Teléfono Perdido

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Estaba tirado cerca de mi apartamento. Un iPhone 4 blanco en sorprendente buen estado. Lo recogí del suelo para echarle un vistazo más de cerca. Seguramente pertenecía a una chica adolescente, a juzgar por la terrible cantidad de purpurina que tenía su carcasa.

Examiné el teléfono con atención, a pesar del mal gusto. Había resistido bastante bien al impacto de lo que supuse sería una caída desde una mochila escolar. De hecho, no solo había sobrevivido, sino que estaba en muy buenas condiciones. Sin fisuras, sin golpes, sin abolladuras... nada.

Entré en mi apartamento, tiré la bolsa al suelo, me quité el abrigo y los zapatos y continué examinando el teléfono. Quien quiera que lo hubiese perdido lo estaría buscando. Tras presionar el botón de inicio, la pantalla se iluminó. Deslizando mi dedo a la derecha, descubrí que ni siquiera estaba bloqueado. "¡Qué estúpidos son los adolescentes!" -me dije a mí misma, como si yo nunca hubiera sido una niña. Busqué en los contactos, y pulsé para llamar a uno que decía "mamá".

Nada.

Era como si la pantalla táctil no respondiese a los toques de mis dedos. Desconcertada, presione "llamada" de nuevo. Otra vez más. Nada.

Fue en ese momento cuando recibí una llamada en mi teléfono, un iPhone 6 negro. Rodé para responder y la voz de mi mejor amiga llegó hasta mis oídos.

"¡Ey, Amanda!, ¿cómo fue la prueba de hoy?"

El teléfono quedó momentáneamente olvidado, y caí en un profunda conversación con Anna por el absoluto caos que envuelve la vida de una estudiante universitaria. Hablamos un poco de todas esas cosas que preocupan a las veinteañeras antes de salir de fiesta.

"¿Qué haces esta noche? Hace poco que han abierto una discoteca genial en el centro y algunos de mis amigos quieren ir. ¡Tienes que venirte con nosotros!"

Contemplé la comodidad de mi apartamento. Yo soy una persona tranquila, de esas que prefieren quedarse en casa y disfrutar un buen libro. Todo lo contrario que mi amiga Anna, que le encanta salir y siempre se está metiendo en un montón de problemas. Pero bueno, los polos opuestos se atraen, ¿verdad? así que para deleite de Anna, que no paraba de chillar, sonreí y acepté la invitación. Por mucho que me apeteciera quedarme en casa, ¿quién puede negarse a la petición de su mejor amiga?

Hicimos planes y me colgó el teléfono. Entonces me acordé del teléfono móvil que me esperaba tirado en el sofá. Lo recogí, abrí la información del contacto de "mamá" y copié el número en mi teléfono. Si la pantalla no funcionaba, al menos podía llamar así.

El teléfono sonó durante largo rato y justo cuando estaba a punto de colgar, una voz inquisitiva respondió por el altavoz.

"¿Sí?"

Traté de no desanimarme con tan grosera respuesta.

"Hola, uhhh... Mi nombre es Amanda y he encontrado un teléfono móvil cerca de mi apartamento... Creo que es de su hija, ¿hay alguna manera de hacérselo llegar?"

Aparte de una respiración entrecortada, la línea quedó en silencio durante unos instantes. Entonces respondió: "¿Esta mierda te parece divertida? ¡Basta de hacer bromas estúpidas!"

Colgó el teléfono dando un golpe y yo quedé sin habla durante unos segundos. ¿Qué demonios le pasaba? Completamente confundida, volví a comprobar el número. No, había marcado el número correcto... Bueno, si la llamada no tenía sentido para ella no era mi problema. Tarde o temprano alguien llamaría y tendrían que ser ellos quienes dieran explicaciones. Sea como fuere se resolvería solo.

Todavía tenía unas cuantas horas libres antes de salir de fiesta con Anna, por lo que me dispuse a leer La buena tierra y comer una bolsa de patatas fritas.

You can't cryWhere stories live. Discover now