CAPÍTULO 2

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Caminaba por las calles tranquilamente. Había tenido la necesidad de tomar el aire y había salido de casa aburrido de tanto encierro.

Pasó cerca del parque infantil y siguió su rumbo hasta que un grito lo detuvo.

-- ¡Ei! ¡Ei tú! Emm... ¡Doctor!

Se giró al reconocer la entusiasta voz del muchacho al que había conocido días atrás.

-- Hombre, tu eres el chiquillo del otro día. ¿Cómo está tu pie?

-- ¿Cómo que chiquillo? ¡Tengo 17 años! ¡Y me llamo Luffy por cierto! -- Sonrió de nuevo. -- ¡El pie está perfecto! ¡Ya no me duele, mira!

Su puso a dar saltos como un crío hiperactivo para demostrarle al otro que estaba perfectamente sano.

-- Valla, me alegro. ¿Y la paloma? -- Recordó entonces al animal que lo había ayudado a encontrar al desdichado.

-- ¡Bien! ¡La llevé al día siguiente al veterinario de Coruña y ya la atendieron! La dejamos allí, en la clínica, porque mi padre dijo que no quería más animales en casa. -- Hizo un puchero al mencionar lo último, pero sonrió al instante. -- ¡Pero bueno, se salvó que es lo importante!

Se iba a salvar igual, solo que tardaría más. Pensó el otro con una gotita en la nuca.

Ese chico era un completo exagerado. Aunque eso no le desagradaba en absoluto.

-- Bueno, ¿Y que haces por aquí?

-- Había quedado con un par de amigos, pero me acaban de mandar un mensaje diciéndome que les surgió un problema y no pueden venir.

-- Ohm, ¿Quieres dar una vuelta entonces?

-- ¡Vale!

Comenzaron a caminar mientras hablaban de cualquier cosa que saliera a tema. Law se enteró de algunas cosas sorprendentes sobre el chico. Como que tenía la casa llena de animales, (3 perros, 5 gatos, 4 conejos, 2 coballas, 3 aves...), y algunos cuantos más que iba adoptando cuando los veía abandonados o malheridos por la calle. También que, como ya se esperaba, quería estudiar veterinaria.

Y muchas más cosas. La verdad es que ese chico era muy charlatán y muy nervioso. No se le acababa la cuerda y no era capaz de estar quieto ni un instante, daba vueltas seguido y cambiaba de lado a cada minuto.

Law empezó a alterarse ante la hiperactividad de su acompañante. No estaba acostumbrado a tanto nerviosismo.

En un momento dado pasaron por un supermercado donde, como siempre, se encontraba el típico indigente pobre, con su cartel de ayuda, pidiendo dinero o comida a las personas que entraban y salían del comercio.

El mayor aceleró el paso dispuesto a pasar de largo sin dirigirle la vista a la mujer que los miraba con súplica. Pero no pudo realizar su idea ya que su compañero se detuvo allí mismo y sacó su cartera. ¿Enserio le iba a dar dinero?

El muchacho sacó 10€ de su cartera y se los ofreció con una enorme sonrisa pintada en la cara.

-- Muchas gracias cielo, Dios te lo pague. -- Murmuró la mujer cogiendo el billete agradecida.

El chico se despidió feliz de la indigente y volvió al encuentro del ojeroso.

-- ¿Por qué has hecho eso?

-- ¿El qué? -- Lo miró sin entender.

-- La mayoría de esas personas son unas farsantes. Se ponen a mendigar cuando perfectamente podrían estar buscando trabajo.

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