía a los infiernos de hielo de Kiasaela. Mi madre se encontraba en la casa de aquella mujer y nos había dicho que podíamos jugar todo el día, pues nos aburríamos mucho de estar dentro sin hacer nada. 

Mi hermano quería jugar a las escondidas conmigo y yo quería jugar en cambio otra cosa, me parecía demasiado aburrido y necesitaríamos de más personas, no importando eso caminamos por el sendero principal de Zubamel hasta salir a una calzada de gran anchura, a la par de esta se encontraba el río que cruzaba la ciudad, el principal de los que había, del otro lado se extendían los grandes y frondosos árboles que rodeaban la ciudad, el pueblo pecador más cercano se encontraba entonces a ciento veinte kilómetros de distancia, era un pequeño poblado de cerca de quinientas personas, todas pertenecientes a las castas más bajas de sangres no salvadoras. Por lo que el gobierno del profeta no les tomaba en cuenta y los mantenía alejados de toda información que tuviera que ver con ellos, los grandes comercios de la urbe apenas llegaban a aquel distante lugar mucho después del tiempo que salieron, su sustento se debía a la caza y pequeños cultivos que poseían, la mayor parte de ganancias las tenían del intercambio con cazadores ilegales, ellos hacían trueques de animales difíciles de conseguir por lo que ellos quisieran, que normalmente eran carnes de granjas o alimentos procesados. 

HEREJÍA: LA CIUDAD DEL PROFETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora