Obra inacabada

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Emma se quedó un largo instante en su coche, aparcada frente al granero. Ese lugar se había convertido, durante la semana pasada, en una especie de refugio donde podía reflexionar en paz.

Después de la muerte de Regina y de su entierro, Emma pasaba largas horas ahí, sabiendo que nadie vendría, y pensaba.

A veces, imaginaba lo que podría haber pasado ahí: Regina luchando contra Zelena, sola mientras que los otros ni siquiera tenían consciencia de esa pelea.

Rabiaba interiormente diciéndose que algo importante había pasado ahí y que ella no había estado simplemente porque la habían considerado incapaz, sin estar a la altura, sin estar preparada. En suma, se culpaba enormemente por su incapacidad que causó la muerte de Regina. Porque sí, todo el problema era ese: se hacía la responsable de la muerte de la bella morena.

Y si nadie se lo había señalado, ella no dejaba de pensar en ello. Se quedó un largo rato ahí antes de salir de su coche y entrar en el granero. El montón de ceniza había desaparecido, pero el círculo en el suelo aún estaba ahí. Varias veces, Emma había traído a Rumpel al sitio para ver si se acordaba, pero en vano. Arrastró los pies por el polvo, deteniéndose brevemente en el sitio donde había encontrado el cuerpo de Regina, y un escalofrío la recorrió.

Ese regreso inesperado de Regina habría podido colmar sus últimas cuestiones, saber qué había pasado realmente en ese granero. ¿Y quién mejor para responder que la principal protagonista? Pero la decepción fue grande cuando Regina regresó sin ningún recuerdo de esa noche.

¿Cómo había vuelto entre ellos? De repente pensó en las palabras de Rumpel: ¿había vuelto de entre los muertos? O ¿sería un hechizo que habría salido mal? Y si fuera el caso, ¿quién podría haberlo lanzado? Rumpel había sido vago sobre los ingredientes, pero, sin embargo cuando le reveló lo principal que se debía tener, sintió una punzada de angustia en su interior. ¿Estaría ella metida en asunto?

¿Y si fuera ella? ¿Y si era ella la que ha hecho regresar a Regina sin quererlo? Realmente, no, es mentira...Lo quería. Habría querido tener el poder de traer a Regina de vuelta, pero no sabía cómo. Así que imaginar que lo hubiera logrado sin saber cómo era una utopía.

Entonces suspiró y echó una ojeada a su reloj: Henry debía estar de vuelta en ese momento. Volvió al coche y abandonó el granero no sin darle la última ojeada a través del retrovisor.


Cuando llegó a la mansión, Emma se sorprendió por el silencio que reinaba. Sin embargo, la mochila de Henry estaba en la entrada, así que supuso que estaba ahí. Un suave olor a pan tostado flotaba en el aire. Se dirigió a la cocina donde solo las migas reinaban sobre la encimera, señal de que había pasado por allí.

Subió arriba y tocó a la puerta de la habitación de su hijo. Cuando abrió, estaba vacía. Frunció el ceño antes de cerrar la puerta. Y cuando iba a bajar de nuevo al salón, su atención fue captada por la puerta de su habitación, es decir la de Regina, que estaba entreabierta.

Lentamente fue hacia ella y pasó la cabeza por la apertura, y vio un espectáculo que le provocó mariposas en el vientre: Henry estaba acostado sobre la cama, Regina a su lado, devorándolo literalmente con la mirada. De esa manera, Regina parecía un ángel de la guarda sobre Henry. Y por primera vez desde hacía una semana, Henry parecía dormir apaciblemente, sin pesadillas ni llantos.

Se quedó ahí un momento, observando concienzudamente a Regina que no la había oído ni visto: la joven parecía dormir, sus ojos medio cerrados, pareciendo disfrutar de la cercanía del adolescente. Si Emma no hubiera sabido lo que ella era en ese momento, habría podido creer que Regina estaba efectivamente ahí, bien viva.

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