Politica entre especies.

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En un laboratorio no muy lejos de Halcyon Fold, el Dr. Flitwick Aplastaaguijones IV prepara armas para la guerra...

―Fus, Ethel, fus, maldita ingrata ―le regañó Flicker, a la vez que se golpeaba la oreja en la que escuchaba el zumbido.

De la oreja salió volando un hada. ―Me gusta estar ahí dentro ―se quejó―. Está calentito. Además, no soy una ingrata: tengo espina dorsal. Algo de ciencia que tú me has enseñado.

―He dicho ingrata, no invertebrada ―explicó Flicker mientras sujetaba a una segunda hada en la mesa de reconocimiento―. Ingrata significa desagradecida, algo que eres, y si no dejas de hacerme cosquillas en la oreja te encerraré con las otras o te clavaré en el tablón. ―Flicker señaló con el hocico hacia las estanterías de tarros sellados. En el laboratorio había hadas de todos los tipos en tarros: las Susurradoras de botellas de violeta majestuoso y las Patizambas de rostro acorazonado se miraban a través del cristal curvo mientras una Ala coqueta con manchas dormía la siesta con los pies en la boca. Furiosa ante su captura, una Inquieta de ojos de cristal embistió el tapón de corcho con la cabeza, lo que hizo que su vientre emitiera luz verde y dorada. Un terrario de mayor tamaño albergaba a una duende de aire llamada Loo, que se pasaba los días peinándose la larga melena con los dedos y observando su reflejo. Muchas más se encontraban expuestas y clavadas en los tablones de las paredes, clasificadas por taxonomía, a las cuales el propio Flicker les había dado un nombre y había etiquetado con cuidado. Había otro laboratorio dedicado a los montículos de termitas y una cámara insonorizada donde se almacenaban los grillos más ruidosos; también había un hormiguero de paredes de cristal que recorría todo el techo, un laboratorio arenoso repleto de escorpiones excavadores y se podía canalizar humo hasta el jardín de la colmena para hacer dormir a las abejas durante la inspección de los paneles.

Todo el espacio disponible de las paredes estaba cubierto con los dibujos, notas y planos de Flicker.

Ethel, una Mosca risueña de trasero protuberante, le sacó la lengua a las demás hadas cautivas y voló hasta los escarabajos y los escurridizos, con los colmillos clavados en un gusano y las descomunales alas doradas batiendo con un zumbido. Posó el trasero sobre el duro caparazón de un pequeño escarabajo y este comenzó a dar vueltas, molesto. Decenas más, con un arcoiris de colores y tamaños que llegaban hasta el de las monturas de los bleekos, corrían alrededor de sus jaulas de alambre. Ethel acarició las púas y cuernos de su montura hasta que este enderezó el rumbo. ―Los nuevos huevos de escarabajo son mucho más grandes que los antiguos ―dijo.

―Una astuta observación ―contestó Flicker. Se inclinó hacia el hada Silbadora a rayas, extendió una de sus alas con unas pinzas y le pasó un diminuto cepillo―. Tengo que cruzar monturas lo bastante grandes para el nuevo armamento que he diseñado. Con este material cristalino que he descubierto en el territorio de los meekos, años de procreación pueden conseguirse en cuestión de días. ¡Días, Ethel!

Ethel escaló una pared con su pequeño escarabajo y lo condujo a través de un plano, a la vez que le echaba un vistazo y masticaba su gusano. ―¿Para qué es esta máquina de bolas de chicle?

―No es una máquina de bolas de chicle. Es un lanzador de hadas. ―Del cepillo de Flicker cayó polvo de hada, el cual explotó en llamas con un puhhh, churruscando el pelo de la mejilla del científico. Este soltó una maldición y el hada se burló de él―. Tú... Tú... Lucy, cariño, tienes que estarte quieta mientras recojo el polvo y dejar de prenderle fuego o el ejército de los bleekos no podrá disponer de las armas que necesita para la guerra de fronteras.

―¿Por qué quieres lanzar hadas? ―gritó Ethel.

―Las hadas son armas bastante útiles ―balbuceó Flicker―. Pican, y el polvo asfixiante y el efecto hipnótico de los patrones de luz han destruido a más de un meeko malvado.

Ethel desmontó y volvió volando a la oreja de Flicker, sin acordarse de su anterior amenaza. ―¿Y por qué están en guerra los bleekos y los meekos?

Con gran concentración, Flicker siguió introduciendo polvo del ala de Lucy en un tubo de ensayo. ―Los meekos son una raza abominable de vida vegetal perversa. Espeluznantes criaturas diurnas que utilizan la fotosíntesis para abusar de la vida nocturna civilizada y culta. Sal de mi oreja.

Ethel lo ignoró, tirando de los laterales de la oreja como si se tratara de una manta calentita. ―¿Pero quién la empezó? ―dijo bostezando.

―No sé... Nadie lo sabe realmente... ¿Pero qué sabrás tú de las complejidades de la política entre especies? Estamos en guerra porque siempre lo hemos estado, igual que la luna combate al sol.

Pero Ethel no respondió y sus ronquidos resonaron en el cerebro de Flicker.

―Lo que necesito es otra expedición ―susurró Flicker, para no despertarla―. Tengo que conseguir más cristal para que la luz de la luna prevalezca.

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⏰ Last updated: Dec 27, 2016 ⏰

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