Capítulo 3: Ten

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(***) Debido al tiempo que pasó entre que escribí los primeros capítulos y ahora, nuevas ideas me surgieron, entre ellas, algunas que requerirán de un pequeño cambio, algo mínimo. Desde ahora en adelante, diremos que Ten conoce a Johnny, su hermanastro, a los 8 años, no a los 4. Y el accidente de Johnny ocurre a los 9. (Johnny y Ten se llevan 1 año de diferencia). Para quienes son nuevos en la historia no comprenderán a qué me refiero, debido a que ya edité los anteriores capítulos, por eso esto va para los lectores antiguos<3

Este capítulo tiene algunos facts de Johnny<3 (From the real oneXD) así, bien disimulados¿? #JohnnyEatersSabelotodo ustedes los leerán y el descubrimiento será inmediatoXD También hay uno de Ten jiji

Me disculpo nuevamente por todo este tiempo sin publicar:c Sin más preámbulo, les dejo el capítulo 3~

PD: Déjenme comentarios porfis~

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Papá jamás nos explicó el porqué apareció esa noche con un niño en la puerta de nuestra casa. Con Johnny, el diablito con cara de ángel. Su llegada lo alteró todo, pero el no parecía comprender el peso que su presencia generaba en esta casa. Mi casa. Todo cambió desde que apareció en mi vida.

Recuerdo que al inicio no decía palabra alguna. Era como un fantasma. Aparecía en lugares sin hacer ni un solo ruido, se paraba y no hacía nada más que dirigir su ausente mirada a la nada. Su rol no era otro que comer y dormir. Era como una mascota, una mascota humana. No era tan inteligente como un perro, ni tan afectuoso como un gato. Era más como un oso, un flojo, perezoso y comilón oso.

Gracias a Dios, su mutismo no duró para siempre, pero lo que decía no era tampoco un gran avance. La primera frase que pronunció fue: 'quiero esa ballena de peluche, por favor', seguida de una mirada que nada transmitía, pero que penetraba directamente a los ojos de mi madre. Lo hizo mientras paseábamos por el centro comercial. Ese chico era raro. Casi un año después de su llegada, se digna a hablar, y lo único que dice, es que quiere un maldito peluche de ballena. ¡Un peluche! ¿Puede ser más ridículo? Mi mamá, tan sorprendida como yo, no tuvo otro remedio que acatar la petición. Las semanas pasaban y el chico comenzó a hablar más, pero ¿Adivinen con quién? ¡Ding-ding-ding! ¡Exacto! Con la maldita ballena. Según lograba escuchar a veces, lo llamaba 'Jay'. Jay la ballena blanca. ¿Quién habla con un peluche en vez de con un apuesto chico como yo? ¡RARO!

A pesar de que mis padres me trataban de antisocial y me obligaban a acercarme a Johnny, no era un secreto que yo lo odiaba, arruinó mi cumpleaños y mi vida. Es por eso es que ni siquiera me esforzaba en ocultarlo; no compartía con él mis juguetes, no lo invitaba a jugar, ni a ver la TV juntos, no salíamos y ni siquiera nos dábamos los buenos días. Nuestra relación, por extraña que fuera, funcionaba. Funcionaba perfectamente hasta que a mi papá se le ocurrió inscribirlo en el colegio. No, no en cualquiera de los cientos de colegios del país, particularmente en MI colegio, específicamente, en MI salón, porque 'debes ser su apoyo, no conoce a nadie, Ten'. A pesar de ser un año mayor que yo, el oso se había atrasado un curso, ya que no entró al colegio el mismo año que legó, si no que se tomó un año para "acostumbrarse". ¿Ven? ¡Que se los digo! Ese chico es un vago.

El gran 'Primer Día' de Johnny no fue algo extravagante. Mamá nos dejó en la portería del gran colegio al que asistía, 'Shewsbury International School', (uno de los más prestigiosos de Tailandia). Me bajé rápidamente intentando arrancar del diablito silencioso, pero luego recordé algo de suma importancia, debía advertirle, porque eso debía quedar claro antes de que llegara el momento. Esperé a que el auto de mamá se alejara, y la despedí oleando mi mano enérgicamente y plantando una falsa sonrisa en mi cara. Cuando ya estuve seguro que no podía vernos por el espejo retrovisor, me giré abruptamente y me planté frente a él, sin darme cuenta de lo cerca que caminaba detrás de mi. Al frenar sin previo aviso, ambos quedamos frente a frente, estábamos tan, TAN cerca que podríamos habernos besado, pero... ¡Iugh! Me tardé un segundo en reaccionar, mientras él me miraba directo a los ojos con los suyos como platos, reflejando sorpresa pura. Me dio la impresión de que iba a decirme algo, pero lo ignoré. Di un paso hacia atrás, hice una mueca para advertirle mi desagrado ante nuestra anterior cercanía, le agarré del antebrazo y lo arrastré sin cuidado hacia un escondite que ocupaba cuando quería estar solo y que prácticamente sólo yo conocía.

No me di cuenta de la fuerza que estaba ejerciendo sobre su muñeca hasta que soltó un leve quejido. Me detuve, noté el sector amarillo que ya tenía mis dedos marcados y lo casi morada que estaba su mano. Lo solté de inmediato.

- Lo siento. – Dije rápidamente. Era verdad que lo odiaba, pero no era una bestia.

- No hay problema. – dijo en un leve murmullo mientras sobaba el sector afectado. Pero ¡Oh! ¡Me respondió! ¿Vendría el fin del mundo?

Antes de que pudiera decirle lo importante, miró hacia el suelo y muy avergonzado me dijo.

- Lamento haberme portado mal contigo. Sé que el extraño aquí soy yo, pero créeme que mi intención jamás fue molestar, yo solo... Algo muy repentino cambió mi vida y ni yo sé cómo fue que terminé aquí. No quiero seguir siendo un estorbo para ti, por lo que me gustaría pedirte que omitieras el hecho de que soy tu hermanastro. Realmente ha pasado un largo tiempo desde que llegué a tu vida, pero en ese tiempo logré meditar demasiadas cosas... Ellos hubieran querido que diera lo mejor de mi, y eso es lo que haré de aquí en adelante. – Aspiró aire sonoramente, como si sus pulmones quemaran por la ausencia de oxígeno. Sin nada más que agregar, se dio vuelta y se fue.

Me había quedado sin palabras. El chico que nada me había dicho desde que llegó, hoy me suelta un discurso literalmente eterno. Me costó un poco más reaccionar ésta vez, pero para cuando me dispuse a responderle, él ya se había ido. Fue en ese momento en que mucho de su discurso hizo eco en mi cabeza. ¿Ellos? ¿A quién se refería por ellos? ¿Dar lo mejor de él? Sólo era un niño de 11 años, ¿qué tanto debe "dar" un chico de esa edad? Además... ¡menudo idiota!, podría haber sacado provecho de mi reputación, pero, mejor para mi, yo sólo iba a decirle que no se sentara a mi lado en el almuerzo.

- ¿No quiere decir que soy su hermanastro? Excelente, un peso menos para mi. - Me di vuelta, con una leve molestia dentro, y me dispuse a seguirlo, después de todo, teníamos el maldito mismo horario.

Novercae Filius | [JohnTen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora