Capitulo Cuatro

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Capitulo 4. Abre tus pétalos querida rosa.

Kylen en portada..

*P.D.V: Lily Black*

Se sentía bien.

El agua caía con rapidez por mi columna, dolía como si de agujas me clavasen en mi piel, pero mis músculos se relajaban por cada gota que caía a gran velocidad.

Me senté en la bañera como cuando era pequeña y mi madre me tenía que ayudar a bañar para estar limpia y evitara rebosar toda el agua por los suelos de tanto jugar con mis barcos de plástico y patos que hacían "cuac". Miré cada parte de mi cuerpo, cada parte visible hasta ahora: mis piernas tenían pequeños cortes ya cicatrizados pero que tardarían en desaparecer, mi abdomen iba recuperando su moreno natural, el color morado y verde a causa de los moratones que tenía en él también iban sanando, mis brazos estaban sanos ya, algún rasguño quedaba en mis manos, pero no era nada que el tiempo no pudiera curar. Pero cuando mi mirada se detuvo en mi hombro derecho, donde se encontraba la herida de la bala que recibí hacía ya hace casi un mes desde entonces, sabía que esa marca se quedaría grabada por mucho tiempo, sabía que recordaría cada día lo sucedido aquel día tan malo para toda mi familia y eso es lo peor que podía tener: un recuerdo malo.

Suspiré como si de algo me sirviera para liberarme de mis preocupaciones, pero algo hacía sentirme mejor.

- Ya creo que es suficiente- susurré para mí misma.

Me terminé de bañar y salí de esta para envolverme en una toalla amarilla con mis iniciales. Mi pelo escurría aún el agua que caía en mí, mi cuerpo seguía húmedo pero cuando me acerqué al gran espejo de mi baño individual observé las peores heridas que mi cuerpo recibió y que no se irán al igual que la de la bala.

Notaba como mis ojos se llenaban de lágrimas por cada segundo que pasaba mirando esas cicatrices perfectamente alineadas cruzadas como de un "X" se tratase en mi espalda, consiguieron sanar las demás pero esas dos me las habían hecho con todo el propósito del mundo. Recuerdo perfectamente sentir el cuchillo recién quemado pasar por una pequeña parte de mi espalda, era pequeña pero visible, se podía tapar con determinadas ropas pero no aseguraba que el mundo no las pudiera ver.

Sequé mis ojos llenos de lágrimas y terminé de prepararme para salir con mi familia hacia la casa de mis abuelos.

El calor hoy se hacía notar más que otros días.

Septiembre había llegado y con él llegó el momento de terminar las vacaciones y empezar un nuevo curso como año. Por eso, mis abuelos decidieron hacer una cena familiar para despedir el verano y animarnos a todos de que ya pasó lo peor.

Admiraba a mis abuelos, a pesar de lo malo siempre permanecen con una sonrisa y eso aunque a muchas personas puedan llegarle a molestar a mí, en especial, me agrada porque me enseñan a ver el lado positivo de las cosas.

Abroché los últimos botones de mi blusa morada, subí bien los jeans ajustados y terminé de atar las zapatillas negras, me puse una chaqueta de cuero negra y até bien mi pelo en una cola alta perfectamente hecha.

Salí de mi habitación para bajar a la sala de estar y esperar pero me fijé que la habitación de mi hermano tenía la puerta entre abierta, así que decidí en pasar antes a saludarlo y luego bajar a su lado.

Toqué en ella varias veces pero no obtuve respuesta por su parte, así que entré sin más y lo encontré sentado en su cama con las manos en la cara y fue cuando oí un pequeño sollozo salir de su garganta. Me acerqué a él con lentitud de no molestarle y me agaché hasta quedar a su altura, aparté sus manos con cuidado y fue cuando mi corazón se quebró al ver sus ojos rojos y húmedos de las lágrimas.

El Último Pétalo [#UNH3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora