1. Comandante Jung Hoseok.

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La mañana era muy soleada, apenas daban las diez de la mañana y Taehyung estaba sudando completamente. Ya llevaba dos vueltas de su casa al rio, y del rio a su casa, llenando las cubetas de veinte litros cada una. Era simplemente agotador. Pero no había nadie más que hiciera ése trabajo.

Taehyung era un chico muy delgado y alto. Fuerte a sus 18 años, y con la energía de un muchacho acostumbrado a realizar ejercicio rudo.

Vivía con sus dos abuelitos maternos. Sus padres hacía tiempo murieron de fiebres muy altas. Nadie supo que las causó, pero finalmente uno tras otro abandonaron éste mundo, dejando a su único hijo al cuidado de los padres de su mamá.

Hacía tiempo que la guerra había iniciado. Corea del Norte, al fin había invadido a sus coterráneos del Sur. Y como siempre, Corea del Sur solo dejó que tomaran su país, sin luchar, con esa filosofía pacifista que siempre dirigió la vida de un pueblo tranquilo, y tan buscado por otros pueblos invasores.

Todos los días había noticias de que los soldados enemigos llegarían de un momento a otro a Daegu, el pueblo de Taehyung. Y todos los días, el chico esperaba ver los tanques y los soldados norcoreanos, llegando a invadir su casa y su ciudad. Su semblante se oscurecía ante la perspectiva de ceder ante hombres de otro lugar, simplemente porque eran más fuertes que ellos, pero no podía hacer nada para impedirlo.

Amaba a su país, su pueblo, su gente con sus costumbres tranquilas y pacíficas. Odiaba que no lucharan contra el enemigo, pero no había otra opción sino seguir viviendo y esperar.

Finalmente, a él solo le tocaba cuidar de sus abuelitos, hasta que también ellos lo dejaran solo en éste mundo cruel, sin más compañía que sus animales de la granja, que a estas alturas solo eran un puñado de gallinas, un perro viejo y cansado que ladraba cuando alguien lo miraba, como queriendo dar a entender que ese era su trabajo, y una cabra de la cual tomaban la leche que bebían y que podían vender, cuando sobraba un poco.

Ese día la gente había estado hablando mucho.

Muy temprano en la mañana, pasaron algunos de sus amigos y vecinos para informarle que, al parecer, tropas norcoreanas se dirigían para el sur, y que seguramente pasarían por el rio, ese mismo día.

─ Debes tener cuidado Taehyung, cuida de tus animales y escóndelos porque si los ven, seguramente te los querrán arrebatar. – Le susurró una vecina, la señora Choi, quién era una mujer de la edad que tendría su madre, y que siempre le daba advertencias por todo.

─ Gracias señora Choi, lo haré, gracias por advertirme. – Respondió el chico de manera muy educada, haciendo varias reverencias.

─ Y dile a tus abuelos que no salgan de la casa, dicen que esos demonios norcoreanos matan a todo el que se atreve a andar por los bosques, solo para afinar su puntería. – Terminó de comentar la mujer, para salir corriendo a comentarlo con otro vecino.

Taehyung la miró alejarse, sonrió para luego tomar sus dos cubetas de 20 litros cada una, llevarlas al rio y llenarlas del vital líquido.

Cuando regresaba a su casa, o más bien dicho a su jacal, vio un jeep estacionado frente a ella. Trató de apresurar el paso, pero la verdad es que ya estaba cansado.

No había desayunado nada y tenía hambre. En la madrugada, había pescado cuatro truchas y las había limpiado y dejado en aceite de sésamo con algunas verduras, para preparar el desayuno de sus abuelos. También tenía un poco de pollo que había lavado y puesto a hervir con cebolla y ajo, para un rico consomé. La imagen de la comida le hizo agua a boca, así que apresuró el paso y al fin llegó al portal de su vivienda.

Aprendiendo a amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora