Capítulo 3: Lo que sucedió

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Presente

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Presente...

Camino por el pasillo con la cabeza en alto tratando de no intimidarme. Más de mil dagas se atraviesan en mi espalda a medida que adelanto cada fila, y no tengo la valentía de echar una mirada. Mis piernas tiemblan con cada paso, y todos están esperando a que caiga en cualquier momento. Mi corazón es lo único que escucha mis oídos, late a un ritmo desenfrenado por lo que no puedo oír ninguno de los murmullos sobre mí. Estoy asustada y a la vez desesperada. Son más de veinte pasos los que cuento hasta llegar a mi destino.

Keith llega primero por haber estado en las filas delanteras, e inmediatamente es guiado hacía unas puertas dobles en la esquina del salón. Una mujer espera por mi llegada, y cuando paso por su lado encaminándome hacía las puertas, ella me sigue junto a uno de los guardias postrado en las puertas.

—¡Gloria a Dios! —dice exasperada, como si acabara de ganar una rifa—. Pensé que tendría que interrogarlos uno por uno.

El pasillo en el que entramos está pintado de un gris opaco, lo cual no ayuda para nada a mis ánimos. La mujer empieza a caminar delante de mí para alcanzar a Keith y a su guardia, sus tacones repiqueteando todo él camino en un sonido un poco perturbador.

Lo primero que me digo es que ella no es confiable, debajo de ese peinado de los ochentas y su ropa de vestir de rayas, puedo notar que es del tipo de persona entrometida que te saca hasta la última palabra de tu boca.

El guardia y yo vamos detrás de ella, sus caderas van de un lado hacía otro en esa horrible falda larga que utilizaría mi abuela.

—Pensé que cualquiera se levantaría. Pero no tú, Keith. ¿Así que supongo que ya pasó tu lapso de alzhéimer prematuro? —le da dos palmaditas en la espalda—. Ya sabía yo que recordabas algo. El hospital no te iba a cuidar por siempre.

Keith solo gruñe en respuesta.

La mujer nos hace girar en uno de los pasillos. Cada puerta está organizada por una placa con su instintivo, pasamos varias de esas en el camino hasta llegar a la que a cualquiera le daría temor ver, la pesadilla de todos los chicos en la sala que acabo de dejar atrás. La mujer saca un llavero con un montón de llaves, tomando una y metiéndola en la manilla mientras "Interrogación" se alza sobre nosotros.

La mujer abre de un tirón la puerta y nos mira con una pregunta traviesa en sus ojos.

—¿Quién va a ser el primero en pasar?

Keith y yo nos quedamos de piedra. Después de segundos de silencio lo miro con la intención de que él tome la delantera, pero en ningún momento me devuelve la mirada. Ridículo.

La mujer lo nota, y me señala a mí.

—¿Yo? —me señalo—¿Por qué no él? Era su fiesta.

Keith ni siquiera me mira.

La mujer alza una ceja en mi dirección.

—¿Y quién fue la chica de "cabello claro" que inició el revuelto? —me congelo, y ella me sonríe de lado—. Sé algunas cosas. Ya sabes, algunos estaban borrachos, no recordaban mucho, pero otros, sin embargo, fueron capaces de darme pequeños datos.

El Culpable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora