El Demonio - Cuento folclórico ruso

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En un cierto país vivía una vieja pareja que tenía una hija llamada Marusia (María). En su pueblo era costumbre celebrar la fiesta de San Andres el 30 de noviembre. Las muchachas se congregaban en alguna cabaña, cocinaban pampushki (un guiso) al horno y disfrutaban durante una semana entera, o aun más tiempo. Tan pronto las muchachas se encontraron todas juntos iniciaba la fiesta, se preparaban y cocinan el quiso. Por la tarde llegaban los muchachos con la música y el baile, trayendo el licor con ellos, y la juerga comenzaba. Todas las muchachas bailaban muy bien, pero Marusia era la mejor de todas. ¡Después de un rato allí entró en la cabaña un chico atractivo! Apuesto, inteligente y ricamente vistió.

—¡Saludo bellas doncellas!— dice él.

—Saludo, buen joven!— dicen ellas.

—¿Ustedes están bebiendo?

—Tenga a bien unirse a nosotras.

Después él sacó de su bolsillo una bolsa lleno de oro, algo de licor, nueces y pan de jengibre. Todos estaban listos para pasar un buen rato, y él empezó a andar entre los muchachos y chicas, repartiendo a cada uno una porción. Entonces él se puso a bailar. ¡Era increíble mirarlo! Marusia solo pensaba en él y en más de nadie; cuando él llegó cerca de ella ya no se le apartó hasta que llegó la hora de volver a la casa.

—Marusia, —dice él—, puedo verla afuera.

Ella fue a verlo fuera

—¡Marusia, linda! —dice él—, ¿Usted se casaría conmigo?

—Si le gusto como esposa, yo estaré feliz de aceptar. ¿Pero dónde usted viene?

—De cierto un lugar. Yo soy empleado de un comerciante.

Entonces ellos se dijeron adiós y se separaron. Cuando Marusia volvió a su casa, su madre le preguntó:

—¡Bien, hija! ¿usted se ha disfrutado?

—Sí, madre. Pero yo tengo algo feliz para contar además; había un muchacho allí de la ciudad, guapo y con mucho dinero, y él me pidió por esposa, pero no se donde vive.

—¡Harkye Marusia! Cuando usted vaya con las muchachas mañana, lleve una pelota de hilo con usted, hágale un lazo a él, y, cuando usted se despida, le agarra de sus botones, y calladamente desenrolla la pelota; entonces, por medio del hilo, usted podrá averiguar dónde él vive.

Al siguiente día Marusia fue a la reunión, y tomó una pelota de hilo con ella. El joven vino de nuevo.

—¡Buenas tarde, Marusia!— dijo él.

—¡Buenas tardes!— dijo ella.

Los juegos empezaron y bailaron. Más aun que antes él se mantuvo cerca de Marusia, no daba un paso lejos de ella. El tiempo llegó para volver a la casa.

—Venga y véame afuera Marusia!— dice el extraño.

Ella salió a la calle, y mientras ella estaba despidiéndose de él, ella dejó caer el lazo calladamente donde terminan sus botones. Él se fue, pero ella permanecía donde estaba, desenrollando la pelota. Cuando ella la había desenrollado toda, ella corrió tras el hilo para averiguar dónde su novio vivió. Al principio el hilo siguió por el camino, entonces se estiró por los setos vivos y regueras, y llevó Marusia hacia el porche de la iglesia. Marusia probó la puerta; estaba cerrada con llave. Ella fue alrededor de la iglesia, encontró una escalera de mano, la puso contra una ventana, y subió para ver qué está pasando dentro. Mirando en la iglesia, ella miró y vio de pie al novio al lado de una tumba y devorando el cuerpo de un cadáver que se habían dejado durante esa noche en la iglesia.

You can't cryWhere stories live. Discover now