Hijo Putah.

12 1 0
                                    


No sé qué es peor, el desastre que causamos en su linda casita o que nos hayan pillado infraganti (siempre quise decir esa frase).

—¿¡Quiénes son ustedes y qué hacen en nuestra casa!?— Dijo una chica de alrededor 16 años.—¡Llamaré a la policía!

—¡No, espera!— Gritamos al mismo tiempo Sam y yo cuando ella se disponía a sacar su celular.

— Antes de que llames a la policía escúchanos, por favor...— Dijo Sam intentando calmar a la chica.

—¡Las va a escuchar su... Madre!— Nos dijo la chica ocultando su insulto, ternurita.

—¡Somos sus sirvientes personales!— Mierda, no se lo que acabo de decir...

—¿¡Qué!?— Me gritó en un susurro Sam. Ni puta idea amiga... Ni puta idea.

—¿Nuestros qué?— Preguntó un chico de unos 19 años, con tanto alboroto ni lo había visto.

—¿Sirvientes personales?— Preguntó la chica aún sin bajar la guardia.

— Sí, no contrató el hotel para servirles.— Dije y si no fuera porque la mandíbula de Sam está pegada a su cabeza, ésta se habría caído.

— Pues llevamos un mes viviendo aquí y nunca nos habían hablado de tal servicio.— Dijo la chica con ojos como pistolas.

— Su Penthouse será limpiado por otra persona, nosotras nos encargaremos de ustedes...— Siguió mi juego Sam.

Dios, soy capaz de hacer un sacrificio aquí mismo si me sacas de aquí sin ir a la cárcel...

— No lo sé...— Dijo con duda la chica mirando al chico y a un niño de unos 9 años (el cuál tampoco había visto).

—¿Y cuánto les pagan?— Preguntó el chico mirándonos con una ceja levantada.

— Ustedes nos pagarán lo que deseen, mientras mejor el trabajo más.— Dijo Sam mirándolos.— Pero tampoco aceptaremos pagas mínimas de $1000.

La chica se nos quedó viendo con un poco más de confianza.

— Bien, ¿y qué ropa usarán? ¿Tienen la suya?— Preguntó la chica al mismo tiempo que bloquea su celular.

— Tenemos ropa en nuestra casa.— Dije intentando sonar convincente. Si nos dejan ir, obviamente no volveremos.

— Ok, iremos a su casa para que traigan su ropa y objetos personales.— Dijo el chico mientras caminaba hacia el elevador.— Vengan, no muerdo.

— Sí, gracias.— Dijo Sam intentando sonar agradecida, pero pareció más como si lo quisiera matar... El sentimiento es mutuo.

Avanzamos hacia el elevador el chico y nosotras. Él presiona el botón para bajar hasta la última planta.

—¿Cómo se llaman?— No preguntó en un tono casual, demasiado casual...

— Yo soy Isabell Winter.— Dije un poco incómoda, si saben mucho de nosotras no será tan facil fugarse y la verdad un nombre falso podría ser más problemático.

— Yo soy Samantha Hewcupp, ¿tú eres...?— Dijo Sam mirándolo, o más bien matándolo.

—¿No se supone que el hotel les dice información primordial de nosotros?— Preguntó mirándonos con una sonrisa indesifrable y la ceja levantada.

¡No soy tu sirvienta!... ¿O sí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora