13. Los cinco deseos que concedió Kiasaela.

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Quizás debería de estar en mi casa, durmiendo, en lo caliento y acogedor, disfrutando mis últimos momentos antes de partir lejos, disfrutando con mi familia, o lo que queda de ella. En cambio, estoy aquí, a las afueras de la zona pecadora, a las orillas del río, con Travis, esperando la salida del sol que anuncia un nuevo día. 

El día en que abandonaré todo para unirme a una lucha en la que no sé el resultado que tendremos, cuyos valores e intenciones no sigo a un cien por ciento, pero aún así, por muy estúpido que suene, debo hacerlo, porque es la única manera viable que existe de poder volver a tener esperanza. 

Los cuentos de hadas no existen, esas bellas historias que me contaban en mi niñez solo son una farsa, una falacia. Esas ridiculeces de esperar sentada a que el príncipe llegue, o en  nuestro caso, el buscar alguien de sangre más limpia para aumentar nuestro estatus, ser un híbrido está bien, te hace más puro, más cercano a Dalal. 

Río, no sé la razón, no la puedo entender solo lo hago. Tal vez sea porque esta será una de las últimas oportunidades que tenga para hacerlo, sentarme, estar en silencio y apreciar el silencio de la naturaleza, sonreírle a la vida, antes de que se me haga pedazos, antes de que desee nunca haber tomado esta decisión. 

El ruido de algunas aves despertando me llama un poco la atención, me recuerda a mi infancia, hubo un tiempo en el cual nuestra madre nos despertaba temprano, antes de que el sol saliese para poder ir a las granjas comunitarias, ser los primeros en cosechar. Mi hermano siempre lloraba porque no quería levantarse tan temprano. 

Yo en cambio me levantaba feliz por ir a ayudar a mi padre a ordeñar las vacas, me sentía como en un cuento de esos que nos contaban en la escuela, los niños que viven felices en la granja y con los que nos enseñan a contar, a diferenciar los animales y para que sirven. 

Siempre escuchaba a lo lejos aquellos ruidos extraños, muy bulliciosos. Esa primera madrugada que los escuché sorprendida le pregunté a mi madre, y desde entonces, durante cuatro años, me levantaba temprano solo para escucharlos. Me transmitía una sensación de calma, libertad y tranquilidad absoluta. 

Escucharlos es como encontrarme a mí misma. 

Si en verdad existen las vidas pasadas, creo que debí haber sido una especie de ave. 

Después de un tiempo, las clases en la escuela, los trabajos voluntarios obligatorios y otro sin fin de responsabilidades me hicieron perder el interés por ver aquel espectáculo. Hasta el día de hoy, mi último día aquí en Galia. 

  —  ¿Por qué has estado tan callada y deprimida? Desde que te pasó el efecto del alcohol no has dicho una palabra —  Me regañó Travis, como todo un mejor amigo. Como mi mejor amigo que es y único. 

Llevaba el chaleco medio desabotonado, la camisa por fuera y manchada en la parte superior izquierda por lo que parecía ser salsa criolla de la buena, debió haberle ayudado mi hermano a su madre para hacerle la cena especial, el olor a tomate fresco y otra clase de especias sigue sintiéndose fuerte. 

Sus cabellos despeinados, sus ojeras recién hechas por el desvelo de hoy y su piel quemada por los trabajos bajo el sol, me hacían sonreír, me hacen sentir en casa. Travis ha sido como otro hermano para mí, es parte de mi familia y tenerlo a la par mía me hace sentir segura. 

— No lo sé, simplemente, siento como si me estuviera despidiendo de todo, recordando nuestro pasado, cuando éramos niños tan pequeños que no entendíamos como funcionaba el mundo, unos inocentes que miraban con admiración todo. Y ahora... ahora vamos quizás a nuestra muerte, jurando lealtad a las familias que son culpables de nuestra condición, con sus tontas leyes, pensando ya en el matrimonio. —  Suspiré. 

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⏰ Última actualización: Jan 17, 2019 ⏰

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