Parte 2 ~Baños termales~

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Nuestra pareja, que recién había llegado a casa de Yuuri, se disponía a preparar su habitación.

-Yuuri, ¿Deberíamos dormir juntos? -preguntó Víctor deshaciendo su maleta.

-No veo por qué no,... -respondió el moreno.- Esta vez Yurio no está con nosotros... -añadió.

Para Yuuri,  Yurio era un buen amigo y un asombroso contrincante,  pero no iba a mentir,  le gustaba poder estar cerca de Víctor sin que este estuviera metiéndose con ellos,  aunque lo hiciera con cariño.

Al fin podría disfrutar de un poco de intimidad junto a su pareja y por primera vez, bañarse junto a él sin sentirse -del todo- incómodo.

-¡Esto ya está! -dijo Víctor, exhalando un suspiro cansado.

Yuuri se dio la vuelta, solo para contemplar el desastre que el ruso había montado en un intento de abrir los futones y juntarlos en la mitad de la habitación.

Los dos edredones yacían totalmente arrugados en suelo de la habitación, la mesita que contenía las toallas para los baños estaba tirada en una esquina y la ropa de las maletas estaba distribuida en cómodos montículos por la habitación.

-Rayos...

Después de llamar a su hermana para que les ayudara con la habitación, decidieron irse a bañar al onsen. Aunque pareciera extraño, ya que se habían visto bañándose juntos antes, los dos estaban compartiendo un momento relativamente íntimo con el otro.

Algo que sorprendió al japonés fue que Víctor ni siquiera intentó acercársele. Yuuri sabía en el fondo que el ruso solo quería respetar su espacio personal, pero la falta de abrazos y achuchones de parte de su pareja le estaban haciendo perder la cabeza. Por otra parte, Víctor quería juntarse con Yuuri y hacerle mimos, pero sabía por experiencia que el moreno amaba tener su grado de privacidad, el cual no se atrevía a traspasar sin su completo consentimiento. No por lo menos ahora que eran amantes.

Sin darse cuenta, dos horas pasaron, y Víctor propuso volver a la habitación para cenar.

- Bueno, ya es hora de que salgamos de aquí, ¿No, Yuuri?

El susodicho se encontraba recostado en una de las piedras que rodeaban la terma, con las mejillas sonrojadas y la boca medio abierta. Tardó unos segundos en procesar lo dicho por el ruso.

- Claro, vámonos. -respondió.

Y justo cuando Víctor le dejó paso libre, se desplomó, cayendo entre los brazos del ruso, quien lo había atrapado al vuelo.

Unas Navidades RedondasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora