Ya eran las 8 de la noche, Jack no regresaba, estábamos muy preocupados, sentados en la sala. En ese momento se escuchó el sonido de la puerta principal abriéndose. Jack entró con el rostro desencajado, los ojos rojos, por las lágrimas derramadas, caminaba muy lento, parecía que tenía espuma en la boca...Pero les contaré como comenzó toda esta historia.
Por aquellos días Jack, mi hermano menor, tenía 10 años, como todo niño de esa edad, era muy curioso y travieso. Aún recuerdo la vez en la que desarmó el televisor del abuelo, era de esos televisores antiguos con unas cajas posteriores enormes, porque tenía la idea de que encontraría a los personajes de su serie favorita ahí dentro. El abuelo se molestó bastante, pero Jack armó el televisor otra vez, al parecer no había dañado nada, el televisor funcionaba perfectamente.
Jack amaba a los animales, sobre todo a los perros, pero papá era muy estricto con respecto a las mascotas, solo podíamos tener algún tipo de ave o un animal que no superara los 20 centímetros de longitud, eso porque tenía alergia a casi todos lo que tenía pelo. Él no podía estar más de 10 minutos en el mismo ambiente que un perro, su nariz se ponía roja, sus ojos lagrimeaban y estornudaba de manera recurrente. Mamá por otro lado, era muy consciente de todas las posibles enfermedades que nos podría transmitir un animal, así que en cierto modo estaba en contra de tener alguna mascota.
Papá viajaba muy a menudo, eran pocos los días que estaba en casa, pero hacía lo posible por pasar la mayor parte del tiempo que tenía disponible con nosotros. Recuerdo que aquella vez papá viajo por una semana, tenía un compromiso importante, decía él. Jack llegó con un cachorrito en los brazos, era de color marrón, con las orejas caídas y el rostro más tierno que jamás había visto . Mi hermano estaba emocionado, incluso le había dado un nombre, Atenea era su nombre, por uno de los personajes de la serie que él veía casi a diario. Cuando mamá llegó a casa, le llamó la atención, pero al parecer la ternura que emanaba aquel cachorrito hizo que cambie de parecer y aceptó tener aquel perrito como mascota. En ese momento por lo único que habría de preocuparse era por la reacción que papá tendría al ver al cachorrito.
Jack consiguió algunas cajas de cartón, algunos pedazos de madera y me pidió que le ayudara a construir una casita para Atenea. Después de algunas horas la casita estaba terminada, nos había quedado bonita, la pintamos de blanco, con el techo de color Naranja, como las casitas para perro que Jack veía en la televisión. La ubicamos en el jardín posterior, al costado de una planta de palta, que el abuelo había sembrado cuando era niño.
Mi hermano se levantaba muy temprano, para darle comida a atenea, luego se despedía e iba al colegio. A su regreso, almorzaba un poco apresurado y luego empezaba a jugar con atenea, él estaba muy contento.
Papá llegó, Jack intentó ocultar a atenea, pero era muy traviesa y salió corriendo a saludarlo moviendo la cola, papá se sorprendió y se incomodó un poco, pero mi hermano le contó de donde lo había conseguido, papá accedió tener al perrito, con la única condición que la mantengamos alejada lo suficiente de él y de su alergia.
Todo iba bien, pero atenea era demasiado inquieta y tenía una atracción especial por la habitación de mis padres, al mínimo descuido iba corriendo hacía ahí. Cuando nos dábamos cuenta ya estaba durmiendo en la cama de mis padres. Jack corría a limpiar la habitación para que a papá no sospeche que nuestra mascota había dormido en su cama.
Cierto día papá se levantó apresurado tenía una reunión de negocios importante, tomó una ducha, se puso un traje de color negro y fue a buscar su corbata roja, pero cuando abrió el cajón de las corbatas no la encontró. Bajó a tomar desayuno y le preguntó a mamá si había visto su corbata roja, ella respondió que no. Jack y yo nos miramos, ambos sabíamos que atenea tenía que ver, pero no podíamos salir del comedor sin antes terminar la comida. Nos apresuramos para terminar el desayuno, pero atenea apareció por la puerta del comedor con la corbata de papá colgándole en la boca. Papá se enfadó mucho y le dijo a Jack que Atenea no podía quedarse más y que para cuando el regresara del trabajo esperaba no encontrarla en la casa. Mi hermano solo agacho la cabeza y le dijo que estaba bien.
Muy triste Jack se llevó a atenea después de almorzar, estuvo fuera dos horas aproximadamente. Cuando regreso me dijo que había llevado a atenea a casa de una de sus compañeras del colegio, que se la había obsequiado y que ella la cuidaría muy bien.
Yo también estaba triste, atenea se había vuelto parte de la familia, pero teníamos que hacerle caso a papá. Jack cogió la casita que habíamos construido, la llevó al ático y eso fue todo.
Los siguientes días Jack estaba cabizbajo y enfadado con papá, al igual que yo. Papá había notado eso, así que algunos días después, por la tarde llegó a casa con una jaula en la mano, había comprado dos periquitos, Jack se emocionó y corrió a verlos. Yo también me acerqué, eran de color azul y pequeñitos.
-Tú te vas a llamar Horus y tu Atenea II- Dijo Jack mientras señalaba a las pequeñas aves.
A mí me parecieron nombres algo extraños, pero él estaba feliz y eso era lo que importaba.
Pasaron algunos meses, los periquitos habían tenido periquitos bebés, así era como Jack les decía. Ahora ya eran 4 avecitas en la jaula.
Por cuestiones de salud el médico le recomendó a papá que se mudara, pues la contaminación de la ciudad le hacía demasiado daño a sus pulmones. Así fue que papá compro una casa en El salto, un pequeño pueblo ubicado a algunos minutos de la ciudad.
El día de la mudanza, lo primero que Jack arregló fue la jaula de los periquitos y se sentó en el asiento posterior del carro.
La casa nueva casa era grande, tenía un jardín en la parte central y justo a la mitad del jardín un árbol de limas, una fruta parecida a la naranja, de color amarillo y un sabor muy agradable. La casa había estado deshabitada por algunos años, por eso el grass estaba muy alto e impedía que las flores que estaban ahí se desarrollaran. A mí y a Jack nos gustaban las plantas, así que al día siguiente, después de instalarnos en nuestras respectivas habitaciones, podamos todo el jardín, limpiamos las hojas secas acumuladas en el suelo y reorganizamos la manera en la que las flores estaban plantadas.
El pueblo era muy agradable, sus calles angostas, se respiraba aire puro, ya que había un bosque enorme a las afueras. El cielo era de color azul con solo algunas nubes en él y un enorme río, bueno no tan enorme, llamado San Luis, pasaba cerca de ahí.
La vida en aquel lugar era tranquila, no había muchos carros, así que se podía jugar en las calles de aquel lugar. Los atardeceres eran hermosos y por las noches se podían ver las estrellas en todo su esplendor.
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Atom
Short StoryA tan corta edad Jack tendrá que decidir si vivir es lo mejor para su mejor amigo, su perro.