Las personas piensan que porque tengas una sonrisa en el rostro todo está bien. Cuando la triste realidad es que casi siempre esa sonrisa solo es la máscara que nos colocamos cuando tratamos de convencer a las personas de que seguimos adelante sin importar las heridas del pasado ni cuánto sufrimiento hay en nuestros corazones.Utilizamos esas sonrisas para ocultar cuán destrozados estamos por dentro...
Dejé de escribir en ese estúpido cuaderno que en una de nuestras largas charlas, mi psicóloga había recomendado como método de desahogo. En el momento en que lo sugirió, he de admitir que me reí en su cara por creer que un diario –como si fuese una niña de cinco años– me iba a ayudar a superar el pasado, ¿o es que solo a mí me parecía una tremenda idiotez?
Al principio, me negué, lógicamente, pero ella siguió insistiendo tanto que no me había quedado otra opción que intentarlo. Total, ella era la experta.
Así fue como empecé a escribir en un cuaderno todas las cosas que atormentaban mi alma, y siendo sincera, hasta ahora lo único que había logrado era dejar en evidencia cuán retorcidos y pesimistas podían llegar a ser mis pensamientos.
... Porque queremos que todos piensen que estamos bien, que todo ha quedado olvidado, que ya no despertamos cada noche llorando luego de tener otra pesadilla sobre ese momento que nos marcó la vida para siempre.
Aún detestaba tener que plasmar mis vivencias en un cuaderno, pero para defensa de mi psicóloga he de confesar que tenía razón en algo: era mi lugar seguro, donde podía expresar cómo verdaderamente me estaba sintiendo, qué estaba pensando y cuánto odiaba mi pasado porque me había arruinado el presente y hacía que el futuro fuese muy incierto. Sí, escribir hacía mucho más llevadero el infierno en el que se convirtió mi vida.
... Y ese ha sido exactamente mi problema, que quiero que todos piensen que superé mis temores y que ahora, después de luchar, he conseguido estar bien, ser feliz y sonreírle a la vida, cuando la verdad es que sigo consumiéndome lentamente por dentro.
De cara al mundo soy una adolescente normal de diecisiete años, Diva de SCA (Shilom Christian Academy) con una eterna sonrisa llena de indiferencia, el mejor novio del mundo y amigas que harían cualquier cosa por mí. En pocas palabras, tengo una vida que para muchas personas sería perfecta, pero que para mí simplemente es una fachada que ayudaba a ocultar el terror y el pánico que me causa estar cerca de las personas y que se enteren de ese secreto que guardo celosamente bajo llave.
Ahora, eso no quiere decir que me guste tener que estar constantemente mintiendo, pero después de varios años viendo cómo mis padres sufrían por mi culpa, llegué a la conclusión de que tenía que sacrificarme por las personas que amaba.
Necesitaba que ellos pensaran que estaba bien y que le había dado vuelta a esa trágica página que marcó toda mi vida, pero ¿cómo demonios se daba vuelta a una página que había dejado consecuencias irreparables?
—Linnette, cariño... —Cerré el cuaderno de golpe para evitar que mi madre observara lo que estaba escrito en él—. ¿Estás siguiendo las indicaciones de...?
—Sí, mamá —respondí, mirándola con una sonrisa en la cara mientras alzaba el cuaderno para mostrárselo.
—Está bien —sonrió, orgullosa de todo el avance que estaba logrando. Después de mucho tiempo, me veía sonriendo mucho más seguido, y eso la hacía muy feliz—. Te esperamos en la mesa para cenar... Tómate tu tiempo, cariño—susurró, dejando un beso en mi frente para luego volver a dejarme sola en el dormitorio.
... Odio tener que fingir. Pero después de tantos años haciéndolo me he convertido en una actriz que de día tiene una vida de ensueño, pero que por las noches se encierra en su dormitorio a llorar mientras los recuerdos inundan mi mente.
Estoy bien con ello, lo odio con todo mi ser, pero puedo soportarlo para demostrarle a todos que yo sí puedo superar el pasado y ser feliz, aunque todo eso no es más que una completa farsa. Seguía sin poder estar más de cinco minutos cerca de las personas, porque representan un peligro para el caparazón que he creado desde los trece años y en mi mente aún aparecían imágenes de cómo pueden volver a herirme, burlase e incluso despreciarme...
Esas, y muchas otras más, fueron las razones que me llevaron a tomar la decisión de que no le daría el poder a nadie para que pudiese destruir lo que construí con tanto esfuerzo y dolor.
Nadie cruzaría esas barreras que he puesto para protegerme.
Y absolutamente nadie sería capaz de hacer que vuelva a confiar en las personas, porque desde hace tiempo comprendí que hay heridas que ni siquiera el amor puede curar.
Linnette Marie.
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Secretos detrás de cada mirada
Narrativa generaleHay personas que viven bajo máscaras que ocultan quiénes realmente son y los temores que sienten gracias a su pasado. Hay heridas que por más que pasen los años, siguen abiertas y sin indicios de que algún día cerrarán. Hay secretos que se guardan...