CAPÍTULO 3

895 108 12
                                        

Lo había intentado, de veras que lo había hecho. Pero no había habido forma. Siempre que estaba a punto se detenía. Algo le frenaba.

Ya había pasado un mes y medio. Mes y medio en cuyo cual no había encontrado forma de matarlo, en cuyo cual no había podido evitar sentirse más encariñado y atraído por el mocoso... En cuyo cual se había enamorado...

Y es que era él tan lindo, tan inocente, tan bueno... Su amabilidad y su bondad era algo que lo habían cautivado a pesar de ser alguien que con su inconsciente hiperactividad lo alteraba y enloquecía por completo.

Él era especial. A él no lo podía matar. Se había dado cuenta entonces. No podía, definitivamente no podía... Y no lo haría.

****

EL FINAL

Todo se había vuelto un tremendo caos. La gente corría despavorida sin rumbo fijo, los edificios se derrumbaban poco a poco uno a uno, la oscuridad comenzaba a invadir el lugar a través de las nubes negras que tapaban cada vez más la luz del sol.

Todo era un caos. Y entre ese caos el joven muchacho se encontraba perdido y desorientado. Había salido un momento de casa para comprar un par de cosas en el supermercado... A la vuelta ya no había nadie y su casa se encontraba derruida.

¿Dónde estaban sus hermanos? ¿Y su padre? ¿Estarían sus amigos entre todo ese tumulto de personas? ¿Qué debía hacer?

Notaba como lo empujaban por todas partes y a trompicones logró hacerse a un lado arrinconándose en una esquina. En un callejón.

Comenzó a invadirle la sensación de angustia al no saber que hacer, como reaccionar, a donde acudir...

De pronto escuchó una fuerte carcajada que le puso los pelos de punta. Se giró atemorizado, pero solo pudo vislumbrar una extraña sombra que parecía aproximarse a él, aunque no estaba seguro al cien por cien.

-- Valla, parece que alguien a descuidado lo que me debe. Supongo que no habrá trato. -- La voz era ronca.

Al girar la vista a la pared se sorprendió al ver la sombra con forma malamente humana y mostrando una enorme lengua con la que se relamía. Sin embargo al llevar de vuelta la vista al frente solo veía una forma negra y en movimiento. No entendía nada.

-- Hacía mucho que no saboreaba un alma llena de pureza. Cada vez escasean más, solo los cachorros humanos recién nacidos la poseen al completo y esos no alimentan prácticamente nada.

Mientras el monstruo, sombra, cosa negra, o lo que quiera que fuera eso, avanzaba él retrocedía. Hasta que se enredó con sus propios pies y calló de despaldas al suelo. Se maldijo a si mismo por su torpeza a la par que trataba de incorporarse lo antes posible para salir corriendo.

Pero algo se lo impidió. Pudo apreciar como una especie de grillete negro se enrollaba con fuerza sobre su tobillo cortándole la sangre y tirando de él hasta hacerlo caer de bruces al suelo.

-- ¡Ahh! ¡Sueltame! ¿Qué es esto?

Comenzó a patalear angustiado por el pánico y el dolor que le provocaba lo que mantenía su tobillo preso. Y ante su agonía distinguió de nuevo esa áspera y escalofriante risa que le ponía los pelos de punta.

Pero las carcajadas enseguida fueron interrumpidas por una voz que reconoció al instante.

-- ¡Sueltalo! ¡Él me pertenece! ¡Aun no te entregado el alma!

-- ¡Ni falta que hace! ¡La tomaré por mi mismo! ¡Sino no la hubieras descuidado!

-- ¡No la he descuidado! ¡No hagas trampas! ¡Un trato es un trato!

Alma pura Donde viven las historias. Descúbrelo ahora